El anarquismo ha sido vinculado a cuanta maldad en el mundo se haya podido encontrar, por un proceso curioso de inversión, quienes han tenido los mejores y mayores ideales de emancipación y libertad para la humanidad han sido tenidos por los más malos desde el mundo del Orden, de Dios y del poder dominante de cada momento. Tanto que incluso se le ha acusado de ser un movimiento satánico.
También han surgido hibridaciones forzadas entre quienes han visto al diablo como un ser anarquizante y quienes se han visto seducidos por la estética y simbología satanista y de ese modo, incluso se ha vinculado al anarquismo con esotéricos epatantes como Anton Szandor LaVey, fundador de la Iglesia de Satán, como no, una secta norteamericana, pese a que el individualismo de dicha secta es inconciliable con el colectivismo anarquista.
Aunque los pensadores anarquistas y la corriente de pensamiento anarquista sobrepasan intelectual, política y filosóficamente demasiado a los esotéricos satanistas, el contraste entre anarquismo y satanismo ha sido realizado en ocasiones1.
Pero a nuestro juicio tales mezclas no suelen tener mucho interés, en tanto en cuanto son muy contradictorias y mezclan fabulaciones esotéricas arbitrarias con el ejercicio del pensamiento y la razón. La Anarquía es la Razón Común que coherentemente vincula a todas las Inteligencias hacia la Comuna y la Libertad.
El satanismo a veces se utiliza como adjetivo, como un extra para remarcar la oposición a la religión o como una mera herramienta de contracultura y de aceleración del proceso de secularización, un movimiento que se produce más bien dentro de la cultura y no tanto dentro de la política o la filosofía.

Ligar el anarquismo con esoterismos o con el capitalismo, con Iglesias o con Dogmas, es contradictorio, de ello resultan una serie de oxímoros para eclécticos confusos. Siendo por ello el anarquismo cristiano, ese también, aunque menos confuso, también notablemente contradictorio con la vocación atea y deicida de la anarquía.
Eso no quiere decir que la anarquía no pueda recoger metafóricamente y adaptar a su causa las muy variadas manifestaciones culturales, artísticas, literarias o científicas con las que se apela a la libertad. Pero el anarquismo político no puede asimilar lo que es contrario a su esencia, podrá apropiarse de algunos elementos que no pertenecen a su tradición, pero no vincularse a tradiciones adversas. Si la anarquía puede recoger elementos, el anarquismo no podrá integrarlos todos en un cuerpo filosófico-político coherente, sino que tendrá que seleccionar cuidadosamente, en tanto en cuanto quiera seguir siendo un movimiento político coherente y racionalmente bien articulado.
El apropiacionismo tiene sus límites en la congruencia y si hemos de apropiarnos del demonio para la causa anárquica habrá de ser, del modo que sea más coherente con el anarquismo, como veremos luego al comentar el caso de su apropiación por Agustín García Calvo.

De modo que, por poner un ejemplo distinto, podemos ver que de la cultura ligada al cíborg de SkyNet, Terminator, una simple saga cinematográfica, pero que da mucho de sí en el imaginario social y cultural, ha podido surgir un movimiento, el Ciberpunk, con tintes anarquizantes, toda una contracultura de cierto interés y producciones quizá algunas dignas de consideración desde la anarquía. Pero hay muchas otras hibridaciones que ni son de interés para el anarquismo ni tienen mucho recorrido en la anarquía.
Ahora bien, resulta que el anarquismo, sí que tiene que ver algo con el diablo, tiene que ver más con el diablo que con el satanismo, ya que, entre sus fundadores, algunas menciones podemos encontrar, ciertamente no abundantes, acerca de su preferencia por el Diablo antes que por Dios; quedando el primero como símbolo de rebeldía y revolución y el segundo simbolizando la tiranía y la represión. En ese grado de abstracción el juego con esos significantes pudiera ser valioso para la anarquía, como veremos a continuación.
