Cuando el que suscribe escucha la frasecita de marras, «el lado correcto de la historia», expresada usualmente por alguien bien pagado de sí mismo asegurando estarlo, es como para echarse a temblar. Últimamente la pronuncia el inefable Pedro Sánchez, pertinaz presidente del Gobierno del Reino de España, pero también la oí de boca del no menos indescriptible Juan Carlos Monedero, palmero mayor de Nicolás Maduro (otro que debe estar en ese lado y a qué precio). No puedo evitar rememorar aquella máxima pronunciada por Fidel Castro: «la historia me absolverá»; debe ser algo así como «no importa las barbaridades que podamos hacer en el poder, todo tendrá al final una justificación y habrá merecido la pena». Pues no, no la tiene, ni en fines, ni mucho menos en medios, por eso uno, sin asomo de disculpa, es un ácrata irredento con esos inevitables tics nihilistas. Lo más gracioso y paradójico para los tremendamente progresistas Sánchez y Monedero es que la sentencia en cuestión, me refiero a estar en el lado correcto de esta convulsa historia de la humanidad, alude al libro de un ultraconservador estadounidense llamado Ben Saphiro. En la obra, sin asomo de vergüenza, se sostiene que todo lo maravilloso de la humanidad se ha hecho en Occidente y corresponde a los valores judeo-cristianos; creo que también menciona a Grecia, pero bueno, esto es por la visión pueril de que la razón brota en el ser humano pasando del mito al logos por obra y gracia, es de suponer, divina.
Si reaccionarios como el tal Shapiro, hoy de nuevo en auge de modo lamentable, agotan con sus proclamas preescolares, qué decir de otros autoritarios que, en nombre del progreso, nos vienen con esa visión determinista (a su favor, claro) de la historia. Creo que en parte puede estar ahí el quid de la cuestión, en la dichosa teleología heredada en la modernidad por doctrinas seculares. En otras palabras, si antes era esa visión religiosa incalificable de que habría una especie de salvación ultraterrena para la humanidad (para algunos, por supuesto, otros arderemos toda la eternidad), cuando pareció apartarse un poco el delirio nos vinieron a decir que el paraíso llegaría finalmente en este mundo. Otro tipo interesado, un tal Fukuyama, dijo en cambio hace más de tres décadas que, a joderse, había llegado el fin de las ideologías y esto es lo que hay (leáse, un liberal-capitalismo con la veda abierta). No seré yo quien no salude, en estos (confusos, ciertamente) tiempos posmodernos, que se haya tratado de desterrar toda visión determinista de la historia y toda doctrina que ofrezca una verdad inamovible en nombre de sus propios intereses. Sí, es todo un controvertido debate donde se introducen las acusaciones de relativismo enfrentadas, inevitablemente, a diversas formas de absolutismo. Y ahí siempre digo lo mismo; lo cierto es que las mayores barbaridades las ha hecho la humanidad en la historia en nombre de verdades absolutas: llámense Dios, Patria, Imperio… o cualquier otro uso de las mayúsculas moderno con términos más benévolos, creo que todos ellos fundados en algo así como «el lado correcto de la historia».
Quizá yo mismo parezca caer en cierta visión cuando califico a algunos de reaccionarios, ya que al fin y al cabo eso implica que reaccionan contra algo llamado progreso. Tratemos de explicar. Efectivamente, parece lícito calificar a alguien de esa manera cuando, ante los nuevos tiempos, nos quiere imponer una visión idílica del pasado normalmente determinada por un ser todopoderoso imaginario. Hasta aquí, debería estar claro, no es que defendamos con ello una concepción lineal del progreso, sencillamente es espetar a cierta gente algo así como «vamos a dejarnos de patrañas perniciosas que, a estas alturas, deberían ser objeto de crítica en nombre de algo mejor». Vamos ahora con el lado progre. Que haya tantos charlatanes también en este bando, normalmente poderosos o cercanos al poder, que nos aseguren que con ellos llega ese «algo mejor» al estar nada menos que en «el lado correcto», empuja a observar la realidad concreta que vivimos y comprobar si hay algún asomo de evidencia de ello. Es uno de los muchos motivos por los que simpatizo con los anarquistas en la modernidad (aunque estuvieran obviamente impregnados de algunas cosas cuestionables de la misma) y, antes de ellos, con todos aquellos, como escépticos y cínicos, que no vendían esas verdades absolutas y definitivas siendo consecuentes en sus medios para llegar a un fin. Frente a situarse en «el lado correcto de la historia» con mayúsculas, un estar en algo un poquito más decente en nuestro día a día.
Juan Cáspar
https://exabruptospoliticos.wordpress.com/2025/02/08/hay-un-lado-correcto-de-la-historia/