Aunque algunas voces, y de manera muy matizada, quieren ahora ser críticas en los medios generalistas con la llamada Transición española a la democracia, es necesaria una profundización mayor recordando la visión anarquista también en la memoria histórica. Sin perder la autocrítica, siempre necesaria, hay que recordar los factores de silenciamiento y criminalización que llevaron al declive del único movimiento que no quiso participar en el domesticamiento político y sindical.
1ª Como historiadora no me gustan los héroes, ni los mitos, puesto que implican desarrollar una historia imaginaria que altera las cualidades de una persona para darles más valor del que tienen. Me pueden interesar como hecho sociológico que explica la necesidad de mitos y héroes.
2ª Como feminista me gustan menos los héroes y los mitos puesto que parecen una cualidad masculina, es excepcional en las mujeres.
3ª Como anarquista redundo en lo dicho, los mitos y héroes establecen categorías y jerarquías que no son de mi gusto.
Los pasos firmes de la utopía caminaban por el Raval de Barcelona cuando encontraron la muerte el 10 de marzo de 1923. Sobre la espalda de Salvador Seguí pesaba todo el odio acumulado de la burguesía catalana y cayó acribillado por los pistoleros de la patronal en la antigua calle de la Cadena, actual Rambla del Raval. Y es que las calles de este histórico barrio vieron cómo se fraguaban a lo largo del siglo XX diversas escuelas laicas, ateneos populares, asociaciones sindicales, periódicos, y por supuesto, se levantaron las mejores barricadas para defender las conquistas obreras.
El año 1931 finalizaba en España tras haberse llevado de un plumazo a la carcunda monarquía borbónica, e instaurándose una República española que prometía reformas políticas y una sustancial mejora para las condiciones de vida de la clase trabajadora. Sin embargo, los políticos e intelectuales de clase media rápidamente vendieron como mejoras en medios republicanos afines algunas cuestiones que suponían pinceladas y que no pretendían subvertir el régimen caciquil, tradicionalista y de explotación instaurado. Las zonas rurales con miles de jornaleros concienciados ansiaban verdaderos cambios estructurales y una reforma agraria profunda. Si no llegaba mediante legislaciones a través de la movilización social del pueblo, las comunidades rurales de trabajadores no dudaban ni un instante en tomar las tierras en posesión de grandes terratenientes y trabajarlas colectivamente.
Biografía y antología de Mauro Bajatierra Morán, panadero anarquista, sindicalista, periodista de acción, apodado por Lucía Sánchez Saornil como «el último resistente de Madrid» en 1939. Escrito por el historiador y compañero, Julián Vadillo Muñoz! Esperamos os guste la idea, contamos con vuestro apoyo. ¡Salud!
Mauro Bajatierra Morán (Madrid, 1884-1939) fue un personaje clave para entender la implantación y desarrollo del movimiento obrero y libertario en Madrid en el primer tercio del siglo XX. Panadero de profesión, su capacidad y autodidactismo le llevó al conocimiento de numerosos idiomas y a colaborar desde muy temprano en la prensa, lo que hizo de Bajatierra un periodista al servicio de los trabajadores. Algunas de ellas incluidas en esta antología.
A pesar de su pertenencia a las sociedades obreras de panaderos de la UGT, Bajatierra impulsó la creación del Ateneo Sindicalista de Madrid y del Centro de Estudios Sociales de la capital de España. Su participación y testimonio son fundamentales para entender al movimiento obrero en la crisis de la Restauración. Militante de la masonería, Bajatierra fue acusado sin pruebas de haber participado en el atentado contra el presidente del gobierno Eduardo Dato, saliendo absuelto de estas acusaciones. Escribió la obra “¿Quienes Mataron a Dato?” incluida en este libro.
Durante la dictadura de Primo de Rivera, su labor fue fundamental en los contactos que la oposición republicana tuvo con el movimiento anarquista, siendo uno de los fundadores de la FAI, la Federación Anarquista Ibérica, en 1927. Crítico con las medidas del gobierno republicano-socialista desarrolló a partir de 1931, el anarquista madrileño se mostró siempre partidario de la alianza revolucionaria entre la CNT y la UGT, participando también con su pluma en numerosos periódicos de la época.
La Guerra Civil fue el epítome de su carrera. Corresponsal de guerra para el periódico CNT, sus crónicas fueron de las más afamadas en la época. Igualmente, las actividades de Bajatierra se centraron en la literatura, siendo autor de numerosas novelas cortas, cuentos infantiles y obras de teatro, algunas de las cuales alcanzaron importante fama en la época. Su asesinato el 28 de marzo de 1939 en Madrid, a las puertas de su casa, hacen de Bajatierra una de las primeras víctimas del fascismo en la capital de España. Y como le apodo Lucía Sánchez Saornil: “El ultimo resistente de Madrid”.