Al igual que Prometeo, deidad griega que se opuso a la tiranía de Zeus y se hizo amigo de los hombres donándoles el uso del fuego, el sentimiento del pudor y el sentido de la justicia, el Diablo, el más bello de los ángeles, caído en desgracia por desobedecer a ese otro Dios, omnipotente y tirano, de los judeocristianos, puede ser y ha sido traído a colación, en el anarquismo y en diversas corrientes rebeldes y contraculturales, como metáfora de aquellos que se enfrentan a un poder represor y despótico, rebeldes por naturaleza. El trabajador, al vender su cuerpo al mejor postor capitalista a cambio de la mera supervivencia, vende con ello su alma a Dios, se convierte, quiéralo o no, a la religión del Capital, mientras que quienes, con el diablo en el cuerpo, venden su alma a Lucifer, reniegan y resisten a esa sujeción y dominación. Ese amigo de los hombres y contrario a los dioses es legión, sus escuadras desordenadas son esas legiones de rebeldes antisistema de cada generación que se opusieron a las injustas normas establecidas en sus respectivos tiempos, de diversos modos y con distintos resultados.
Un buen ejemplo lo tenemos en la música, eminente y recientemente en el rock, aunque según sus nuevas formas e innovaciones, porque los movimientos espasmódicos del cuerpo de los jóvenes, que siempre han sido los primeros en recibir la nueva música, siempre han sido vistos, por los bien pensantes conservadores y conformistas, como posesiones diabólicas. Los jóvenes, efectivamente, son los que se con-mueven espasmódicamente unidos, cuando suena la música que les inspira y posee, por eso cuando se vende el alma al diablo lo que se obtiene a cambio es la eterna juventud, esto es, la vida vivida en plenitud y desprovista de toda adherencia gerontoplásmica, de todo envejecimiento conformista, de toda aceptación de lo injusto establecido, siendo sus danzas anhelos de libertad realizados fugazmente en la subversión de la fiesta.
Varios grupos musicales han empleado el tritono del diablo, el acorde oscuro, que supuestamente incitaba a pensamientos impuros. El diabolus in musica hace referencia al intervalo de tritono (4a aumentada o 5a disminuida), que de manera natural ocurre entre las notas Fa/Si o entre el IV y VII grado de cualquier escala mayor, siendo en el II y VI grado en escala menor. Dicha disonancia, estaba considerada en la Edad Media como una ruptura y un conflicto, algo diabólico, que rompía con lo divino perfecto, algo a evitar según el tratamiento musical de la época, ya que dificultaba la entonación para el canto y se le consideraba un intervalo de sonido siniestro. Lo empleó Richard Wagner en su ópera La caída de los dioses o los Beatles en Let It Be.

El tritono del diablo es empleado igualmente en la canción Black Sabbath del grupo de Rock, del mismo nombre, que hizo célebre la temática del satanismo como contracultura del heavy metal.
La libertad en la música es un reflejo de la libertad en general y lo verdaderamente demoniaco es prohibir la música, como hizo el ayatolá Jomeini en Irán, o considerar que unas músicas -o unas formas de vida- son válidas, puras, buenas, y otras han de quedar proscritas, ser reprimidas y perseguidas. Cuando ese Dios que supuestamente es el Bien asesina la libertad, vislumbramos entonces la inversión, mucho de lo que se nos vende como el Bien es el Mal y viceversa:
«Y los muertos por Jehová ciertamente llegarán a estar en aquel día desde un extremo de la tierra hasta el mismísimo otro extremo de la tierra. No serán plañidos, ni serán recogidos ni enterrados. Quedarán como estiércol» (Jeremías 25:33).

