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Cárcel de Carabanchel. Las antiguas galerías de la memoria antifascista
La historia de las cárceles en Madrid tiene un largo camino que nos vislumbra episodios de políticas represivas, marcos jurídicos y religiosos autoritarios, asesinatos y crueldad contra las clases más oprimidas de la sociedad. Las prisiones han sido, son y serán instituciones donde arrojan a los colectivos sociales que más violencias estructurales sufren. Se sentencia y se disfraza de una infeliz reinserción, que lo único que perpetúa es el arraigo de las problemáticas económicas y políticas en la sociedad. Es, sin duda, el mejor sistema para mantener el statu quo social, ya que la prisión supone el patio de control y castigo que delimita un poder que solo sabe imponerse a través de la brutalidad. No hay cárceles buenas y malas, todas ellas deben clausurarse, y mantener viva la memoria colectiva de aquellas que han desaparecido en nuestra ciudad, y la función represiva que cumplieron, debe encuadrarse en esa lucha anticarcelaria.
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Presos del franquismo de la A a la Z, La represión de la dictadura (1963 -1977)

Durante la dictadura militar que sufrimos cuarenta años a los vencidos se nos secuestró, asesinó y encarceló durante largos períodos en sus sombrías cárceles. La de Carabanchel fue una de sus atrocidades más duras, la edificaron los presos que terminarían entre sus muros. Y durante la democracia vigilada que padecemos, que dura otros tantos años, nos han arrebatado la memoria.
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¡¡No nos jodas, camarada!! Anécdotas militantes y carcelarias de la clandestinidad antifranquista

Esto es una recopilación de las vivencias de cárcel –memoria militantes antifranquista– como la de otros compañeros que compartieron conmigo la lucha y las cárceles franquistas durante los últimos años de la dictadura.
Las vivencias de aquellos duros años de lucha y cárcel fueron protagonistas indiscutibles en las sobremesas de los encuentros que mantuvimos quienes habíamos compartido “mesa y mantel” durante los ‘70. Aquellos compañeros ‘de fatigas’ que nos denominábamos coloquialmente “los viejos rockeros” –supongo que lo decíamos porque “nunca mueren”–, seguíamos luchando y recordando.
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Casas Viejas, historia y memoria
Lo que se dio en llamar memoria histórica en este inefable país, para tratar de paliar la profunda injusticia que supuso la victoria del fascismo, ha sufrido numerosas carencias y no pocas mutaciones. Así, hoy se alude a la «memoria democrática» y mañana no sabemos muy bien cómo se dará en denominar. La distorsión es tal que lo que nació, más por impulso de la sociedad civil que por iniciativa institucional, para hacer justicia sobre el golpe de Estado del 36, la represión consecuente y la cruenta dictadura posterior, ahora se ha querido extender en algunos casos unos cuantos años atrás e incluir los episodios represivos producidos también en la Segunda República. No seré yo quien se oponga a recordar los desmanes de cualquier forma de Estado, pero la llamada memoria histórica era un concepto mucho más concreto y todo esto solo recubre el problema de ambigüedad moral y sirve para que inicuos reaccionarios se aprovechen de ello para seguir arrojando su inmundicia sobre lo ocurrido en el pasado. Desgraciadamente, la propaganda masiva durante tantas décadas ha ido calando en gran parte de la sociedad y, los que no abrazan directamente el discurso reaccionario, ignoran sin más la historia o, directamente, de la manera más botarate y moralmente perezosa, equiparan a unos y otros.
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La Transición española, la visión anarquista
Aunque algunas voces, y de manera muy matizada, quieren ahora ser críticas en los medios generalistas con la llamada Transición española a la democracia, es necesaria una profundización mayor recordando la visión anarquista también en la memoria histórica. Sin perder la autocrítica, siempre necesaria, hay que recordar los factores de silenciamiento y criminalización que llevaron al declive del único movimiento que no quiso participar en el domesticamiento político y sindical.

