Tres previas
1ª Como historiadora no me gustan los héroes, ni los mitos, puesto que implican desarrollar una historia imaginaria que altera las cualidades de una persona para darles más valor del que tienen. Me pueden interesar como hecho sociológico que explica la necesidad de mitos y héroes.
2ª Como feminista me gustan menos los héroes y los mitos puesto que parecen una cualidad masculina, es excepcional en las mujeres.
3ª Como anarquista redundo en lo dicho, los mitos y héroes establecen categorías y jerarquías que no son de mi gusto.
Salvador Seguí era un trabajador «ilustrado» (su formación es autodidacta a través de muchas y diversas lecturas), tenía una gran facilidad para expresarse oralmente en tertulias, mítines, conferencias, etc. Se trataba, por tanto, de un líder carismático de verbo afilado, convincente y decisivo. Sin embargo, su oralidad fácil y convincente no se traducía en la escritura, algo que también era frecuente entre hombres y mujeres autodidactas y que trabajaban muchas horas en su oficio.
¿Dónde se dio a conocer Seguí y se convirtió en el líder carismático que conocemos? Como tantos otros hombres y mujeres fue en la vida cotidiana de los sindicatos, en los conflictos sociales en que intervino (especialmente en la huelga de la Canadiense) y en la cárcel, verdadera escuela de militantes y de líderes.
Si algo podemos afirmar con seguridad es que Seguí era un anarcosindicalista que disponía de una genealogía muy rica para definir su pensamiento. Igualmente, podemos señalar que el pensamiento sindical de Seguí no es una creación suya sino que resulta de esta genealogía que arranca de lejos desde el pre-sindicalismo existente antes de la entrada del internacionalismo. Vamos a diferenciar dos etapas en esta genealogía:
1ª Etapa: 1870-1916: se fue definiendo un sindicalismo radical (o revolucionario) de influencia anarquista que quedó definido alrededor de los rasgos siguientes:
- En cuanto a la forma organizativa: unidad de los trabajadores/as en una misma organización de carácter económico, los intereses materiales eran el lazo natural y permanente que cimentaba la unidad de los trabajadores/as y aseguraba el descubrimiento del verdadero enemigo, el capital.
- La base organizativa fueron las sociedades obreras de oficio.
- La unidad estaba basada en la flexibilidad ideológica para lograr dicha unión de clase, esto implicaba, necesariamente, el apoliticismo que suponía dejar fuera del sindicato las ideas políticas. Se rechazaban además las peticiones de soluciones legales a los problemas laborales. Al reconocer a la lucha sindical un valor político en sí misma se negaba su subordinación a otros grupos como podían ser los partidos políticos. Es un sindicalismo pragmático y posibilista, ya que pretendía armonizar la implantación de mejoras con lo que permitían las circunstancias.
- En cuanto a la táctica: acción directa, sin mediación política, a través de la acción huelguística para enfrentarse con eficacia a la patronal. El fracaso de las huelgas era valorado como un factor desmoralizador y que podía debilitar a la organización. La violencia estaba prácticamente ausente de los conflictos aunque éstos pudieran llegar a ser muy duros.
- En cuanto a las reivindicaciones: la jornada laboral de las ocho horas como símbolo de la guerra abierta entre la burguesía y el proletariado.
El sindicalismo radicalizado tenía numerosas similitudes con el sindicalismo revolucionario que se desarrolló en Francia por estas fechas. La carta de Amiens (1906) proclamó la autonomía del sindicato respecto a las pretensiones dirigistas.
El problema principal de este sindicalismo era explicar la articulación de una lucha por reivindicaciones laborales (por definición integrada en el sistema) dentro de un movimiento que se definía como revolucionario.
Las razones del anarquismo, especialmente a partir de 1906/07, para argumentar que las luchas concretas podían favorecer la revolución fueron:
- Las reformas proporcionaban motivos para trabar batallas en la guerra entre burguesía y proletariado. Con ellas este último se preparaba para el combate.
- Más que un adiestramiento material era una preparación psicológica con efectos concienciadores.
- La lucha sindical, y la huelga especialmente, era la expresión espontánea de la rebeldía obrera y el medio más eficaz de «perturbar el orden» capitalista.