Thomas Mann, exiliado en Estado Unidos huyendo del nazismo, en su novela de 1947 Dr. Faustus, remake de la obra del mismo título de Goethe y ambas sobre un personaje que vende su alma al diablo. En el caso de Thomas Mann, su protagonista, su Fausto, que se llama Adrian Leverkühn, vende su alma al diablo, a Mefistófeles, no a cambio de la eterna juventud, sino a cambio de tener el talento de un genio en la música y así, por obra e inspiración del diablo, se presupone en la novela, que fue creada la música dodecafónica, esa música contemporánea disonante que realmente había sido creada por el compositor Arnold Schoenberg. El maligno desde el Romanticismo tendrá la facultad de inspirar al genio y generar a través suya grandes obras de arte.
Y hablando de otra novela de Thomas Mann, entre los personajes Naphta y Settembrini, de su anterior novela La Montaña Mágica, texto que relata el preludio a la llegada del nazismo y señala las razones históricas que subyacen al debate entre educación progresista y educación autoritaria, entre esos dos personajes, como decimos, se producen unos debates que nos muestran dos caras de la libertad, la progresista y la autoritaria. Y si bien frente a ambas tenemos la libertad tal como la concibe la anarquía, desde el capitalismo libidinal que arranca plusvalor está imperando una noción de libertad, que no es sino sumisión y dictadura, arbitrariedad y egoísmo, disfrazados con el Haz lo que quieras, del esotérico Aleister Crowley:

«Una pedagogía que hoy todavía se presenta como nacida del siglo de las luces y que ve sus medios de educación en la crítica, en la liberación y el culto del Yo, en la destrucción de formas de vida que tienen un carácter absoluto, puede obtener hoy éxitos momentáneos, pero su carácter frágil no es dudoso ante los ojos de los espíritus avisados. Todas las asociaciones verdaderamente educadoras han sabido, desde siempre, lo que era realmente importante en la pedagogía: la autoridad absoluta, una disciplina de hierro, el sacrificio, la renuncia de sí mismo y la violación de la personalidad. Es desconocer profundamente a la juventud el creer que siente placer con la Libertad. El placer más profundo de la juventud está en la obediencia. (…). -No -continuó diciendo Naphta-, no es la liberación y la expansión del Yo lo que constituye el secreto y la exigencia de este tiempo. Lo que necesita, lo que pide, lo que tendrá, es el Terror2».
Con Donald Trump estamos viviendo lo mismo que cuando se gestó el nacionalsocialismo, lo que entiende por Libertad la juventud, merced a una potentísima propaganda tecnológica que supera lo soñado por Goebbels, es la arbitrariedad del poder absoluto, la dictadura del terror, el egoísmo puro, pero todo ello unido a un conservadurismo puritano de raigambre protestante. El neoliberalismo conservador de la religión del Capital es liberal en lo económico y conservador en lo político y lo social. Algo en las antípodas del anarquismo, ante lo cual, el progresismo socialdemócrata, se ha revelado como impotente.
Para matar al Capitalismo como religión, aniquilándolo en lo económico con el colectivismo y la comuna, en lo político con la horizontalidad y la autonomía, y en lo social con la liberalidad de las costumbres, es necesario el Anarquismo.

Con su «Dios ha muerto», el también tenido por satánico Friedrich Nietzsche, se refería a la muerte de los valores y la llegada del Nihilismo -no creer en nada-, lo cual, incluía a las religiones, especialmente a la cristiana. Ya en el s. XIX percibió el retroceso de las creencias trascendentes, pero el ateísmo está lejos de estar implantado ya en el mundo. Para Nietzsche el acontecimiento de la muerte de Dios era positivo y negativo, negativo porque llegaba una era de vacío, positivo porque después podrían crearse nuevos valores y un nuevo hombre que superase al anterior (el superhombre o ultrahombre). Coincide en ello con el ateísmo y la anti-escatología del anarquismo, por cuanto para que surja el anarcántropo y se produzca la era de las Comunas, no debemos creer en el Progreso, sino como dijese Bakunin, en dar un salto:
«(…) no se puede decir que, en todas las épocas de la Historia de un pueblo, sea igual ese progreso. Al contrario, no se manifiesta más que por saltos»3.
