Vamos a echar un vistazo ahora a otra obra fundamental para comprender el anarquismo en España, y su relación con el arte: se trata de Arte y compromiso. España 1917-1936, de Arturo Ángel Madrigal Pascual (Fundación Anselmo Lorenzo, Madrid 2002).
Como debería ser sabido, los acontecimientos sociales tienen una influencia en nuestra conciencia conformando nuestra ideología; así, son estas ideas las que en determinadas ocasiones aparecen a nuestro alrededor plasmadas en la actividad artística. Son esas obras las que tantas veces empujan a personas que conectan con esas ideas a la acción, influyendo entonces a su vez en los cambios sociales que hasta entonces estaban latentes. En este sentido, hay que observar la obra artística comprometida como de vanguardia, ya que se esfuerza en superar los convencionalismos sociales ayudando a generar una nueva conciencia apartada del «arte por el arte» (lo que podemos denominar un arte desinteresado ajeno a todo utilitarismo).
Lo que Madrigal analiza es que, a partir de 1917, se produce un acercamiento de un cierto del arte y los artistas a la clase trabajadora oponiéndose así a la sociedad capitalista; también, el hecho en los años 20 de que el artista avanzó solo, creciendo en su arte y en su compromiso con la vida y la sociedad a través de un realismo con rasgos propios. Se trataba de un estilo realista reivindicativo, que trata de ayudar a transformar el mundo, y no pretende solo alcanzar la belleza; por supuesto, en España no existe un realismo exclusivo, sino que el estilo se ve influido por otras tendencias en el panorama internacional. Si en Europa occidental (Zúrich, Berlín…) es el dadaísmo el que se encarga de tomar un camino revolucionario, en España no existirá un movimiento artístico organizado en contra del capitalismo, la opresión y el militarismo; no obstante, existe ese arte revolucionario en la sociedad española, menos coordinado, pero más espontáneo y real que en otros países debido a que la protesta surge tantas veces de las personas que sufren los avatares de la vida.
Existe también en las vanguardias formales en España un compromiso político, enriqueciendo así el concepto artístico y alejándolo de la mera comercialización y exhibición en galerías y museos. Estilos como el surrealismo y el cubismo presentan matices realistas, ya que son obras que nacen en lo más profundo del artista donde puede encontrarse su compromiso con el arte y con la vida. Los movimientos sociales, como es lógico debido a que la obra se fundamenta en la ideología del artista, influirán sobre su posicionamiento político, aunque la actitud formal de las creaciones pertenezca únicamente al mundo interior de sus realizadores. Las manifestaciones de un arte comprometido se producen en momentos revolucionarios de gran tensión social, aunque no siempre se puedan catalogar de arte revolucionario. Convive un arte vacío de contenido (sin tener en cuenta su estilo o tendencia) con uno surgido de lo más profundo del artista, de sus propias vivencias dirigidas contra los causantes de los males de la humanidad. Es por eso que hay que hablar de un arte comprometido, basado en un lenguaje fundamentado tanto en la ideologías como en los sentimientos.
En el entorno del obrerismo surgen determinados teorías sobre el arte, a las cuales la historia ha prestado poca atención. Toda la actividad nacida a finales del siglo XIX, se desarrolla en la Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930), aunque al margen de ese régimen político, incapaces sus responsables de ser conscientes de la fuerza de los movimientos artísticos; éstos, se radicalizarían progresivamente hasta llegar a jugar un importante papel en los años de preguerra y del conflicto. Toda la literatura surgida de la Revolución rusa, junto a los escritores anarquistas, influyen en la intelectualidad española; puede hablarse de un frente popular artístico e intelectual, anterior al político, muy vinculado a la clase trabajadora. Parte de la Generación del 27 romperá con la herencia de la poesía pura mostrándose conscientes sobre los problemas del mundo, combinando sentimiento con una crítica a la sociedad burguesa. En ese proceso ético-social, que cuestiona el arte puro burgués, el mundo libertario tuvo mucho que decir al liberar la creación artística de su condición mercantilista y rehabilitar la noción de trabajo también como arte.
En mayo de 1936, en su Congreso Confederal de Zaragoza, la CNT reserva al artista el papel que desee jugar una vez cumplido su jornada de trabajo como productor. Para los anarquistas, un arte verdadero solo puede estar relacionado con la vida y manifestado a favor de un arte popular libre de intereses particulares. En los años 30, existirá una consonancia de un arte revolucionario con los movimientos proletarios del momento; no es que las organizaciones políticas y sindicales indiquen el camino a seguir a los artistas, sino que son los autores los que ponen su obra al servicio de aquellas. Además de la pintura y la escultura, existirán técnicas características revolucionarias como el dibujo, el grabado y el fotomontaje. En la Guerra Civil Española, se desencadenará una serie de acontecimientos artísticos, los cuales coexistirán en la vanguardia y en la retaguardia alcanzando gran protagonismo. Un arte al servicio del pueblo que alcanzó grandes magnitudes de creatividad y personalidad, y aportó al mundo cultural obras de gran valía. En este periodo, el arte predominante fue el cartel, que alcanzó un gran nivel estético y fue realizado tantas veces por dibujantes y pintores prestigiosos etiquetados como artistas frustrados por la propaganda purista. La época en España analizada por Madrigal desarrolla en definitiva un movimiento artístico de aspiraciones universales, alejado de toda influencia nacional; el propio autor asegura, en línea con la tesis mantenida por Rocker en Nacionalismo y cultura, que es un momento de gran auge artístico muy influenciado por lo social al no estar tampoco constreñido por la influencia nacional y ser plenamente humanista y universalista.
Capi Vidal
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