Sam Gómez y Miguel Ángel Bauset
Sam Gómez, cineasta, periodista y activista anarquista. Escribo sobre cine y crónicas de diferentes luchas sociales, locales e internacionales.
Miguel Ángel Bauset Guardado, fotoperiodista. Escribo sobre temas internacionales centrado en los derechos humanos, la memoria histórica y la ecología.
Afrín es uno de los siete cantones que forman la Administración Autónoma del Norte y Este de Siria (AANES), región conocida en kurdo como Rojava. Ubicada al norte de Alepo, Afrín es una ciudad de paisajes de olivos, valles y montañas y hogar de una población de mayoría kurdo‐siria. Previamente al inicio de la guerra civil siria de 2012, Afrín era considerada una de las regiones más pacíficas, acogiendo a más de 150 mil refugiadas y desplazadas a consecuencia de la guerra.
La ocupación ilegal de la región de Afrín por parte de mercenarios y milicias yihadistas financiadas, entrenadas y armadas por Turquía, se produjo el 18 de marzo de 2018, dejando tras de sí dos meses de bombardeos indiscriminados por parte de la aviación turca y la pasividad de los ejércitos de Rusia y Estados Unidos. Estos hechos provocaron el desplazamiento forzoso de más de 150 mil personas primero al cantón de Shahba y más tarde a Alepo, la cual estaba dividida entre las zonas de control kurdo, del régimen de Bashar Háfez al‐Ásad y de las milicias pro‐turcas, lideradas principalmente por el autodenominado Ejército Nacional Sirio, también conocido por sus siglas en inglés SNA.
A raíz de la caída del régimen de al‐Ásad en diciembre de 2024 la esperanza no fue lo único que se apoderó de los sirios. Turquía lanzó una nueva ofensiva contra el cantón de Shahba en la que volvió a ocupar Rojava de forma ilegal, ampliando el terreno bajo control de las milicias pro‐turcas y los grupos yihadistas (entre ellos Hayat Tahrir Al‐Sham, HTS, el nuevo gobernante de la antigua zona del régimen, y el SNA anteriormente mencionado) hasta llegar al río Éufrates y conquistando la capital del cantón, Manbij.
Como consecuencia, miles de personas se desplazaron hacia el territorio de la AANES, que ha habilitado escuelas, polideportivos y edificios gubernamentales en ciudades como Raqqa. Así, atienden a todas las personas nuevamente desplazadas, quienes ahora se dirigen hacia el este buscando la protección de las Fuerzas Democráticas Sirias y las milicias YPG e YPJ hasta que puedan volver a sus hogares.
En enero de 2025 pudimos entrevistar a dos familias kurdas, refugiadas ya por segunda y tercera vez. Las dos familias se encuentran en Raqqa, en una de las decenas de escuelas y centros convertidos por la administración kurda en refugios para los cientos de refugiadas de guerra exiliadas por la nueva ofensiva actual en el oeste del Éufrates. Ambas familias representan una cifra que, el 4 de diciembre de 2024, la AANES estimaba en unas 120 mil kurdas desplazadas de sus tierras, enfrentándose a la pobreza extrema y al sueño de regresar algún día a un hogar que tal vez ya no exista.
La primera familia está formada por Warde, una mujer de 50 años. Sostiene a una niña mientras nos cuenta cómo ha sido su viaje hasta Raqqa. Junto a ella, nos acompaña Doha, su nuera de 22 años, sentada a su derecha y Nasid, su sobrina de 16 años a su izquierda. Warde nos cuenta cómo, tras retornar a su pueblo después de los ataques del régimen de al‐Ásad, otros grupos bajo el nombre del SNA entraron en su pueblo, teniendo que huir de nuevo. Su familia tuvo que emprender un viaje sin recursos ni acceso a transporte, tan solo contaban con la ayuda de otras familias, que les ofrecían sus vehículos en el camino hacia Raqqa. Así como ninguno de los familiares de Warde fue asesinado o secuestrado por el SNA durante la ruta, Warde presenció cómo otras familias no corrieron su misma suerte y las milicias yihadistas se llevaron a hombres y mujeres de las que se desconoce su paradero.
«Tenemos miedo. Cada vez que el enemigo ocupa nuestros pueblos nos vemos obligadas a marcharnos y desplazarnos para preservar nuestro honor, dejando todas nuestras pertenencias detrás»
Después de salir del habitáculo en el que viven las cinco integrantes de la primera familia, nos encontramos con Sabah, de 56 años, su hija Assia de 28 y su nuera, Aisalin, de 24 años. Nos contaron su historia también. Sabah y su familia fueron expulsadas de su pueblo natal por las milicias del Estado turco hace años, tuvieron que vivir durante años yendo de un lugar a otro. «Tenemos miedo. Cada vez que el enemigo ocupa nuestros pueblos nos vemos obligadas a marcharnos y desplazarnos para preservar nuestro honor, dejando todas nuestras pertenencias detrás».
Sabah nos contó que en su último hogar eran pastoras y que las milicias turcas les arrebataron sus tierras, teniendo así que huir hasta su actual refugio donde la entrevistamos. Nos dicen: «Tenemos miedo, no queremos que los turcos ni al Golani nos maten». Tuvieron que salir con lo puesto a las dos de la mañana, sin dinero ni transporte. Durante nuestra entrevista, a principios de enero de 2025, Sabah asegura no haber visto a su hermano desde hacía al menos un mes, después de que el SNA lo secuestrara en la ruta hacia Raqqa. Sabah apunta a dos niños sentados sobre Aisalin mientras nos cuenta que esos niños se han quedado sin padre. Tan solo quieren que el SNA y el HTS devuelvan a todos los familiares y amigas detenidas y desaparecidas.
