Las fronteras habituales de Siria fueron trazadas por cartógrafos imperiales hace cien años, en plena Primera Guerra Mundial, como parte de un acuerdo secreto entre Francia y Reino Unido para dividir el botín del Imperio turco otomano. Como el Estado colonial dio paso al Estado independiente, el poder fue transferido de los amos occidentales a las élites locales. Los tres principales discursos que se desarrollaron con la lucha anticolonial -socialismo, nacionalismo árabe e islamismo- crearon la idea fetiche de un Estado fuerte como base para la resistencia a la hegemonía occidental. En el caso de Siria, eso condujo a un régimen ultra-autoritario cuyo poder estaba centralizado en un hombre de Damasco, Bashar al-Assad, reforzado por la burocracia estatal y las fuerzas de seguridad. Pero hoy han surgido nuevos modos de organización que desafían la autoridad central y el marco del Estado.
Durante la revolución contra Assad, que comenzó en Siria en 2011, la tierra fue liberada hasta el extremo que hacia 2013 el régimen había perdido el control sobre cuatro quintas partes del país. Como el Estado se empezaba a desintegrar, las comunidades necesitaban construir estructuras alternativas para mantener la vida en las zonas autónomas recién creadas.
El modelo que surgió estaba basado en la visión del anarquista sirio Omar Aziz, que realizó un informe en noviembre de 2011, octavo mes de la revolución, llamando al establecimiento de consejos locales.
Aziz argumentaba que es inconsistente para un revolucionario participar en protestas cada día y luego volver a vivir dentro de las estructuras jerárquicas y autoritarias impuestas por el Estado. Creía que la actividad revolucionaria entraría en todos los aspectos de la vida y llevaría a cambios radicales en las relaciones sociales y la organización.
Por ello, hace un llamamiento por la organización autónoma no jerárquica y por el autogobierno, basado en principios de cooperación, solidaridad y apoyo mutuo. Plantea los consejos como foros horizontalmente organizados en los que la gente puede trabajar unida para lograr los tres principales objetivos: llevar su vida independientemente del Estado, colaborar colectivamente, e iniciar la revolución social de forma local, regional y nacional.
Junto con sus compañeros, Aziz contribuyó a establecer el primer consejo local en Zabadani, seguido por otros en las ciudades sirias de Barzeh, Daraya y Douma.
Lamentablemente, Aziz fue detenido en noviembre de 2012 por agentes del servicio secreto del régimen de Assad, y conducido a la infame cárcel de Adra, donde murió tres meses después. Poco antes de morir declaraba: «No somos menos que los trabajadores de la Comuna de París; ellos resistieron setenta días y nosotros aguantaremos un año y medio».
Cientos de consejos locales se han extendido por toda Siria, llevando el poder al nivel de la comunidad. Se trata de estructuras administrativas civiles, y muchos han elegido a sus miembros mediante elecciones democráticas o por consenso popular, nada que se haya oído en el totalitarismo de Assad. Algunos celebran elecciones cada tres o seis meses para recordar a los representantes que no lo están haciendo bien y que las decisiones importantes han de tomarse por mayoría.
Incluyen a activistas revolucionarios, profesionales y representantes de grandes familias o tribus. En la mayor parte de los casos, conservan su independencia respecto a las facciones políticas o militares, y en comunidades mixtas como las de Yabroud, Selemmiyeh o Manbij los consejos locales incluyen a representantes de los diferentes grupos étnicos o religiosos. En ausencia de Estado, los consejos locales siguen proporcionando agua, educación y sanidad a las comunidades locales. Ponen en funcionamiento fuentes alternativas de energía, como la solar, y cultivan alimentos para poner fin a la inanición de las comunidades bajo el asedio.
Varios comités dependientes de los consejos se encargan de los trabajos de difusión, de defensa civil y de reparto de ayuda humanitaria. Los consejos locales al nivel de pueblos o barrios suelen estar conectados con consejos provinciales de mayor tamaño. Eligen presidentes y copresidentes e incluyen numerosos departamentos como difusión, asistencia, salud, seguridad y servicios legales y civiles.
Estos experimentos de autoorganización se han visto atrapados en una compleja maraña de desafíos. Las áreas liberadas han sido el objetivo principal de los ataques aéreos de los seguidores de Assad (y, más recientemente, de los rusos), en un intento de aplastar cualquier alternativa al régimen.
El asalto implacable ha contribuido a la despoblación de esas áreas y ha dado lugar a oleadas de refugiados en busca de seguridad en el extranjero. La militarización de los levantamientos, que alcanzó su máximo en el verano-otoño de 2011, transformó lo que era una organización horizontal, inclusiva y no sectaria, en una lucha entre muchas facciones autoritarias compitiendo por conseguir la hegemonía y negar la autodeterminación a las comunidades liberadas.
Los ejemplos más claros son los de las facciones islamistas más extremas que han tratado de arrebatar el control a los consejos locales e imponer sus propias estructuras paralelas, como el consejo Sura y el tribunal de la Sharia, a pesar de la protesta popular en las áreas en las que esto ha sucedido.
Estos grupos siguen siendo parte de la lucha armada anti-Assad (y ahora con la implicación militar de las potencias imperialistas, parte de la lucha contra la ocupación extranjera) así como de la lucha contra el ISIS. Pero no han formado parte de la lucha del pueblo sirio por la libertad, la justicia social y la autodeterminación. Tratan de sustituir un Estado autoritario por otro.