Al sindicalismo radical le faltaba para ser revolucionario un proyecto de transformación social. El sindicalismo también transformó al anarquismo abriéndolo a la acción de masas y a la alianza con otras organizaciones obreras. Esa unión de anarquismo y sindicalismo fraguó en la CNT, que se diferenciaba del sindicalismo radical en varios aspectos:
- Por un lado, la existencia de un objetivo revolucionario de transformación social.
- Por otro lado, la presencia de cierta influencia de la ideología anarquista que reducía la flexibilidad ideológica
- Y, por último, un claro antipoliticismo que rechazaba la vía electoral.
Seguí mamó la formación de este sindicalismo puesto que, como se puede apreciar en su biografía, nació en época internacionalista (1887), empezó a trabajar a los doce años (aprendiz de pintor), participando con 15 años en la huelga general de 1902 (ahí conoció a una auténtica lideresa de esta forma de entender el sindicalismo desde el anarquismo: Teresa Claramunt).
Cuando se produjo el cambio de etapa (en 1916), tenía 29 años y una trayectoria dentro del sindicalismo, había conocido el populismo lerrouxista, la constitución de Solidaridad Obrera, la Semana Trágica, el nacimiento de CNT y tenía ya una experiencia como orador, como organizador y como participante en numerosos conflictos sociales. Desde muy joven había entrado en contacto con el anarquismo y se definió como tal. Consideraba el anarquismo como una filosofía, una ética, una concepción del ser humano y de la sociedad que no podía realizarse de un día para otro. El anarquismo debía tener una traducción en la realidad cotidiana de la gente, si no era así podía caer en la mera especulación filosófica. Por este motivo, sindicalismo y anarquismo se complementaban.
2ª Etapa: 1916-1939. Se produjo un cambio transcendental: el sindicalismo revolucionario se transformó en un movimiento de masas, dando protagonismo al anarquismo que siempre fue minoritario (Seguí solo vivió los siete primeros años de esta etapa que, tras la Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930), fue tan rica en realizaciones prácticas y teóricas). En el resto de Europa este sindicalismo desapareció en aras del sindicalismo de gestión posibilista y negociador unido al crecimiento de partidos socialdemócratas que soltaban el lastre del marxismo para, desde posturas reformistas, aceptar el capitalismo y la sociedad de clases.
Por medio estalló la Revolución Rusa (1917) que pareció contradecir el triunfo del reformismo socialista y por eso resultó tan atractiva para el anarco-sindicalismo en un primer momento (CNT ingresó en la III Internacional en 1919). El «Informe Pestaña», que fue publicado en 1922, fue contrario a permanecer en la III Internacional por considerar la revolución bolchevique centralizada y burocratizada
La CNT supo construir un sindicalismo moderno, eficaz y efectivo en sus objetivos que lograba victorias en los conflictos sociales. No fue ajeno a ello el paso de la sociedad obrera de oficio, como base organizativa, a los Sindicatos Únicos de rama productiva, adoptados en Cataluña en el Congreso de Sans, junio/julio de 1918, que se generalizaron en toda la CNT en la 2ª mitad del año 1919.
Esta cultura organizativa se puso a prueba en la Huelga de la Canadiense en cuyo desarrollo tuvo tanto protagonismo Seguí y en la que impulsó la solidaridad y la colaboración desde la organización sindical. El fracaso final de esta huelga y la aparición de la violencia puso en cuestión el modelo normalizador que impulsaba Seguí y que buscaba construir una alternativa social con tranquilidad y a largo plazo, es decir, gradualista y moderada.
Para Seguí, tan importante como la vertiente social de los Sindicatos Únicos era convertir el sindicato en herramienta de capacitación, para ello la CNT construyó dichos sindicatos como un espacio formativo de cultura y educación, como elementos de emancipación personal y colectiva. Se trataba de crear formas de contrasociedad igualitaria (cooperativas de producción, formas de vida colectivas, instituciones educativas y culturales, etc.) en el seno mismo de la sociedad desigualitaria. Seguí consideraba el Sindicato un medio de capacitar a los y las trabajadoras en el oficio del autogobierno. Para Seguí el Sindicato era el epicentro social, político y cultural.
Seguí podía aceptar pactos circunstanciales y flexibles con otros sindicatos e incluso con partidos políticos, pero rechazaba que un partido pudiera erigirse en representante de la clase trabajadora. Por lo mismo rechazaba con claridad el marxismo por su exaltación del Estado y por su deseo de ejercer el poder sustituyendo a una minoría por otra con la consiguiente limitación de las libertades.