El progresismo no casa con el anarquismo, pues la anarquía más se manifiesta mediante acontecimientos que de manera progresiva, de ahí la negativa de un viejo anarquista a la realización de una Historia del Anarquismo:
«No puede pues colaborarse en nada que venga a contribuir a la historificación del anarquismo. Cierto que, antes que nada, debería tal vez tratar de corregir esta última palabra: pues el anarquismo ya de por sí está suficientemente historificado, está integrado en el esquema dinámico del Estado, no ciertamente por el acaso inasible, significado de la parte semántica de la palabra con su prefijo negativo an-, pero sí en todo caso por el hecho de que termina en –ismo; este sufijo, en efecto, configura por sí solo en forma de doctrina o por lo menos de actitud sistemática y de principio cualquier cosa que quede comprendida bajo su dominio, así esa cosa sea, como en este caso, una negación del Orden o así sea el nombre mismo de la nada, como en nihilismo, y desde el punto que se deja comprender bajo tal sufijo, no puede ya el anarquismo ser nada diferente de, por ejemplo, el surrealismo, el trosquismo, el nudismo y el estrabismo, por no hablar, para no escandalizaros demasiado, del fascismo y el academicismo4».
Para los Maestros de la Sospecha, Nietzsche, Marx y Freud, lo que ocurre superficialmente tiene profundas causas ocultas que la filosofía desvela, de ahí que «sospechen» que nos engañan. Según Nietzsche lo que está en el fondo es la Voluntad de Poder, según Marx el Capital y según Freud, el Inconsciente, para los tres, que eran ateos, la religión es: para Nietzsche voluntad de poder de los débiles que inventan un mundo ficticio, el más allá, para Marx, opio del pueblo para narcotizar a los trabajadores explotados, para Freud, una ilusión de las masas una vez disminuida la individualidad racional. Las tesis de los tres se pueden asumir conjuntamente de forma complementaria y sumarlas a las que proporciona la anarquía.
Se nos ha engañado con el contrato bíblico, con el contrato social, con el contrato laboral, con esos momentos en que supuestamente vendimos la libertad a cambio de la supervivencia, de modo que los anarquistas, que quieren recuperar lo arrancado a la fuerza, disfrazado luego como un pacto de Ley, se tornan satánicos, luciferinos, seguidores del espíritu de la negación de esas ataduras inventadas y forzadas. Vender el alma al diablo significa recuperar la senda de la libertad suprimida del horizonte por un Dios ficticio tras el cual se ocultan los poderes establecidos como sacramentos intocables.

Así, en la anónima, prolija y de difícil lectura, Carta para la venta del alma, publicada en 1963 y atribuida a Agustín García Calvo, el pacto con el diablo es la forma de romper con los pactos de la Iglesia o sacramentos y con las leyes contractuales del Estado y del Mercado, la manera de no convertirse nunca en un acomodado burgués conforme con lo establecido. Se rompe asimismo con la Historia, para la cual lo importante es el pasado y el futuro, abogando por el presente y sus irrupciones inesperadas.
En dicha carta se alude a los significados de diablo en griego, que son: calumniador y denunciante, dados por el dueño de la gramática, Dios, por lo cual, se impone, violentar la gramática misma, en la línea de cuando el diabólico Nietzsche dijese: «(…) temo que no nos libraremos de Dios mientras sigamos creyendo en la gramática5». Los atributos malignos que el Orden identifica pertenecen a Dios antes que al diablo, lo cual, se pone en evidencia, cuando se precisa que Lucifer como «lucero disipador de las tinieblas6» pasó a «sugerir a los oyentes desprevenidos, la tiniebla misma7».