María la Jabalina, joven anarquista asesinada por el franquismo
El nombre real de María “la Jabalina” era María Pérez Lacruz. Nació el 3 de mayo de 1917 en Teruel (Aragón), hija de Manuel e Isabel, y su mote proviene de que su familia provenía de la zona de Jabaloyas, en la Sierra de Albarracín. Debido a la necesidad económica, la familia de trasladará en 1923 a la ciudad portuaria de Sagunto, en Valencia, y María tendrá que trabajar ya a corta edad ayudando en un puesto de verduras, junto a sus cinco hermanos, y limpiando en una casa ajena. En 1934, con 17 años, entrará a formar parte de las Juventudes Libertarias y, tras el alzamiento fascista en julio de 1936, se incorporará a la Columna de Hierro y participará, como enfermera, en la creación de un hospital de campaña.

Denuncia al Defensor del Pueblo por la discriminación entre víctimas del franquismo en la Ley de Memoria
Tanto la Ley de Memoria Democrática (LMD) de 2022 como la precedente Ley de Memoria Histórica (LMH) de 2007 se han publicitado desde sus ángulos más optimistas, enfatizando aspectos como la eliminación de los símbolos de la dictadura y el apoyo de la Administración a la exhumación de las víctimas. Pero bajo ese rosario procedimental, el tándem normativo esconde en la práctica una flagrante discriminación en el apartado de la compensación económica a las víctimas, según los hechos dimanantes hayan acaecido antes o después de 1968 (9.616,18 euros para las primeras y 135.000 euros para las segundas).
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Relatos históricos infames
Me entero de que un libro del repulsivo Pío Moa, Los mitos de la guerra civil, que data de hace casi dos décadas, se publica ahora en Francia. Para quien no sepa quién es este personaje, hablamos de un tipo que fue comunista, nada menos que militante del Grapo, para después convertirse en ultraderechista defensor de la dictadura franquista y autor de libros de ambición historiográfica en los que defendía las tesis fachas de siempre. Hubo un tiempo en que sus libros se vendían mucho, en este inenarrable país, y el Partido Popular daba cierto pábulo a Moa, pero la cosa era intelectualmente tan ridícula y descabellada, que le acabaron retirando el apoyo, al menos, oficialmente. Hoy, creo que encuentra sustento en Vox y sus medios afines y, al parecer, en el país vecino ha encontrado quien cree poder sacar rédito de su obra. Ha habido, afortundamente, voces galas que le han puesto en su sitio y le han calificado de mero falsificador de la historia de España. En lo que no estoy muy de acuerdo es en calificar a Moa de «revisionista», ya que, al margen de falacias, no sé qué diablos hay de original en culpar a la izquierda del conflicto civil y en considerar que Franco y sus secuaces no tuvieron más remedio que sublevarse para salvar al país de la horda roja. Es una narrativa fomentada por la dictadura durante décadas, con un auténtico lavado de cerebro para varias generaciones, que llega hasta el día de hoy; valga como ejemplo más reciente la inauguración de una infame estatua en la capital del Reino, en la que se homenajea el centenario de la Legión, un cuerpo expedicionario de historial sangriento, fundado por el filofascista Millán-Astray, que tanto ayudó al triunfo de los reaccionarios en la guerra civil (y social).
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Los interminables símbolos de la iniquidad
Se muestra pertinaz el facherío patrio en su insistencia de que el Valle de los Caídos es, además de una obra artística e histórica encomiable, un monumento que rinde tributo a los muertos en ambos bandos y un símbolo de la reconciliación nacional. No es nada nuevo, pero no deja de provocar indignación al que tenga la menor sensibilidad verdaderamente democrática. Y no es que el suscribe tenga la menor confianza en el parlamentarismo como garante de un auténtico avance social, pero un país incapaz de reconocer su propia historia de libertades y refundar la democracia en base a ella no puede ir a ninguna parte. Y es que negar que la obra de Juan de Ávalos es, principalmente, una loa a los que aplastaron al otro bando en la guerra civil, y un lugar donde rinden tributo individuos con el brazo extendido, es síntoma de gente muy reccionaria, muy malintencionada o muy ignorante (o las tres cosas). La argumentación de la supuesta reconciliación no es más que una extensión del discurso franquista, que tuvo su continuidad en esa farsa llamada Transición con la muy rentable máscara de la pseudodemocracia; había que promover la amnesia colectiva y mejorar algunas cosas para que lo importante, que suele ser lo económico a pesar de tanto patriotismo, siguiera igual que en la dictadura.
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