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Las ideas permanentes en el cerebro
Michael Shermer, fundador de la Skeptics Society, editor de la revista Skeptic, columnista divulgador en Scientific American, productor de programas sobre la ciencia y autor de, entre otros libros, Por qué creemos cosas raras, es uno de los más conocidos defensores del escepticismo científico y defensor de una filosofía humanista. Su obra está dirigida, principalmente, a las personas que no resultan tan escépticos y necesitan argumentos sólidos para tener una mirada más crítica sobre sus creencias.

Los dogmas y el totalitarismo
Es habitual escuchar el argumento, por parte de personas religiosas (Ratzinger lo utilizó en diversas ocasiones y el nuevo pontífice, a pesar de su pelaje progre, estoy seguro que no tardará en hacerlo), relativo a que fue la ausencia de Dios la que dio lugar a los horrores provocados en el siglo XX por regímenes como el nazi o el estalinismo. No es que merezca mucha profundización dicha afirmación, ya que no solo es simplista, también sumamente distorsionadora, pero dado que hay que tantas personas que siguen vinculando moral a religión merece alguna atención. Esto es así porque la substitución de un dogma por otro, y es posible que algunas ideologías hayan encontrado un terreno fecundo en la mentalidad religiosa para desarrollarse, es el auténtico problema.

Deseo de creer
Jean Bricmont dijo lo siguiente: “La existencia de Dios, de los ángeles, del cielo y del infierno, o la eficacia de la oración son aserciones de hecho; y si las retiramos de veras, es decir, si admitimos que son falsas, entonces no sé lo que queda del discurso religioso: ¿cómo crear, por ejemplo, sentido o valores diferentes a los de los ateos partiendo de la misma base factual? (…) Supongamos que retiramos de la religion la literalidad de la Biblia, la eficacia de la oración y las demás cosas de las que podría surgir el conflicto con la ciencia (en la esfera de los hechos) ¿qué nos queda? O bien aserciones puramente metafísicas que no interesan a casi nadie, o bien aserciones puramente morales”. Pero ¿en qué diferirá esta moral de una moral no religiosa si abandonamos todos las aserciones de hechos, los castigos divinos aquí y en el más allá, el interés de Dios por sus criaturas y demás?

Buenas y malas razones para creer
Querida Juliet:
Ahora que has cumplido 10 años, quiero escribirte acerca de una cosa que para mi es muy importante. ¿Alguna vez te has preguntado cómo sabemos las cosas que sabemos? ¿Cómo sabemos, por ejemplo, que las estrellas que parecen pequeños alfilerazos en el cielo, son en realidad gigantescas bolas de fuego como el Sol, pero que están muy lejanas? ¿Y cómo sabemos que la Tierra es una bola más pequeña, que gira alrededor de esas estrellas, el Sol?
La respuesta a esas preguntas es «por la evidencia». Sigue leyendo