Nacido en Torrelavega, España, en 1876, de origen aristocrático, de padre inglés y madre española, descendiente de los duques de Alba. Estudia Ingeniería en varias ciudades, y se gradúa en París. En Madrid lleva vida de bohemio: el juego y las mujeres. Adquiere fama de señorito adinerado y caprichoso pendenciero. Preso de una afiebrada vehemencia es retador y duelista empedernido. Participa de la vida intelectual de esa ciudad y traba amistad con Valle-Inclán, con Ramiro de Maetzu y con Pío Baroja. Fue influenciado también por el clima del turbulento fin de siglo XIX.
En 1902, el Duque de Arión, con el fin de evitar un duelo con Barrett, lo difama acusándolo de ser homosexual, y de esa manera lo descalifica para batirse a duelo. [Rafael] Barrett es examinado por 6 médicos y obtiene un certificado de virginidad. Ante la negativa del Duque de batirse, Barrett arremete contra el cobarde en plena sesión de gala del Circo Paris. Luego del episodio, la alta sociedad que lo había mimado y adulado, le da la espalda.
Barrett tiene 26 años y emprende un camino que tendrá aspecto de exilio. Suele decirse que un verdadero viaje no es aquél en el que cambia el paisaje, sino en el que cambia la mirada. Y en este sentido el viaje de Barrett será doble: por un lado será la travesía que lo llevará de España a Argentina; y por otro lado será el viaje que lo llevará desde un individualismo romántico exacerbado, hacia una preocupación social que tendrá la forma de la lucha a través de la difusión de las ideas, hasta finalmente reconocerse y declararse anarquista. Tal es la descripción que hace Álvaro Yunque, quién se pregunta “¿Pero cómo se hizo rebelde este high life madrileño?” Sus estadios podrían precisarse en los siguientes:
En 1890: estudiante aplicado en Francia.
En 1900: dandy mimado en los salones españoles.
En 1902: parásito pendenciero, despreciado por la aristocracia madrileña.
En 1903: varios periódicos de la época publican su suicidio. Año de su viaje a América.
En 1904: cronista agudo, apreciado por los periódicos, es corresponsal en Paraguay.
En 1906: crítico y denunciante de la desigualdad. Publica su ensayo Buenos Aires.
En 1908: escritor revolucionario. Escribe Lo que son los yerbatales y Mi anarquismo.
En 1910: cronista y escritor anarquista: Escribe El terror argentino. Año en el que muere.
Curiosamente en 1903 se difunde la falsa noticia de su suicidio, en al menos 5 periódicos españoles. Es en ese año que se embarca hacia América. De alguna manera hubo un Barrett que moría, para dar comienzo a una metamorfosis que dejaría atrás la trasnochada vida de un frívolo, hasta convertirse en la voz de los oprimidos. Buenos Aires recibió con los brazos abiertos al señorito de alta alcurnia, para luego vomitar desde sus mismas entrañas al inadaptado que sentencia: “Adaptarse al presente es renunciar al futuro”.
Su llegada al Río de la Plata se produce como la de cientos de miles de inmigrantes que llegan a América. En la primera década del siglo XX al puerto de Buenos Aires llegan millón y medio de personas. Y al igual que ellos, lejos de encontrar del otro lado del océano las oportunidades prometidas, halló desigualdad y explotación:
¡También América! (se dijo) Sentí la infamia de la especie en mis entrañas. Sentí la ira implacable subir a mis sienes, morder mis brazos.
Su anarquismo es alumbrado por la decepción, la desilusión, o mejor dicho, el desengaño. América no sólo tiene sobre sí la infamia de la explotación, sino también la imposibilidad de escapar de ella. Guía su pluma un sentimiento de rechazo, o más bien asco, a la desigualdad arbitraria del privilegio, un hartazgo insoportable ante la miseria de aquel que no tuvo oportunidad. Así describe la caída de la noche en su denuncia, llamada Buenos Aires, de 1906:
[…] donde ya empieza a gusanear el hombre… Chiquillos extenuados, descalzos, medio desnudos, con el hambre retratado en sus rostros graves, corren sin aliento, cargados de Prensas, corren débiles bestias espoleadas, a distribuir por la ciudad del egoísmo la palabra hipócrita de la democracia y del progreso […].
