Howard Zinn, fallecido en 2010 a los 87 años, fue un historiador social y un radical próximo al anarquismo. Una de sus grandes obras fue A People’s History of the United States (edición en castellano con el título La otra historia de los Estados Unidos). Fue, además, autor de infinidad de conferencias y artículos, así como un dramaturgo con obras como Marx en el Soho (reciente versión en Madrid con el título de Marx en Lavapiés) o Emma, que recoge hechos de la vida real de Emma Goldman.
Zinn, hasta el fin de sus días, fue un inagotable luchador social por los derechos civiles y antibelicista; una de sus frases más recordadas fue la pronunciada en un discurso en Baltimore en los años 60: «El problema no es la desobediencia civil, sino la obediencia civil». Puede decirse que Zinn recogía la tradición inaugurada por Étienne de La Boétie, esa que se pregunta por los mecanismos sicológicos y políticos que empujan a las personas a obedecer al poder que les somete. Con seguridad, uno de los hechos de su vida que le llevó a sus convicciones antimilitaristas fue su experiencia en la Segunda Guerra Mundial, en la cual participó en los bombardeos aéreos contra Alemania; una vez visto el desastre ocasionado en las ciudades germanas, archivó sus méritos como militar para pronunciar el «nunca más». Antiautoritario convencido, no dejó de tener nunca fe en que la humanidad podría progresar y superar la opresión de cualquier tipo. Por ejemplo, creía que movimientos progresistas de desobediencia, al igual que ocurrió en los años 60 luchando contra la segregación racial, podían brotar en cualquier momento y cambiar la historia. A pesar de ser reivindicado por ciertas corrientes nacionalistas y autoritarias, Zinn se declaraba abiertamente ácrata en sus últimas entrevistas; como no puede ser de otro modo, sus principios libertarios le llevaban a considerar los estados-naciones como un obstáculo para una globalización humanista. Por supuesto que Zinn fue antiimperialista, ya que todo anarquista lo es, pero sin populismo alguno; como dijo Octavio Alberola en un artículo tras el fallecimiento de Zinn: «…combatir el imperialismo, el que sea, es la consecuencia lógica de combatir el autoritarismo y el poder, de luchar por la anarquía…».
En la historia del anarquismo en Estados Unidos, y aunque no es hasta la llegada de ácratas europeos después de la Guerra Civil que se produce un movimiento organizado fuerte, Zinn valora a autores que no se consideraban explícitamente anarquistas como Thomas Paine o Henry David Thoreau. El trascendentalismo, movimiento de la primera mitad del siglo XIX que proponía una vía intuitiva basada en la capacidad de la conciencia individual, y por tanto opuesta a toda autoridad mediadora, quiso ser visto también por Zinn como un anarquismo temprano a pesar de no utilizar tampoco nunca ese término; algunos de sus más importantes representantes fueron Ralph Waldo Emerson y Walt Whitman. Hoy en día ocurre algo similar en Estados Unidos, y en muchos lugares del mundo, la mayor parte de la energía creadora radical en política proviene claramente del anarquismo; sin embargo, algo en lo que han insistido a menudo los ácratas, poco importan las etiquetas si somos compañeros de viaje y nuestros objetivos son los mismos. Para Zinn, los verdaderos anarquistas huían de dos estereotipos con los que se les asociaban: la violencia y la extensión del desorden y del caos. Numerosas organizaciones estadounidenses de lucha por los derechos civiles, sin considerarse anarquistas, han recogido y recogen las principales características libertarias: descentralización, autonomía, colaboración con la sociedad de base, ausencia de líderes únicos, incluso antigubernamentalismo…
No podemos estar más de acuerdo con Zinn cuando negaba la separación radical entre un anarquismo colectivista (más propio de Europa) y otro individualista (supuestamente mayoritario en Estados Unidos); se trata de una categoría simplista, realizada por multitud de analistas, y ambas manifestaciones enriquecen todos los países. Un movimiento antiautoritario fuerte en la actualidad, que luche contra la explotación y dominación de todo tipo, deberá recoger uno de las señas de identidad del anarquismo: la adecuación de medios a fines, es decir, la reproducción en sus relaciones y en su organización lo que se desea para la sociedad futura. En esto Zinn estaba de acuerdo con la habitual mentalidad ácrata. Como buen anarquista, Zinn era también un librepensador y apostaba en sus clases en la Universidad de Boston, donde era profesor Emérito, por inculcar a sus alumnos el escepticismo, cualidad que consideraba primordial. Las personas deben aprender a cuestionar lo que se ha considerado incluso sagrado, todo debe ser examinado y abordado de manera crítica. Es la educación en el escepticismo.
