En esta época posmoderna de individualismo y cambios, de caos sobrevenido, de aparente desorden mundial, de desmoronamiento de la verdad y los valores universales absolutos, ya no es ninguna novedad que la democracia parlamentaria esté degenerando hasta el extremo de dejar paso a que en este primer tercio del siglo XXI la autocracia gobierne en algunos de los países más desarrollados del mundo. Quizá más exactamente, la autocracia de los plutócratas. Milmillonarios que se nos presentan como libertadores y que rápidamente muestran su verdadera cara autoritaria y despiadada.
Esta degeneración y desafección hacia la democracia parlamentaria es también fruto de sus imperfecciones desde el momento en que se incumplen impunemente promesas electorales, se traicionan compromisos asumidos al abandonar al pueblo saharaui o continuar apoyando a Turquía a pesar de que sigue masacrando a la población kurda de Rojava, se obvia el peligro que supone la ola armamentística e incremento de la industria de guerra en Europa, se enardecen los nacionalismos o se recortan servicios públicos y prestaciones sociales en pro del incremento del presupuesto militar.
Pero sí es cierto que cada día quedamos más sorprendidos ante los disparates, horrores, masacres, decisiones incomprensibles… de estos personajes villanos esperpénticos, que podrían haber surgido de los cómics más distópicos (el emperador naranja; el multimillonario nazi; la motosierra carajo; el dictador ruso y su aliado norcoreano, el sionista vengativo, el neocid campeador…).
Ante este panorama, también nos satisface recordar que en todos esos cómics distópicos siempre había una Resistencia, una disidencia insurgente que brotaba desde la población, para que se reinstaurara la «cordura», la solidaridad y el colectivismo, la igualdad, la justicia social, la armonía con el medio ambiente, la verdadera libertad, la paz…
En esas autocracias, se asalta el capitolio de los Estados Unidos o el parlamento de Brasil o en Argentina se reprime de manera salvaje a las y los pensionistas; se desmantelan con violencia y represión los servicios sociales y públicos que atienden a la población más desfavorecida; se reduce drásticamente el «funcionariado» en pro de la ideología ultraliberal, capitalista y antiestatista; se persiguen y expulsan a las personas migrantes sin respetar los derechos humanos; se negocia el futuro de Ucrania y sus riquezas en tierras raras entre oligarcas rusos y americanos; se habla sin escrúpulos de anexionarse Groenlandia o el estrecho de Panamá; se cambia el nombre del Golfo de México; se propone convertir en un resort turístico la franja de Gaza; se eliminan de las redes sociales e internet las referencias a la lucha feminista y antirracista, se borra en el calendario digital toda referencia al Orgullo, al día de la Mujer Trabajadora o el Holocausto.
Salir de la red social X (Twitter) y buscar nuevas vías de comunicación está siendo una primera reacción de muchos colectivos (Redes Libertarias entre ellos) y personas para manifestar su rechazo a este intento de burda manipulación y control del pensamiento y el conocimiento.

Sin embargo, y paradójicamente, todo este purismo ideológico se desvanece, resulta falso, desde el momento en que esos mismos autócratas ponen aranceles económicos para proteger al estado o potencian el ejército que lo va a defender.
Fascismo, nazismo, franquismo, totalitarismo, imperialismo, militarismo, fanatismo religioso, nacionalismo, capitalismo, machismo… fueron algunos de los fantasmas que recorrieron Europa y el mundo en el pasado siglo XX. Son los villanos del siglo XX.
En ese mismo tiempo, los seres humanos fuimos capaces de encontrar propuestas y alternativas sociales y revolucionarias, humanistas, progresistas, pacifistas, ecologistas, feministas… que aportaron avances en derechos, libertades, igualdad y justicia social. Fuimos la Resistencia del siglo XX.
Hoy, en el siglo XXI, el trumpismo, el populismo, la extrema derecha neofascista y neonazi se organiza a nivel planetario hasta asaltar el poder y erradicar los derechos y libertades conquistadas, utilizando los procedimientos de la democracia parlamentaria y las nuevas armas/herramientas tecnológicas, algorítmicas que poseen, volviendo a recordar esos viejos fantasmas del pasado.