Los consejos provinciales están a menudo vinculados a la Coalición Siria Nacional (la oposición en el exilio), que a su vez está influida por las políticas de los poderes extranjeros, especialmente Occidente y los Estados reaccionarios del Golfo Pérsico. Condicionados por su financiación política, su democracia de base se ve comprometida. Se dan otros desafíos a nivel social.
La sociedad siria es enormemente patriarcal, de la familia al Estado pasando por la tribu. Pocas mujeres son miembros de los consejos locales, a pesar del destacado papel de la mujer en los grupos revolucionarios y en organizaciones civiles como los Comités de Coordinación Local, o los numerosos centros de mujeres en las áreas liberadas. Ese apoyo al activismo femenino y a su implicación en las esferas política, económica y social es un medio de desafiar las estructuras patriarcales tradicionales.
En las regiones kurdas del Norte, la revolución social ha sido mucho más inclusiva con las mujeres. Tres cantones kurdos no contiguos (Jazira, Kobane y Afrin) han declarado su autonomía democrática en enero de 2014, estableciendo un parlamento (elegido por designación), varios ministros y tribunales.
Esos tres comités constituyen Rojava, que lleva tiempo siendo dirigida por los kurdos del Partido de Unión Democrática (PYD). El PYD ha sido fuertemente influido por las ideas del líder encarcelado del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), Abdullah Ocalan, que a su vez está influido por el anarquista americano Murray Bookchin y abraza la idea del confederalismo democrático.
Basada en los principios de la democracia directa, igualdad de género y ecología, esta idea desafía directamente a la noción de Estado-nación, llamando a la autonomía regional y promoviendo la autoorganización y el autogobierno.
Por toda la Rojava, las comunas son el foro a través del cual la gente se reúne a buscar soluciones a sus necesidades y a los retos que se les plantean. Cada comuna tiene varios comités dedicados a temas de educación, justicia, abastecimiento, ecología y autodefensa. Las decisiones se toman por consenso.
Las comunas están vinculadas a los consejos de distrito, formados por comunas representativas y partidos políticos y (como las comunas) tienen una cuota del cuarenta por ciento de mujeres. Se vinculan a la administración del distrito a través de varios mecanismos que se coordinan entre los consejos y el gobierno regional de la Rojava.
A diferencia de otras áreas de Siria, la Rojava lleva tiempo sin sufrir la política de tierra quemada de Assad y sus aliados, permitiendo a esas áreas liberadas mayores oportunidades de desarrollarse y florecer.
Incluso han afrontado una serie de retos. A pesar de su retórica libertaria, el PYD, que domina la Administración Autónoma, es un partido autoritario que ha silenciado, arrestado, encarcelado y asesinado a otros grupos y miembros de la oposición kurda. Las Unidades de Defensa del Pueblo (YPG), dominadas por el PYD, y las Fuerzas Democráticas Sirias apoyadas por los americanos (dominadas por el YPG) han estado llevando a cabo recientemente ofensivas en las áreas de mayoría árabe bajo la protección de los ataques aéreos rusos. Parece un intento de asociar los distritos en un proyecto de Estado que va en contra de la idea del confederalismo democrático y pone en riesgo el conflicto interétnico de kurdos y árabes.
Por su parte, los kurdos se enfrentan a los constantes asaltos del Estado turco, que trata de aplastar las aspiraciones kurdas de autodeterminación tanto en sus fronteras como en Siria. Se defienden también de los ataques de los grupos islamistas extremistas, especialmente el ISIS, Jabhat Al Nusra (vinculado a Al Qaeda) y Ahrar Al Sham.
En toda Siria han caído las instituciones y estructuras jerárquicas y la gente organiza libremente y de forma autónoma sus comunidades. No ha habido en ningún lugar un desafío tan grande al concepto de Estado-nación desde la Revolución española y la guerra civil de 1936.
Pero, como hemos mostrado más arriba, esos experimentos de comunidades autónomas están en amenaza creciente en muchos barrios. Debido a la fuerza de la contrarrevolución, lo que puede ocurrir ante el hundimiento del Estado sirio es la imposición de más mini-Estados, fortalecidos por las armas, vallas electrificadas y retórica sectaria, creando mayores divisiones y un estado de guerra perpetua.
La solidaridad con los sirios en su lucha es vital. Sin embargo en muchas ocasiones varios grupos que se identifican como parte de la «izquierda» no solo han fracasado a la hora de mostrar su apoyo a los revolucionarios sirios, sino que han dado incluso un apoyo brutal a la contrarrevolución. Esto suele ser consecuencia de la ignorancia respecto al contexto sirio, generalizando el orientalismo y el aumento de la islamofobia.
Muchos han fracasado a la hora de ver o comprender la gran diversidad de actores que forman parte de esa lucha en estos momentos, actores que a menudo tienen objetivos similares (como el derrocamiento del régimen), pero diferentes objetivos finales.
Se da una incapacidad a la hora de distinguir entre grupos armados y resistencia civil; entre grupos armados de base democrática o simplemente comprometidos en la defensa de sus comunidades y los que tienen una actuación autoritaria; entre los que pretenden disolver las estructuras de poder tradicionales y los que solo buscan el poder para sí mismos.
La revolución se enfrenta a muchos retos, y nadie deberá engañarse pensando que el resultado será una sociedad libre. Los Estados y la contrarrevolución son mucho más fuertes que nosotros. Pero ante ese desafío, los anarquistas debemos resistir con los explotados y los oprimidos, con quienes están creando nuevos modos de organización en las circunstancias más difíciles y con quienes se enfrentan a la aniquilación constantemente.
La solidaridad práctica es mucho más fructífera que la intimidación teórica de los desinformados.
Leila Al-Shami
Publicado en Tierra y libertad núm.349 (agosto de 2017)