El diablo anarquista de García Calvo indica que nunca ha comprado un alma en el Mercado, otorgando riquezas y poder, otra difamación que se le hace, pues su reino es de ese mundo, la tergiversación procede de la «inveterada malicia de necedad supina rebozada» que pertenece a los sacerdotes y comerciantes: «Solo esa misma pecaminosa insipiencia pudo a nosotros colocarnos junto al maligno Mundo en cofradía: a nosotros, que desde el principio tan declarados enemigos somos de la Humana Sociedad como leales amigos de los hombres8». Según esta versión de las acciones del diablo la primera transacción con Adán o con Eva la habría realizado por amistad, sin pago alguno y «por odio común al odio mismo».
Se les ofreció el fruto del árbol prohibido de la sabiduría y con ello se les hizo igual que los dioses. Ganada la luz del saber, a Dios, solo le quedó la venganza, causante de todos los males presentes.
Lo que ofrece el contrato a cambio del alma es «la juventud y la sabiduría». Y todo ello lo otorga el diablo mediante la liberación del Ser, lo que es igual a la liberación de seres como nosotros, encadenados a la Metafísica, de las ataduras del Dios-Logos.
El diablo nos ofrece la «liberación del cuerpo humano de su sumisión al tiempo», algo que no es el periodo transitorio que llamamos juventud, sino que consiste en que ya no nos importarán los años que tengamos y seguiremos oponiéndonos a Dios como a cualquier Amo y aborreciendo la esclavitud. Podremos entonces vivir la vida plena e intensamente.
La eterna juventud que ofrece el diablo no consiste en perdurar con 20 años cronológicos hasta la muerte, como en el retrato de Dorian Gray, sino en vivir plenamente cada instante de vida sin el robo al que estamos sometidos y acostumbrados: «(…) lo que por el contrario ofrecemos bajo ese nombre no aquello es que la juventud con la vejez se iguala, sino lo que con ella opónela sin tregua; liberación del tiempo mismo», lo que se ofrece, es: “el simple vivir que el tiempo niega”. El Ser y el Tiempo, el Estado y el Capital, son los que nos niegan el vivir libre e igual del que habla el anarquismo, un vivir pleno presente sin pasado y sin futuro. La sabiduría ofrecida no es el conocimiento sino «un olvido bienaventurado (…) de lo mal sabido», «el cristalino regalo y resplandeciente, de una negatividad sin mácula», el No puro, rechazo de toda dominación y sujeción de la vida misma.
El que alma no significa vida, como quiere la convención lingüística tergiversadora, sino su contrario, lo demuestra que se diga perdura tras la muerte, entonces es muerte y no vida, lo que se le vende al diablo anarca es la muerte en forma de alma para alcanzar la vida en plenitud, la eterna juventud. Y esto es así porque no se le escapa a Agustín García Calvo que las religiones predican renunciar a la vida para salvar el alma, por eso, bien capaces se han demostrado de quemar el cuerpo diciendo que así se salva el alma: «el alma, sea ello lo que sea, desvivimiento es en todo caso y muerte». Y por eso las primeras almas de las que se habló en el mundo eran las de los difuntos y solo lo muerto la tuvo entonces hasta que infectó a lo vivo. La inmortalidad que ofrecen las religiones, incluyendo su secularización por los filósofos, esa que dice que el alma es la Razón, es la «conformación eterna de la muerte».

«Si demostrado que consiste el alma queda en ese cada cual a que vida y razón y hasta materia pertenecen, podemos ya sin más con ese cada cual, si usted no ve reparos, identificarla. No ya por consiguiente que uno alma tenga, sino que el alma sea uno». Pero el ser de uno, su identidad, el yo, eso que muere y que trabaja, eso que reside en un país o en otro, es lo que hay que perder, lo que hay que vender, para obtener la verdadera vida e inteligencia, que no es particular, sino que es común. Todo lo personal e individual nos dice lo que uno no es, no lo que es. Nacionalidad, trabajo, domicilio, es lo que somos «a costa, bien que sí, de la renuncia a la pretensión de independencia y libertad», lo que «a su alma de perderse salva en las vagas fluctuaciones de la desordenada vida desocupada y libre». Vender el alma es abandonar el engaño de la identidad y con ella la posesión de un yo particular, y así, de lo mío y de lo tuyo, restando entonces lo nuestro, lo de todos o en común. Firmar es decir No a todo ese mundo de las propiedades y las posesiones, quedar poseído por el diablo es un proceso de desposesión de uno mismo, de ser uno mismo, para poder no-ser con los demás.