A las diez menos cuarto de la mañana de ayer cerraba sus ojos Hanneke Willemse.
Recién aterrizada en Amsterdam aquel verano del 2012, nos conocimos gracias a Octavio Alberola. Quedamos una mañana soleada en el IISH y fue junto a ella, creo recordar, la primera vez que puse mis pies en el edificio. Hanneke entonces seguía triste, todavía lloraba la pérdida de su compañero Jan Groen (1945-2011), con quién compartió amor y rabia. Vida, viajes en caravana, fotografía y la investigación. Y a quien quiso tanto… Juntos se implicaron en el movimiento kraker de Amsterdam y lo filmaron. «No se puede vivir en un tanque» (In een tank kan je niet wonen, 1981), sentenciaron, y los disturbios se adueñaron de Waterlooplein y de la pantalla. Y juntas lo vimos con amigxs después de cenar su pollo estrella y una larga sobremesa animada con canciones revolucionarias. En su casa, por alguna razón, Labordeta llegaba más hondo y salpicaba sabor a tierra quizás por sentirme lejos de la «mia».
Reseñamos este libro, por un lado para comprender la oposición libertaria a la cruel Dictadura de Franco en los años 60 y 70, por otro, para aprender de la historia sobre posibles tácticas y estrategias transformadoras, en las que el anarquismo debe tener mucho que decir, huyendo de toda tentativa dogmática e inmovilista.
El fin de la Segunda Guerra Mundial, todavía con la esperanza de una intervención de las potencias occidentales para acabar con la Dictadura franquista, llevó a las organizaciones clásicas del anarquismo a cierta espera e inmovilismo renunciando a la acción revolucionaria. La situación parecía que iba a ser muy diferente con el Congreso de la CNT en Limoges, en 1961, que supondrá la reunificación de la CNT. Como Luis Andrés Edo aclara en el prólogo, la base de este libro está en un Dictamen elaborado en dicho Congreso, que promulga la creación de un organismo conspirativo que iba a recibir el nombre de Defensa Interior (D-I); se pretendía romper con el inmovilismo y fomentar la acción directa radical contra la Dictadura de Franco.
Este Dictamen contemplaba la participación, no solo de la Confederación Nacional del Trabajo, también de la Federación Anarquista Ibérica y de la Federación Ibérica de Juventudes Libertarias. En el Congreso de CNT de 1963, en Toulouse, se inicia un proceso orgánico de disolución del D-I, que culminará dos años más tarde en el Congreso de Montpellier. Se denuncia que este proceso «oficial» de disolución del D-I, que no aceptará la FIJL, y continuará respaldado además por sectores de base de la CNT, iniciado además después de un momento clave como es la ejecución de Granado y Delgado, crea una falsa polémica sobre la «ilegalidad orgánica» de la organización de Defensa Interior. Sea como fuere, estamos hablando del testimonio clave de dos personas, protagonistas históricos, firmantes de un libro, que ya conoció una primera edición en 1975.
El Movimiento Libertario sufrió en España, tras la Guerra Civil, una ruptura generacional provocada por la cruel represión y por el forzado exilio de cientos de miles de militantes; a ello se une el trágico suceso de la Segunda Guerra Mundial, que supondrá la muerte de unos cien millones de personas. El anarquismo necesitaría, ya en la segunda mitad del siglo XX, una reactualización urgente. El contexto será, en los años 50, el del nacimiento de la Guerra Fría con el temor constante de un tercer conflicto mundial; ese miedo llevará al paralizamiento de la actividad política y sindical de los partidos y organizaciones clásicos produciéndose un profundo inmovilismo, ello a pesar de que continúen produciéndose situaciones conflictivas cuyos protagonistas serán ya otros.
Este inmolivismo tendrá una especie de «mar de fondo» en Occidente protagonizado por una juventud de diferente calado ideológico (marxistas, comunistas, cristianos…); el anarquismo, como no podía ser de otra manera, también será protagonista en gran medida a través de la la llamada Internacional Situacionista. Sin embargo, habría una organización española en el exilio, la FIJL, que no romperá con la estructura del movimiento clásico, pero sí con su estrategia inmovilizadora. Será la FIJL, siempre dispuesta a colaborar en acciones radicales contra la Dictadura, la que promueva la creación de ese organismo conspirativo que recibirá el nombre de Defensa Interior. Del seno de la FIJL nacerá el Grupo Primero de Mayo que, con el apoyo de algunas figuras experimentadas en el movimiento libertario, llevarán el anarquismo a las luchas obreras y estudiantiles producidas en el país.