Buenos Aires es la ciudad en la que los mendigos espantan a las ratas y los hombres disputan con los perros un pedazo de carne chamuscada extraída de la basura. La descripción que hace Barrett no sólo nos brinda una imagen desgarradora de la decadencia humana, sino que al mismo tiempo nos describe el desgarro de su entereza de hombre ante tal espectáculo. Es el relato de un hombre al que la esperanza de encontrar en una nueva tierra un hombre nuevo, se hace trizas ante sus ojos.
En 1908, en su ya célebre escrito Mi anarquismo, se autodefine anarquista de esta manera: “El anarquismo tal y como yo lo entiendo, se reduce al libre examen político”. Barrett no es el intelectual académico al estilo europeo. Él no está alejado de aquellos de los que habla, ni asume una mirada de disecador frío, ajeno emocionalmente a los fenómenos descriptos. No, ese no es Barrett. El no vino con las ideas anarquistas en el bolsillo, como tantos otros. No miraba la realidad desde un cristal previamente biselado. Es la realidad la que le imprime su marca.
Su estilo de escritura, breve y sentencioso parece haber sido el resultado del azar, impuesto por la exigencia del formato, acomodado a la necesidad de los periódicos. Así sus breves crónicas, sus sintéticas y rotundas apostillas, resultaron un híbrido a mitad de camino entre el artículo y la glosa, una verdadera condensación abigarrada de ideas, que convencían también por su densidad.
Una de sus obras más emblemática es El Terror Argentino, que fue escrita en 1910, año en el que el Estado argentino pone en vigencia la Ley de Residencia y la de Defensa Social, para asegurar los festejos del Centenario, frente a las huelgas, protestas y atentados,. En ese opúsculo, Barrett se posiciona respecto de la modalidad anarquista de la Acción Directa, y analiza el atentado a R. L. Falcón y los hechos del 1° de Mayo de 1909, en la llamada Semana Roja. Llega a la conclusión de que la responsabilidad última del Terror la tiene el Estado argentino, sus tres poderes y todas las instituciones que actúan en complicidad: policía, prensa afín y propietarios. El Terror en Buenos Aires tendría como origen una violencia originaria y letal, ejercida por el Estado sobre aquellos a los que, paradójicamente, debe proteger. Como respuesta a ese verdadero Terror, surge para Barrett, el terror que, sólo intenta poner fin a un orden injusto.
Muchos han descripto su vida como la de un Quijote, no porque su periplo resultara el avatar de su delirio de caballero, sino por la soledad que caracterizó su febril reclamo, su visceral argumento, su lucha denodada, no contra molinos de viento, sino contra verdaderos gigantes: el estado y el capitalismo asociados en la explotación y en la represión de los hombres. Lamentablemente la vigencia de su legado se debe a la tenaz persistencia de las desigualdades por él denunciadas.
Elina Ibarra
Hacia el porvenir
Rafael Barrett.
Los tres títulos que se incluyen en este volumen ofrecen textos muy representativos de tres facetas esenciales en la obra de este autor fundamental y controvertido, coetáneo de la Generación del 98 y nacido en España pero considerado por muchos como un escritor paraguayo: su literatura de denuncia, sus ideas estéticas y su pensamiento social. Además, estos tres escritos corresponden también a tres momentos cruciales en la evolución del proceso creativo de Rafael Barrett: De Estética fue publicado en agosto de 1905 y pertenece a la primera etapa de Barrett, cuando su transformación americana es todavía incipiente; se trata de un texto casi íntegramente europeo en su contenido y en sus referencias. Los artículos que constituyen Lo que son los yerbales se publicaron por primera vez en junio de 1908 y corresponden a los momentos más intensos de su acción agitadora, además de haberse convertido en uno de los textos fundadores de la «no ficción» latinoamericana. La cuestión social apareció en marzo de 1910; corresponde, por tanto, a su etapa más madura.
