Durruti es un personaje curioso, de fuertes contrastes. Fue educado en su juventud por un socialista, comenzó su carrera sindical en la UGT, de la que fue expulsado por revoltoso. Luego se metió en múltiples conflictos, se le atribuyen atracos y asesinatos nunca demostrados… Con lo cual socialdemócratas y gente de esa laya, moderados y reformistas, a día de hoy le pondrían de terrorista. Por otro lado, era una persona de costumbres convencionales. La noche del 19 de julio, antes de ir al combate, está documentado que se comió un bocadillo de salchichón, bebió un vaso de vino y fumó cigarrillos mientras limpiaba la ametralladora Hotchkiss. Por lo tanto, los veganos le habrán echado la cruz. Dicen que era feminista, que con una mano acunaba a la hijita en brazos y le daba el biberón, y con la otra disparaba el fusil en la barricada… Dado que el pobre Buenaventura estaba siempre de un lado para otro, la que mantenía la familia era la compañera Emilienne, poooorque Durruti no aportaba ni un céntimo dada su pobreza… No sé si eso es feminista, que el hombre haga política y la mujer atienda a la supervivencia… Luego ya en plena guerra, mientras sus amigos se repartían ministerios y secretariados, se puso a mandar una columna de milicianos, que por número de soldados era un regimiento, lo cual le daba el rango de coronel de tres estrellas, estando por si eso fuera poco bajo el mando del General Miaja en el Frente de Madrid… Eso lo inhabilita de cara a defensores de principios, insurreccionalistas y puristas varios, que me responden, que Durruti fue «uno de tantos». Claro, todos sabemos que a los milicianos de la CNT, cuando mataban a uno, le hacían un pedazo de entierro con manifestación de masas y el presidente de la Generalitat y el embajador ruso dando discursos… ¡En catalán!
Pero por obra y gracia de una muerte violenta y misteriosa, resulta que gente de IU, de la CUP, puristas, defensores de principios, insurreccionalistas y reformistas, alaban el nombre de Durruti, que nos inspiró eso del corazón y el mundo nuevo. ¿Y todo por qué? Pues básicamente porque unos no se atreven a dar atracos, y otros no consiguen ser ministros.
Avenida de Buenaventura Durruti, en Getafe, entre Manuel Azaña y Largo Caballero. De sus restos, ignoramos el paradero.