El diablo recibe el alma identitaria y a cambio da, otorga, regala: «¿Qué le ofrecemos pues? Juventud. ¿Qué le pedimos? Tiempo. ¿Qué le aportamos? Libertad. ¿Qué le quitamos? Necesidad. ¿Cuál es nuestro don? Sabiduría. ¿Cuál su pago? Saber. ¿Qué le damos? Vida de la vida. ¿Qué a cambio le pedimos? Muerte del ser». La ganancia es para ambos, hombre y diablo, la misma: «Conque así es su revolución la nuestra y su bien mi bien: que, donde nace la libertad del hombre, nace allí también mi libertad, bajo una misma Ley estando entrambos presos: lo cual no sea en definitiva sino -de otro modo dicho- de su nombre de Dios libertad a Dios, al Sér de la necesidad de ser y al necesario reconvertir en libre». Motivo de que el diablo firme por su parte como: «éste que no lo es».
Al vender al diablo lo que uno es, el alma particular, se accede a lo que uno es con los demás, el alma común, anónima, compartida. Por eso, vida en común y razón común ofrece el diablo a quien le vende su particular alma e identidad: «¿Quién dirá la que está revoluciones con su firma desencadenando?».

Bakunin acepta vender su alma al diablo y, con el diablo en el cuerpo, ponerse a realizar la revolución, pero aún confunde sabiduría con ciencia, aunque sabe bien que los pueblos son ya sabios sin intermediación de ciencia alguna:
«Dios les había prohibido expresamente que tocaran los frutos del árbol de la ciencia. Quería que el hombre, privado de toda conciencia de sí mismo, permaneciese un eterno animal, siempre de cuatro patas ante el dios eterno, su creador y su amo. Pero he aquí que llega Satanás, el eterno rebelde, el primer librepensador y el emancipador de los mundos. Avergüenza al hombre de su ignorancia y de su obediencia animales; lo emancipa e imprime sobre su frente el sello de la libertad y de la humanidad, impulsándolo a desobedecer y a comer del fruto de la ciencia9».
Los campesinos sin instrucción y alfabetización alguna ya eran para Bakunin sujetos revolucionarios, poseídos por el afán de libertad, por el mero hecho de saber en común lo que es la opresión y lo que es la libertad:
«¿Y quién combatirá a los prusianos? No temáis nada, cuando los campesinos hayan sentido vivamente, cuando hayan palpado, por decirlo así, las ventajas de la revolución, para defenderla darán más dinero y hombres de los que pueda sacar la acción regular, aun exagerada, del Estado. Los campesinos harán contra los prusianos hoy lo que hicieron en 1792. Es preciso sólo que tengan el diablo en el cuerpo, y únicamente la revolución anárquica es la que puede producir este fenómeno10».

Según Bakunin la anarquía no supone quedarse en la situación de propietarios individuales. Y para llegar a ella en la época de la guerra franco-prusiana [1870] considera que hay que «meterles el diablo en el cuerpo» a los campesinos para que hagan la revolución con los obreros, algo que no llegará a conseguir. Francia perderá la guerra frente a los prusianos, aunque se aprovechará la debilidad del gobierno para instaurar la Comuna de París [1871], la cual, quizá por no lo suficientemente diabólica, terminó brutalmente reprimida. El Dios de los ejércitos regulares, asesino de los pueblos, se opuso con fuerza y furia inusitadas contra los que se declararon libres e iguales y se propusieron vivir en común, sin jerarquías y sin imposiciones.