Tras el único libro publicado en vida, Moralidades actuales, inmediatamente otras obras fueron editadas en Montevideo, siempre con selecciones de sus textos aparecidos en periódicos. En 1911 El dolor paraguayo (cuyo índice llegó a preparar el propio Barrett) y Cuentos breves. En 1912 cuatro libros: Al margen, Ideas y críticas, Diálogos, conversaciones y otros escritos y Mirando vivir. También empieza a ser editado en otros países de América. En España la obra de Barrett se conoció pronto. En 1919 la editorial América publica en Madrid Moralidades actuales y Cuentos breves. Luego se produce un largo vacío de casi sesenta años hasta la publicación en 1976 de Mirando vivir, una excelente selección de artículos realizada por Carlos Meneses.
«Rafael Barrett fue un precursor en todos los sentidos.» Augusto Roa Bastos
Como señala Francisco Corral en el excelente prólogo de este libro, la biografía de Rafael Barrett es la crónica brillante de un fracaso. Su vida fue muy corta, no llegó a los treinta y cinco años, y el tiempo que pudo disfrutar del reconocimiento a su obra fue también extraordinariamente breve: un solo día. Ese único día de gloria literaria en la vida de Barrett fue exactamente el 6 de septiembre de 1910 cuando, ya enfermo terminal de tuberculosis, desembarcó en Montevideo tras haber descendido el río Paraguay desde Asunción siguiendo luego el Paraná para salir al mar. Viajaba de regreso a Europa y cerraba así su etapa americana en un trayecto inverso del que siete años antes le había llevado a Buenos Aires y más tarde a Asunción. Murió el 17 de diciembre de 1910, a las 4 de la tarde, en Arcachon frente al Cantábrico, el mismo mar cerca del cual había nacido, el 7 de enero de 1876 en Torrelavega.
Pero sus infortunios habían comenzado muchos años antes, concretamente en abril de 1902 cuando se enfrentó a la «buena sociedad» madrileña. Los escasos datos existentes sobre su juventud en España coinciden en dibujarlo con todos los rasgos idóneos para el triunfo social: de buena familia, culto, distinguido, elegante y atractivo. El joven Barrett poseía, además, alta formación y capacidades artísticas y estaba vinculado a la juventud intelectualmente más inquieta del momento. Su amistad con Valle-Inclán, con Maeztu, con Ricardo Fuente, con Manuel Bueno, los testimonios de Baroja y de Cansinos Assens, lo sitúan en plena vanguardia de aquella efervescente «juventud del 98» que se debatía en el torbellino de la llamada «crisis de fin de siglo».
No existe constancia alguna de producción literaria durante su etapa española. Es en Argentina donde publica sus primeros artículos de interés literario, en la prensa de Buenos Aires. Barrett se va implicando cada vez más en la lucha social y en el compromiso ético. El año 1908 marca la cúspide de su acción agitadora, abraza el anarquismo y asume los ideales del movimiento obrero. Ese mismo año publica la serie de artículos Lo que son los yerbales.
Editorial Periférica, 2008.
176 págs.
Rústica 17×12 cm
ISBN 9788493474652
http://www.lamalatesta.net/product_info.php/products_id/2639
Moralidades actuales
Rafael Barrett.
Con un prólogo de Gregorio Morán
Rafael Barrett Álvarez de Toledo, nació en Torrelavega (Cantabria) en 1876, y murió en Arcachon (Francia) en 1910. Hijo de un británico y de una española descendiente de la vieja nobleza, gozó de una exquisita educación; se mezcló con la bohemia madrileña, y tuvo que exiliarse —primero a Argentina y después a Paraguay— tras un incidente, ya legendario, en el que azotó públicamente al duque de Arión.
