Hace escasos días, en el madrileño barrio de Lavapiés se produjeron unos hechos, que muestran la inmundicia del sistema «democrático» y «liberal» que sufrimos. Una grabación, por parte de un vecino, nos muestra a, al menos, una decena de policías deteniendo violentamente a dos personas de piel oscura. Todo ello, claro, llama la atención de un nutrido grupo de viandantes, algunos de la cuales increpan a la pasma por sus excesos cercanos a la brutalidad. Se ve a un hombre de sienes plateadas, más tarde sabremos que de la edad de 75 años, se acerca a la policía, presumiblemente para interesarse por los detenidos, ya que uno de ellos está aplastado contra el suelo con varios uniformados conteniendo su cuerpo. Sin que se sepa exactamente qué ocurre a continuación, ya que existe una pequeña laguna en la grabación, lo que se ve en el siguiente tramo es que tres tipos armados, jóvenes y fornidos, empujan a un anciano hasta tumbarle sobre el asfalto para acabar, exactamente, reducido como el otro detenido. Es posible que las imágenes puedan impresionar e indignar al más pintado, pensando que son más propias de Estados Unidos que del inefable Reino de España, pero conviene mantener la mente fría; aunque pueda hablarse de brutalidad policial, creo que es en realidad un ejemplo del día a día de la fuerzas armadas del Estado. Al contrario de lo que suele pensarse, la policía no está principalmente para combatir el crimen (habría que preguntarse entonces qué delitos y de qué clase social), sino para mantener el orden; un orden estatal y capitalista, por supuesto, por muy «liberal» y «democrático» que se presente, vertical, jerarquizado, clasista y con evidentes privilegios para una minoría.
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