Luego Dios es una ficción que crea efectos, una nada productiva, una performatividad que lleva a producir efectos de poder, un dispositivo de dominación, de ahí que, desde el ateísmo, consustancial a la anarquía, pese a las simpatías de un Tolstoi o un Proudhon por la figura de Jesús de Nazaret, sea el diablo el dispositivo de sentido contrario empleado metafóricamente para simbolizar la liberación:
«Hace más de dieciocho siglos un hombre intentó, como lo hacemos hoy nosotros, regenerar a la humanidad. Por la santidad de su vida, por su inteligencia prodigiosa, por los destellos de su imaginación, el Genio de las revoluciones, adversario del Eterno, creyó reconocer en él a un hijo. Se presentó ante sus ojos y le dijo, mostrándole los reinos de la tierra; te los doy todos, si tú quieres reconocerme como tu autor y adorarme. No, respondió el Nazareno, yo adoro a Dios y sólo a El serviré. El inconsecuente reformador fue crucificado. Después de él reaparecieron fariseos, publícanos, sacerdotes y reyes, más opresores, más rapaces, más infames que nunca, y la Revolución veinte veces reemprendida veinte veces abandonada, ha seguido siendo un problema. ¡ayúdame, Lucifer, Satán, ¡quienquiera que seas! ¡Demonio que la fe de mis padres opuso a Dios y a la Iglesia! Hablaré en tu nombre y no te pido nada a cambio11”.

Si quienes hablan de Dios son los depravados sacerdotes pederastas y quienes más defienden a la Iglesia son los neoconservadores neoliberales neonazis, se entiende bien que Dios sea el Mal que quiere hacerse pasar por el bien, mientras que el diablo signifique el bien que se quiere hacer pasar por el Mal. La sabiduría del sentir común de los pueblos, la inteligencia general, anónima y colectiva, se obtiene al pactar con el diablo para no envejecer, esto es, para no aceptar las viejunas normas establecidas, mientras que las ciencias positivas, particularmente conectadas con la sabiduría y por ello bien tenidas por diabólicas muchas veces por la Iglesia, también pueden ser de ayuda para liberarse de la ficción del contrato divino y proceder a la realización de una vida plenamente humana. El ateísmo del marxismo y del anarquismo viene avalado por los descubrimientos filológicos sobre la Biblia del siglo XIX, cosa que irónicamente le es atribuida al diablo en la siguiente novela:
«Descubrirás que muchos escritores políticos cristianos piensan que el cristianismo empezó a deteriorarse, y a apartarse de la doctrina de su Fundador, muy temprano. Debemos usar esta idea para estimular una vez más la idea de un “Jesús histórico”, que puede encontrarse apartando posteriores “añadidos y perversiones”, y que debe luego compararse con toda la tradición cristiana. En la última generación, promovimos la construcción de uno de estos “Jesús históricos” según pautas liberales y humanitarias; ahora estamos ofreciendo un “Jesús histórico” según pautas marxistas, catastrofistas y revolucionarias. Las ventajas de estas construcciones, que nos proponemos cambiar cada treinta años o así, son múltiples. En primer lugar, todas ellas tienden a orientar la devoción de los hombres hacia algo que no existe, porque todos estos “Jesuses históricos” son ahistóricos. Los documentos dicen lo que dicen, y no puede añadírseles nada; cada nuevo “Jesús histórico”, por tanto, ha de ser extraído de ellos, suprimiendo unas cosas y exagerando otras, y por ese tipo de deducciones (brillantes es el adjetivo que les enseñamos a los humanos a aplicarles) por las que nadie arriesgaría cinco duros en la vida normal, pero que bastan para producir una cosecha de nuevos Napoleones, nuevos Shakespeares y nuevos Swifts en la lista de otoño de cada editorial12».