Fantasmas que creíamos superados y desaparecidos han vuelto a adquirir corporalidad y se materializan sin pudor entre la sociedad de manera transversal, ignorando clases sociales, exhibiendo el autoritarismo como la mejor manera de gobernar la sociedad. La juventud, especialmente los varones, están siendo cooptados por esa ideología.
Ese caos, ese descontrol aparente que vivimos y ante el que nos sentimos inertes e inermes, no es sino el control programado y diseñado por esos automatismos algorítmicos que regularizan nuestras vidas, comportamientos, deseos y emociones y que están en manos de los villanos.
Como seres humanos, estamos siendo desposeídos de autonomía, de crítica, de acción, designándosenos un papel no protagonista en el diseño del presente y el futuro, un papel de meros usuarios, consumidores y prescindibles porque en este mundo de robotización, inteligencia artificial y cibernética, lo que sobran son humanos.
Estamos ante un modelo social esquilmador y aniquilador de la vida que ha hecho de lo concreto, del egoísmo presentista, su seña de identidad, ignorando que la humanidad y su evolución nos ha enseñado que desde la competición no hay progreso y sí desde la cooperación. Kropotkin lo demostró con sus rigurosas investigaciones. A nosotras y nosotros nos toca ratificarlo ahora.
Trump/Musk han vuelto a la presidencia de la ya tambaleante primera potencia económica y militar del mundo, en un intento de reflotar y fortalecer su imagen de venganza y revancha supremacista contra los seres humanos más desfavorecidos (migrantes) o simplemente diferentes (LGTBIQ+). Y han vuelto con mayor apoyo social y sin el más mínimo principio diplomático o respeto por los derechos humanos, las relaciones internacionales multilaterales y no imperialistas.
La llegada de Trump al poder ha sido la gota que ha colmado el vaso pero no hay que rasgarse las vestiduras con los decretos que aprueba (un puro espectáculo televisivo en el que actúa como showman y se emite a diario desde la Casa Blanca), porque ya hemos asistido impasibles al genocidio en Palestina; a las miles de muertes en la guerra de Ucrania; a la muerte de miles y miles de personas mayores abandonadas y solas en las residencias; a la muerte de miles de migrantes en el Mediterráneo; a la xenofobia y el racismo con el que tratamos a las personas trabajadoras y migrantes que duermen en chabolas de plástico o directamente en la calle de nuestras ciudades.
¡Ojo!, esto significa, que hay que resistir y brotar desde todos los lugares del mundo, porque la hidra trumpista ha llegado a todos los rincones del planeta, tiene seguidores en todos nuestros países. Como enseña el zapatismo, cada uno debe hacer su revolución en el lugar en el que vive. El pueblo americano debe ser el primero en crear su Resistencia y poner en tela de juicio el relato y la política que lo gobierna hoy y el resto tenemos que organizar nuestra propia Resistencia.
El trumpismo no es la causa del neofascismo emergente, es el síntoma de la nueva fase de desorden mundial en la que hemos entrado. El trumpismo pasará pero la distopía de sus ideas y el modelo que lo permite han venido para quedarse. El pensamiento y comportamiento neofascista, que se expande como una mancha de aceite en nuestra sociedad y de forma especial entre la juventud, tiene causas más allá del populismo actual.
Hay que resistir y brotar desde todos los lugares del mundo… creemos posible que surja la subversión y exista la Resistencia
Mientras la barbarie perdure y las y los nuevos filósofos, ideólogos, pensadores que influyen en la sociedad hoy, a quienes escucha nuestra juventud, sean los influencers, youtubers, tiktokers o instagramers (todos ellos deshumanizados por y para el poder), la ultraderecha tiene el trabajo hecho y estaremos en sus manos.
El neofascismo no lo ha traído Trump como el elegido, simplemente se ha subido a ese carro. La gente es neofascista y Trump les sirve en esa postura.
Lo realmente relevante en el plano de la realidad y el presente, lejos del mundo mágico de la ficción y el cómic, debe ser cómo la población nos defendemos de ello.
Creemos posible que surja la subversión y exista la Resistencia para no ser controlados por sus automatismos, algoritmos y estrategias de desinformación, para no sucumbir a su ideología y su control, para no renunciar a nuestra autonomía y libertad como personas.
¿Cómo, cuándo, de qué manera, quiénes seremos la Resistencia?
