Toda la historia de la especie humana, desde el big bang a la actualidad, es una historia de la estupidez humana. Por resumir, ese cretinismo se muestra en todo su esplendor, en la siguiente creencia: que realizando sacrificios humanos, mejoran las cosas. Es decir, coges a tres mujeres cualesquiera, les atas el cuello a las rodillas, las entierras vivas, y a continuación llueve. Las cosechas son abundantes, los hijos obedecen a los padres, las naciones son más prósperas. Eso es.
En el debate sobre las naciones que hoy fundamenta varias inmolaciones de ese tipo, en mi barrio un partidario de la guerra asimétrica y de la guerrilla, me cuenta cómo los vietnamitas o los talibanes, enfrentándose a enemigos mucho más poderosos, consiguieron derrotarlos. Los palestinos, por ejemplo, llevan décadas enfrentándose con éxito a Israel –por lo visto–.
Yo lo que recuerdo de ese asunto, desde hace la tira, son las sucesivas palizas que han recibido los palestinos a pesar de batallas convencionales y de ataques kamikazes. Desde el sonriente Yasser Arafat y la OLP, a la actual amalgama de siglas que uno se pierde entre ellas, hostias van y vienen para los palestinos. Me da a mí que si la guerrilla después de 75 años de lucha, tiene un país devastado y miles y miles de difuntos, más valdría replantearse el tema de otro modo. Más que nada por la gente que muere sin que le vaya ni le venga… Porque, al fin y al cabo, el combatiente suele estar más seguro que el civil, y a las cifras de víctimas mortales me remito.
Y lo mismo pasa en el otro bando. El delirante nacionalismo hebreo dio a luz a una serie de organizaciones terroristas que mediante terribles atentados lograron hastiar a los ocupantes británicos, que dijeron «ahí os quedáis con vuestros putos muertos». Las recién creadas Naciones Unidas, que buscaban evitar la guerra y resolver pacíficamente los conflictos, crearon el Estado de Israel. Mucho ojo: con los votos a favor tanto del bloque capitalista como del bloque socialista, que la gente se olvida de la URSS y sus satélites. Votaron en contra todos los países árabes de la zona, que aseguraron que irían a la guerra.
En fin, se creó un Estado de Israel en medio de la furibundia nacionalista. Un Estado chiquitito. Por no cansarnos con detalles: con unas dimensiones en las que en caso de guerra y de rebasarse la frontera y romper el Frente, llega la infantería enemiga al mar… En un par de horas. Cien kilómetros de ancho y cuatrocientos de largo. Y la mitad es desierto. Y 14 millones de ciudadanos. Y rodeados de Estados hostiles que tienen cientos de millones de habitantes.
Pues nada, ahí se les ocurrió meterse, cuando de haber empleado todos los dineros que se han gastado en aviones, tanques, militares, guerra electrónica, bombas atómicas, programas espías y asesinos a sueldo, podrían haberse comprado las provincias de Badajoz y de Huelva, y estar poniéndose ciegos de cerveza, vino, jamón de bellota y gambas. Y lo mismo el Presidente de la Junta de Extremadura sería Netanyahu.
Basta ya de naciones imperecederas, de Estados ancestrales, de guerras justicieras y de guerrillas redentoras por un futuro mejor. Basta de sacrificios rituales pa que llueva. Que por eso la historia de la Humanidad, es la historia de la estupidez.
Acratosaurio rex
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