Por último, la cuestión nacional ha convertido a Seguí en una especie de adelantado a su tiempo partidario del independentismo catalán por un discurso que dio en la Casa del Pueblo (no en el Ateneo de Madrid) el 4 de octubre de 1919. Aclaremos algunos aspectos:
1º El discurso de Seguí en el teatro de la Casa del Pueblo fue taquigrafiado y se publicó entero en el diario madrileño España Nueva (con repeticiones, reiteraciones y estructura de espontaneidad oral). También fue recogido después en el folleto El Sindicalismo Libertario en Cataluña.
2º Pere Foix, un veterano anarcosindicalista pasado al catalanismo, tergiversó las palabras de Seguí al reproducir el discurso de la Casa del Pueblo en su obra Apòstols i mercaders, concluida al menos desde 1949 (ganadora de los Juegos Florales de Montevideo) y editada en México DF en 1957. Es este texto, y en concreto este fragmento que solo aparece en la obra de Foix, el que referencia el nacionalismo catalán como partidario de la independencia:
«(…) nosotros, los trabajadores, como sea que con una Cataluña independiente no perderían nada, antes al contrario, ganaríamos mucho, la independencia de nuestra tierra no nos da miedo».
Si nos atenemos al texto de España Nueva y al resto de textos de Seguí, el conflicto que había en la segunda década del siglo XX en Cataluña era social, no nacional. En ese conflicto, la burguesía identificaba al anarco-sindicalismo como el enemigo a abatir y para ello puso en marcha el somaten, grupos de pistoleros, el sindicato libre, etc. Por su parte, Seguí consideraba a la Lliga Regionalista (y a Cambó) como el peor enemigo del anarco-sindicalismo y trató de transmitir en Madrid que la Lliga no representaba a Cataluña, sino que pretendía utilizar el discurso de la autonomía para controlar la sociedad catalana.
Conclusión: Salvador Seguí fue un sindicalista y anarquista que desarrolló un sindicalismo que procedía de una rica genealogía. Tenía rasgos brillantes como líder sindical y como orador, estamos ante un gran organizador que se puso como objetivo que la CNT fuera un sindicato decisivo en el mundo del trabajo.
Fue un anarco-sindicalista a recordar, no un mito ni un héroe a venerar y ensalzar.
Laura Vicente
Félix, las tres aclaraciones las hago para dejar claro cuanto me desagrada, personalmente, la mitificación y la conversión en héroe de Seguí.
Me pregunto porqué no se hace lo mismo, por poner un ejemplo, con Evelio Boal, detenido por la huelga de la Canadiense, secretario del Comité de la CNT hasta el mes de marzo de 1921, cuando fue detenido y encarcelado en la Cárcel Modelo de Barcelona. Allí fue golpeado y torturado. En 1921 fue asesinado mediante la ley de fugas, tras dejarlo en libertad junto con Antoni Feliu, tesorero del sindicato. ¿Alguien se acuerda de Boal?
Buen artículo, Laura. Muchas gracias. Coincido sustancialmente con lo que expones, pero yo acentuó quizá más la opción anarquista de Seguí desde el principio, presente en su manera de entender la lucha sindical y su propio compromiso personal.
No he entendido bien las tres primeras aclaraciones, pues quedan claras según lo lees. Si no fuera porque te conozco personalmente y hemos trababajado juntos (quizá continuemos ese trabajo), te aplicaría el viejo adagio latino «excusatio no petita, accusatio manifesta». Se entiende bien y suena mejor en latín.
He recibido comentarios de todo tipo sobre este libro, todavía no lo he leído pero lo haré. Gracias.
En mi anterior comentario dejé la reseña de un libro titulado «El noi del sucre»; aunque basado en Salvador Seguí y la lucha anarcosindicalista del 1r tercio del S XX, el libro se llama «Apóstoles y asesinos».
Me intereso mucho, como partidaria del anarcosindicalismo en general y del acracia a título personal, el libro El noi del sucre, de Antonio Soler.
Este artículo asimismo está muy bien vonstruifo y refleja las ideas y sobre todo la vida de este puntal de la lucha obrera desde el anarcosindicalismo.