El anarquismo epistemológico se suele atribuir a Paul Feyerabend, el gran subversivo que acusó a sus colegas científicos de enmascarar su inseguridad en la defensa del sistema establecido. Sería el comienzo de una nueva metodología científica no sujeta a dogmas ni a fronteras. No era posible ya afirmar la idea de un sistema fijo ni de una racionalidad fija, sinónimos de la ingenuidad del hombre, por lo que solo es posible un pluralismo metodológico. Diferentes visiones y actitudes que lleven a juicios y métodos de acercamiento donde, únicamente, pueda defenderse un principio bajo cualquier circunstancia.
El enfrentamiento de teorías contradictorias, la heterodoxia, la no subordinación a principios establecidos, incluso el acudir a teorías aparentemente desfasadas o desechadas por falta de base, todo ello se pone al servicio de una búsqueda de sistemas conceptuales que se enfrenten con los datos experimentales aceptados y proponer, incluso, nuevas formas de percepción del mundo. Por lo tanto, con Feyerabend llegaría la ausencia de reglas o principios firmes en la investigación científica, la aceptación de la diversidad y la búsqueda de la unidad solo por medio de la comparación de ideas antagónicas. Todo ello era puesto al servicio del avance del conocimiento y del desarrollo de nuestra propia individualidad. La ciencia, vista de este modo, solo puede ser vista como opositor a formas de pensamiento dogmáticas y a ideologías heredadas con fines autoritarios, pero nunca convertida en una nueva religión ni enseñada a las personas como dogmas de fe.
El mismo Feyerabend, en el prólogo de su obra Contra el método, cita a Bakunin: «Que la gente se emancipe por sí misma, y que se instruyan a sí misma por su propia voluntad». Hablando de la ciencia, para lograr el tacto necesario podemos hablar de participación directa, lo cual viene a significar cosas distintas para los diferentes individuos. Si tal participación resultase imposible o no fuera deseable, continúa Feyerabend, ese tacto puede desarrollarse partiendo del estudio de los pasados episodios de la historia en cuestión. Lo que se busca es que los factores más contradictorios sean puestos en juego, ya que resulta imposible determinar en abstracto, sin tener en cuenta las idisioncrasias de cada persona y de la circunstancia, qué es lo que llevó al progreso en el pasado y que coloca en mejor disposición para el éxito en el futuro.
Lo que Feyerabend desea es que la educación científica no se produzca de manera aislada, que no se la desprenda de una actitud humanitaria. Leyendo a este hombre, dan ganas de abandonar toda tentativa «idealista», ya que un ideal de racionalidad solo puede encontrar su expresión en reglas ciertas e infalibles o bien mediante estándares que diferencian entre lo correcto o racional o razonable u «objetivo de lo que es incorrecto o irracional o irrazonable o «subjetivo». El hombre libre de Feyerabend solo puede abandonar los estándares y confiar por entero en las teorías del error, basadas en la experiencia y en la práctica y sin ninguna pretensión de ser universales. Así, se obtienen puntos de vista particulares y restringidos, visiones diferentes, temperamentos y actitudes diferentes que darán lugar a juicios y métodos de acercamiento diferentes. Es la epistemología anarquista, preferible según este autor para mejorar el conocimiento o entender la historia, más apropiada como metodología para un «hombre libre».
El anarquismo epistemológico de Feyerabend, no obstante, es tan solo un método científico, hay que recordar que con mucha dificultad podemos calificar a este autor como anarquista político. Si le comparamos con un anarquista verdadero, como es el caso de Kropotkin, vemos que para este el anarquismo implica una concepción global. Feyerabend, si bien le gusta la rebeldía del anarquismo usándola contra toda normativa y burocracia científica, no parece interesarse por la vertiente social y política de las ideas anarquistas. Es más bien una actitud radical e inconformista contra lo establecido, en lo que atañe al conocimiento, pero no existe una visión anarquista global de la vida, ni mucho menos un compromiso personal, como es el caso de los auténticos anarquistas. El propio Feyerabend así lo aclaró en alguna ocasión, no se etiqueta como anarquista, y únicamente utilizó esa denominación como un instrumento para la epistemología y la filosofía de la ciencia. En cualquier caso, hablemos de la ciencia o de cualquier otro campo, para resolver un problema es necesaria gozar de una total libertad; no verse constreñido por normas o requisitos, que surjan de una teoría por lógica y racional que parezca, todo ello debe verificarse por medio de la investigación. Kropotkin estaría muy de acuerdo, aunque como hemos dicho, él amplia su concepción anarquista al conjunto de la vida y la pone al servicio de la liberación de los seres humanos.