La otra historia de los Estados Unidos
Ya hemos mencionada que este es el título de una de las obras más importantes de Zinn. En ella, se afirma que no son las personas poderosas e influyentes las que han legado la libertad, los derechos o las normas ambientales, sino que todo eso ha sido conquistado por las personas normales gracias a la desobediencia civil. El autor nos cuenta la historia de los esclavos, de los negros, de las mujeres, de los sindicalistas, de los trabajadores y de los marginados de toda clase. No obstante, Zinn niega la objetividad de todo historiador, por lo que no oculta su ideología y pretende dar protagonismo a la lucha de clases y a los más desfavorecidos. Contradiciendo a Kissinger, que dijo que «La historia es la memoria de los Estados», Zinn afirma: “Mi punto de vista, al contar la historia de los EE UU, es diferente: no debemos aceptar la memoria de los estados como cosa propia. Las naciones no son comunidades y nunca lo fueron. La historia de cualquier país, si se presenta como si fuera la de una familia, disimula terribles conflictos de intereses (algo explosivo, casi siempre reprimido) entre conquistadores y conquistados, amos y esclavos, capitalistas y trabajadores, dominadores y dominados por razones de raza y sexo. Y en un mundo de conflictos, en un mundo de víctimas y verdugos, la tarea de la gente pensante debe ser –como sugirió Albert Camus- no situarse en el bando de los verdugos”. En otro pasaje, se dice: “El problema de la democracia (…) era la división de la sociedad en ricos y pobres. Si algunas personas tenían mucha riqueza e influencia, si tenían las tierras, el dinero, los periódicos, la iglesia, el sistema educativo, ¿cómo podrían las votaciones, por muy amplias que fueran, incidir en este poder? Todavía quedaba otro problema: ¿no era natural que un gobierno representativo, incluso teniendo la más amplia base posible, fuera conservador, para prevenir el cambio tumultuoso?”.
El libro es uno de los más leídos en Estados Unidos sobre historia, ha recibido numerosos premios y ha sido alabado por la crítica; tal y como escribió Eric Foner, del New York Book Reviex: «Quienes estén acostumbrados a los textos del pasado, en los que el nivel de la democracia americana y el crecimiento del poder nacional eran la encarnación del Progreso, se sorprenderán con la narrativa del profesor Zinn. Desde las primeras páginas donde se cuenta la invasión europea de los poblados indios en ‘Las américas’, hay una inversión de perspectiva: héroes y traidores se mezclan. El libro guarda la misma relación respecto a los textos tradicionales como la que guarda el negativo de una fotografía con su impresión: las áreas de sombras y de luces están invertidas. El profesor Zinn escribe con entusiasmo poco frecuente en la atmósfera plúmbea de las historias académicas y sus textos se estudian tomando en cuenta a los dirigentes obreros, a los insumisos resistentes a la guerra y a los esclavos perseguidos. Hay vivísimas descripciones de acontecimientos que con frecuencia se ignoran, tales como la gran huelga ferroviaria de 1877 y la brutal represión del movimiento por la independencia en Filipinas a finales de siglo. El capítulo sobre Vietnam debería ser lectura obligada para las jóvenes generaciones de estudiantes».
Capi Vidal
Enlaces relacionados:
«Colón y la civilización occidental», por Howard Zinn.
Entrevista a Zinn en El Viejo Topo (2008).
Entrevista a Zinn por David Barsamian.
«Howard Zinn, el imprescindible», por Tanalís Padilla
PDF descargable de La otra historia de los Estados Unidos.
Sobre la obra de teatro Emma.