El discurso central del libro es que la D-I supondrá, no solo una ruptura con el inmovilismo imperante en la organizaciones clásicas, también una impugnación ideológica a cualquier forma de dogmatismo que pudiera producirse en el movimiento anarquista; por supuesto, es un antidogmatismo que no adopta la forma de ningún tipo de posibilismo, sino la acción directa y radical contra el autoritarismo de la Dictadura y del capitalismo. No se trataba de entronizar la violencia, es más, se otorgó dignidad a las actividades al no producir ni una sola víctima mortal. Los autores del libro consideran que ha faltado objetividad crítica sobre la actividad del activismo anarquista, en los años que abarca la obra. Esa impugnación que un movimiento anarquista renovado, gracias en gran medida al ímpetu de la juventud, realiza al enclaustramiento de gran parte de las organizaciones clásicas supuso un cambio notable en los planteamientos y estrategias de las diversas corrientes revolucionarias.
Ese activismo anarquista contra la dictadura, en los años 60 y 70, recibirá a su vez la influencia de otros grupos revolucionarios surgidos en Occidente, poniendo así evidencia la crueldad de la Dictadura franquista aliada con las democracias occidentales. Si en América Latina ya estaba pronunciándose una juventud rebelde en los años 60 cuya máxima era «La revolución es obra de todos los revolucionarios», será la condición indudablemente antiautoritaria de Mayo del 68 junto al activismo revolucionario anarquista en Europa la que lleve la situación a su máximo apogeo. El fracaso de todas estas tentativas revolucionarias, resultado de diversos factores, es digno de análisis; el orden autoritario irá perfeccionando sus formas de manipulación y su nivel de eficacia. Para el futuro, quedará la estrategia anarquista de adecuación de medios a fines bien lejos de ese «terrorismo» de quienes tienen como objetivo conquistar el poder y no tardan en convertirse ellos mismos en represores.
Hoy, bien entrado el siglo XXI, cuando el orden autoritario adopta forma más sutiles y perfeccionadas, pero no menos alienantes, irracionales y también violentas, es más necesaria que nunca una nueva renovación de las tácticas y acciones verdaderamente transformadoras en el movimiento anarquista. Al margen de la forma que adopte ese movimiento, hoy sin una gran organización de masas, no cabe duda del importante legado de unas ideas libertarias que han impregnado la acción auténticamente revolucionaria de las últimas décadas: crítica a la familia, a la escuela, a la empresa capitalista, al Estado; negación de todo paternalismo, de la burocracia, el nacionalismo o el militarismo; reclamación de espacios autogestionarios, profundización democrática, solidaridad comunitaria…
Octavio Alberola y Ariane Gransac terminan su libro a mediados de los años 70, en un momento en que el orden autoritario tenía dos caras, la liberal y la dictatorial; la tesis de su obra es que lo que condujo, en cierta medida, a una sociedad más libre e igualitaria no fue una izquierda tradicional subordinada al juego político, finalmente en España integrada en el sistema dentro de esa farsa que fue la Transición democrática, sino la actividad revolucionaria de una juventud decididamente revolucionaria y antidogmática. La revolución auténticamente emancipadora, aquella que elimine la alienación y la explotación, y funde una sociedad libre y fraterna, es un objetivo por el que los anarquistas en el siglo XXI deben trabajar, influyendo en los movimientos sociales y en el conjunto de la sociedad, huyendo de nuevo de todo sectarismo.
En palabras de los propios Gransac y Alberola como colofón a su libro:
Para los anarquistas, lo esencial no es reconquistar un lugar entre las organizaciones sindicales o los movimientos políticos, sino reforzar y radicalizar todas las formas de «contestación» antijerárquica y de afirmación de la solidaridad revolucionaria en el seno de las sociedades en que viven y en el mundo.
Esa es la lección que hemos aprendido a lo largo de este testimonio.
La obra de Juan Gómez Casas resulta fundamental para conocer y comprender la historia del anarquismo en España. En libros como Historia de la FAI se recuerda la evolución de lo organización obrera a principios del siglo XX, cuando por influencia del sindicalismo revolucionario francés la palabra societarismo es substituida por la idea nueva del sindicalismo y la sociedad obrera pasa a ser el sindicato.
Un espacio en la red para el anarquismo (o, mejor dicho, para los anarquismos), con especial atención para el escepticismo, la crítica, el librepensamiento y la filosofía en general