A través de la ciencia filológica e histórica se descubre y despeja que «Jesús de Nazaret fue uno de los millares de judíos antisociales, peligrosos o sublevados, ejecutados mediante crucifixión durante los primeros decenios del control romano en Palestina. (…). Era la muerte en la cruz la tradicional pena romana prevista para graves delitos contra el Estado y la sociedad. Se aplicaba a rebeldes, traidores, bandidos y criminales violentos. Comportaba no solo la crueldad intrínseca al propio procedimiento sino también una carga de infamia como segunda dimensión del castigo; era, además de morir, hacerlo indignamente13». Entre los variados personajes que los diferentes -istmos se apropian inclinándolo hacia su ideología, estará el Jesús histórico, muy diferente del que se apropió la Iglesia cristiana, un personaje que se nos mostraría anarquizante de no ser porque era indiscutiblemente religioso, mientras que el anarquismo es ateo, y, sin embargo, desde el poder, un personaje más bien diabólico, en cuanto rebelde ajusticiado, antes que hijastro del Dios opresor y asesino.
Bajo la guerra cultural que se libra citando autores y textos, una batalla que también hay que librar, otra lucha, subterráneamente, se celebra, la de la guerra profunda y más decisiva de la sabiduría popular contra la gobernanza, de la vida en libertad comunal frente a la administración de la existencia por Estados y Mercados, la de la pérdida del egoísmo individual, del alma, en la vivencia común y en común, en la vida compartida de manera libre e igual.
Simón Royo Hernández14
↩︎Ibid. ↩︎Ibid. Las citas entrecomilladas subsiguientes pertenecen a la misma última obra de García Calvo antecedentemente citada.
- Bruno Latini Pfeil & Cello Latini Pfeil Is Satan an Anarchist? Similarities and Differences Between Modern Satanism and the Anarchist Political Philosophy: https://theanarchistlibrary.org/library/cello-latini-pfeil-bruno-latini-pfeil-is-satan-an-anarchist ↩︎
- Thomas Mann La Montaña Mágica. (publicada en 1923). Ed.Plaza y Janés. Barcelona 1989, p.404 y p.405. ↩︎
- Bakunin Cartas a un francés. Ediciones La Piqueta, Vol. I, Madrid 1977, p.160. ↩︎
- Agustín García Calvo Carta a Carlos Semprún y Javier Domingo: Contra la idea de hacer la Historia del anarquismo. En el número monográfico que dedicó la Revista Ruedo Ibérico en 1972 al anarquismo. Publicada en la Revista Historia Libertaria, nº 1, 1978. Firmada en París, agosto de 1972. ↩︎
- F. Nietzsche El crepúsculo de los ídolos. Barcelona, Folio, 2007, p. 29. Cfr. Simón Royo El sentido de la tierra tras la muerte de Dios. En: https://www.academia.edu/12754537/Friedrich_Nietzsche_El_sentido_de_la_tierra_tras_la_muerte_de_Dios ↩︎
- Agustín García Calvo Carta para la venta del alma. En: https://bauldetrompetillas.es/agustin-garcia-calvo/epistolario/ ↩︎
- Ibid. ↩︎
- Ibid. Las citas entrecomilladas subsiguientes pertenecen a la misma última obra de García Calvo antecedentemente citada. ↩︎
- Bakunin Dios y el Estado. Editorial Terramar. Buenos Aires, Argentina, 2006, p.12. ↩︎
- Bakunin Cartas a un francés. Ediciones La Piqueta, Vol. I, Madrid 1977, p.132. ↩︎
- Proudhon Idea General de la Revolución. General Idea of the Revolution in the nineteenth Century. Haskell House Publishers. New York 1969, Seventh Study, p.251. ↩︎
- C.S.Lewis Cartas del Diablo a Su Sobrino. Madrid, Espasa-Calpe, 1977. Carta XXIII ↩︎
- Luis García Iglesias Cuadernos de Historia 16, nº 259. La Palestina de Jesús. ↩︎
- Dedico este artículo a mi hijo Jorge ↩︎