Aunque en Raqqa cuentan con la protección de la Administración, se siguen enfrentando con grandes problemas. Al dejar Afrín se quedaron sin hogar, sin recursos, sin nada. Ahora en Raqqa tan solo les queda el hambre, únicamente comen cuando les es posible. Hasta el momento no han encontrado trabajo, por lo que su acceso a comida se ve extremadamente limitado. En el caso de la familia de Assia, el exilio empeoró la enfermedad de su padre y nadie más de la familia tiene trabajo. Sabah nos cuenta que en Raqqa «echamos en falta de todo, nuestras hijas no tienen ropa, no podemos comprar cosas, solo nos podemos acostar sobre mantas».
Nasid ha tenido que dejar temporalmente los estudios, en Raqqa no tiene escuela y apenas sale del centro de desplazadas. Además de ver de nuevo a sus amigas, quiere completar sus estudios. En particular quiere hacerlo en una escuela donde se impartan clases en kurdo. En diez años quiere verse siendo doctora para poder ayudar a la gente. Por su parte, Assia nos cuenta que su sueño es también ayudar a la gente en Afrín y, además, trabajar para poder ser independiente.
Doha recuerda Afrín como «un lugar maravilloso donde todo estaba bien, nuestros familiares estaban con nosotras y vivíamos juntas»
Ambas familias tienen claros sus deseos para el futuro: volver a Afrín. Retomar sus vidas. Doha recuerda Afrín como «un lugar maravilloso donde todo estaba bien, nuestros familiares estaban con nosotras y vivíamos juntas». Tan solo desea una vida feliz para sus hijos y que pueda quedarse junto a su marido, pues «tras haber visto todo lo que hemos pasado, tengo miedo de lo que nos pueda pasar si nos separan».

Warde asegura que incluso en Raqqa no tienen ni descanso ni paz. Al igual que el resto de la población siria, ambas familias sienten incertidumbre sobre cómo será el nuevo gobierno. Actualmente lo preside Abu Mohammed al Golani, antiguo líder del frente Al‐Nusra, grupo de Al Qaeda que operaba en Siria y Levante, y ahora líder del HTS, organización que derrocó al régimen de al‐Ásad y que lidera la mayor parte de Siria. La familia de Warde admite que no saben qué pasará ni si será mejor o peor. Sin embargo, Assia tiene claro que su familia solo quiere estar con las
autoridades kurdas. Desconoce el futuro de Siria, pero sabe que la población kurda es el objetivo del Turquía y muchos integrantes del HTS, «no queremos que nos gobiernen los turcos, no queremos el SNA y no queremos a al Golani. Son ellos quienes nos masacran, atacan a nuestras hijas y queman nuestros hogares. Queremos que todos los países paren lo que está pasando y queremos nuestros derechos de retorno».
En el momento que visitamos el centro estaban ocurriendo varios movimientos geopolíticos relevantes. No solo había caído el régimen de al‐Ásad, sino que Donald Trump volvía a ser presidente y su socio turco, Recep Tayyip Erdoğan, es quien ataca al pueblo kurdo. Sobre esta situación dicen sentir gran temor. Warde cree que no se puede confiar en nadie, «tememos que en cualquier momento cualquiera de esos grupos pueda atacarnos».
En los primeros meses del actual mandato de Trump, una de sus medidas fue la congelación de las ayudas del fondo USAid, además de otras dedicadas a organizaciones de periodistas que trabajan en zonas de conflicto. Parte de los fondos con los que se asiste a familias como las de Warde y Sabah provenían del USAid, un fondo del gobierno estadounidense que aportaba ayuda a muchas ONG en diferentes países, entre ellos Siria. El Rojava Information Center, medio gestionado por periodistas internacionalistas ubicados en Rojava, asegura que estas medidas tendrán efectos devastadores en la población de Rojava y que servicios clave para la supervivencia de muchas familias se verán afectados, además de que podría suponer una oportunidad para el resurgimiento del ISIS, cuyos ataques terroristas se han incrementado en los últimos meses.

Hoy en día no ha habido retornos significantes a Afrín. A pesar de las negociaciones entre la AANES, las SDF y el HTS, tan solo ha prosperado el retorno de las familias asentadas en el campo de refugiados de Al‐Hol, el cual acoge a las esposas e hijas de miembros del ISIS de Siria e Irak. En Afrín sigue habiendo gran presencia turca, Alepo ha sido el único territorio que el SNA ha cedido al HTS. Esto significa que todavía existe una gran violencia sobre la poca población kurda que aún está allí. Recientemente una periodista kurda de la agencia SANA, Roshan Menla Muhammad, se suicidó tras la presión del jefe de comunicación de Afrín, llamado Abu Sham, y su cómplice Zana Khalíl, agente de la inteligencia turca. Ambos generaron bulos sobre la periodista, acusándola de insultar a la población árabe y enviaron al General de Seguridad del HTS para amenazarla y forzar que dejase su trabajo.
Siria se mantiene en un escenario profundamente incierto para su población y Afrín no ofrece seguridad para el retorno de sus habitantes. Tanto las alianzas entre las diferentes fuerzas sirias, como las alianzas con fuerzas internacionales, varían casi constantemente. En el país, la descentralización del Estado en la AANES ha sido clave para poder construir una región cuya sociedad conviva en paz, sin importar la etnia o la religión y ser a la vez un refugio para quienes se ven forzadas a huir de sus hogares.