Hombre de una extrema sensibilidad y poseedor de una inmensa cultura, fue un pensador radical y un escritor que se batió en corto. Partiendo en muchas ocasiones de un acontecimiento concreto y haciendo uso de diferentes géneros narrativos, Barrett desmenuzó con fina ironía el alma humana, sus móviles más profundos y sus anhelos más grotescos. En apenas siete años produjo una obra considerable (cuatro volúmenes, que conozcamos) de una calidad excepcional, cosa que Borges, entre muchos otros, no tardó en reconocer. Aun así, Rafael Barrett es posiblemente el escritor español más injustamente ninguneado. Afortunadamente, gracias a la labor de un puñado de entusiastas a ambos lados del Atlántico, su obra no ha sido olvidada.
Presentamos ahora la única antología que él mismo preparó de sus escritos y que no se publicaba íntegramente desde 1919. Además esta edición cuenta con un prólogo de Gregorio Morán, uno de los escritores que más se han ocupado en los últimos años de reivindicar el legado de Barrett.
[…] Moralidades actuales constituye una colección de textos compacta, importante no sólo para nosotros, sus lectores, sino trascendente para el propio autor. No es una colección cualquiera de artículos ya publicados sino bastante más. Si hubiera que señalar una característica de la obra de Barrett esa sería su capacidad para unir la radicalidad de sus posiciones intelectuales y políticas con un estilo literario muy elaborado que le convierte en una de las figuras más significativas y ninguneadas del modernismo, un movimiento que se nos explicó siempre con abundancia de jardines y nenúfares, pero que se caracterizó por su visión novedosa, brillante, variadísima del mundo.
[…] Si hubiera que hacer un resumen de la vida de Barrett y de su obra, inseparables, sería inevitable concentrarse en las Moralidades actuales, el fruto maduro de un escritor en el momento más creativo de su vida, cuando todo era posible, incluida la ambición de influir en la sensibilidad y la inteligencia de la gente.
No es por ninguna deuda con la historia por lo que nos sentimos obligados a recuperar a Rafael Barrett y sus Moralidades actuales, es por nosotros. Estamos ante un maestro y no haberlo leído nos limita. […]
Pepitas de calabaza, ed. 2010
372 págs 17×12 cm
ISBN 978-84-938349-0-6
http://www.lamalatesta.net/product_info.php/products_id/3953
Y el muerto nadó tres días
Rafael Barrett
Prólogo de Francisco Corral.
El escritor Augusto Roa Bastos dijo que Barrett «es un precursor no sólo en el sentido del que precede y va delante de sus contemporáneos, sino también del que profesa y enseña ideas y doctrinas que se adelantan a su tiempo». A más de cien años de haber sido escritos, los textos de Barrett siguen siendo iluminadores del presente, de nuestro presente. Las páginas que escribió nos siguen interpelando y continúan siendo perfectamente válidas para reconocer nuestra sociedad actual desde el análisis radical y desde el más exigente espíritu crítico. Su lucidez al formular las contradicciones claves que confluyen en la crisis de su tiempo, compone esa deslumbrante conjunción de vanguardismo literario y crítica radical que caracteriza su obra.
En palabras del uruguayo Rafael Spósito, la obra de Barrett plasma «una síntesis primorosa de ternura y de rabia pocas veces igualada». Y el muerto nadó tres días se centra en la parte más literaria de la obra de Rafael Barrett, reuniendo sus mejores cuentos y otros textos (Epifonemas, microcuentos, diálogos socráticos, reflexiones…).
La obra incluye un prólogo de Francisco Corral, autor de El pensamiento cautivo de Rafael Barrett. Crisis de fin de siglo, juventud del 98 y anarquismo (Madrid, 1994), y compilador de Obras completas Rafael Barrett (Santander, 2010).
Libros de Itaca, Madrid 2014
220 págs. Rústica 21×14 cm
ISBN 9788494251306
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