Los anarquistas fueron, quizá, los primeros en denunciar el sistema burocrático y totalitario consecuencia de la Revolución rusa, que acabó con toda oposición, y los mismos libertarios sufrieron la represión. A pesar de todos los mitos que se produjeron en los años posteriores, llegando todavía hasta el día de hoy, la verdad estaba accesible para quien quisiera conocerla; precisamente, para una auténtica sociedad libre de explotación, es necesario insistir en esos hechos históricos donde se confió, incluso de manera exacerbada, en el autoritarismo. En 1905, en un primer momento revolucionario en Rusia, los anarquistas saludaron con entusiasmo el levantamiento espontáneo de las masas, en el que creyeron ver una plasmación de las ideas de Bakunin; sin embargo, no se produjo un movimiento libertario cohesionado y, después del fracaso revolucionario y de la consecuente represión, entrarían los anarquistas en un letargo hasta 1917. El fin de la monarquía, y el posterior derrumbamiento de la autoridad política y económica, hizo confiar a los ácratas en que el momento definitivo ya había llegado: se emprendió la tarea de acabar con el Estado y de dejar los medios de producción, campos, fábricas y talleres, en manos del pueblo. En la etapa de la insurrección y de la guerra civil, los anarquistas intentaron con todo su empeño llevar a cabo su programa de «acción directa»: control obrero de la producción, creación de comunas libres en el campo y en la ciudad, combate sin cuartel contra los enemigos de la sociedad libertaria… Desgraciadamente, frente a los intentos de construir una sociedad de libertad e igualdad plenas, la imposición bolchevique condujo a un nuevo despotismo levantado sobre las ruinas del viejo.
Algunos anarquistas, como era Alexander Berkman antes de comprobar lo que se estaba produciendo en Rusia, consideraba tiempo atrás que Lenin y los bolcheviques eran la auténtica vanguardia de la emancipación social de los trabajadores. Hasta que no observó él mismo la realidad, Berkman creyó de alguna manera eso de que los marxistas, en última instancia, son anarquistas y solo confían temporalmente en la toma del poder revolucionario para acabar convirtiendo en innecesario el Estado; Marx y Engels aseguraron que el poder político era solo un medio temporal, el Estado iría gradualmente desapareciendo, ya que sus funciones se convertirían en innecesarias y obsoletas. La acumulación continua de evidencias hizo que Berkman comprobara que los bolcheviques habían convertido la revolución en un monstruo grotesco basado en la brutalidad organizada1; la lucha de clases, ese fundamental concepto socialista, se había convertido en una guerra de venganza y exterminación. La represión de la vida cultural y social de un país produce depresión y estancamiento; el ser humano y la sociedad necesitan, al menos, cierto grado de libertad, de seguridad, de derecho a llevar a cabo iniciativas personales y de liberar sus energías creativas para el progreso económico y en todos los ámbitos de la vida. Berkman consideró que era imperativo denunciar el engaño, ya que los obreros occidentales podían ser seducidos por las mismas mentiras que sus hermanas y hermanos en Rusia.
Los anarquistas que lograron escapar de Rusia, como Emma Goldman y Alexander Berkman, organizaron enseguida comités de ayuda, que lograron aliviar el sufrimiento a los que habían quedado presos. El movimiento en el exilio observó con amargura en lo que se había convertido la Revolución rusa, algo que ya había profetizado Bakunin décadas antes sobre la vía autoritaria del socialismo. Las diversas orientaciones del anarquismo tenían en común la crítica al régimen soviético, aunque no faltaban tampoco dispares puntos de vista sobre el modelo organizativo a seguir. Una de las figuras más destacadas del comunismo libertario fue Piotr Archinov, exiliado en Berlín donde fundó en 1922 un grupo de anarquistas rusos en el exterior para, trasladados a París, tres años más tarde, empezar a publicar el periódico Dielo Truda. En este contexto, publica en 1926 la Plataforma Organizativa, según la cual los males del movimiento estribaban en su desorganización y la única esperanza para revitalizarlo residía en llevar a cabo una unión general de anarquistas, con un comité ejecutivo que coordinara la línea política y la acción3. Las reacciones en el mundo libertario no se hicieron esperar. Uno de los escasos apoyos que obtuvo la Plataforma fue el de Nestor Majnó, que se había enfrentado a la represión bolchevique y encabezado un intento revolucionario en Ucrania4, un hombre ya mayor y destrozado, por sus amargas vivencias del pasado y la cruel realidad del exilio.
La gran mayoría del movimiento anarquista se opuso a la Plataforma, por considerar inadmisible la existencia de un comité central, lo cual supondría el abandono de una práctica verdaderamente libertaria. Se sucedieron las acusaciones a Archinov de pretender una especie de anarquismo de partido y de verse influido por su pasado bolchevique; su retorno final a la Unión Soviética para volver a engrosar la militancia comunista pareció dar la razón a sus críticos. Para ser justos, se encuentra en el texto de la Plataforma una crítica al bolchevismo y al desarrollo dictatorial y burocrático de la Revolución Rusa fortaleciendo el Estado, pero su insistencia en la orientación de las masas por una organización anarquista general, así como la mención a un Comité Ejecutivo y a una unidad teórica y práctica, solo podía generar desconfianza a toda sensibilidad libertaria. Entre las críticas más lúcidas, se encontró la de Errico Malatesta5, incluso, desmontando de entrada la acusación acerca de la existencia de anarquistas contrarios a la organización; aquellos que muestran a priori palabras reacias a que los libertarios se organicen, acaban haciéndolo, incluso a veces, mejor que otros para llevar a cabo un objetivo. Las polémicas en el movimiento libertario, a veces demasiadas, sobre la forma organizativa no estribarían en negar su posibilidad, sino en cómo llevarla a cabo. Aceptada la evidente necesidad de organizaciones anarquistas, que traten de conciliar la libre iniciativa de las personas con la cooperación con sus semejantes, preconfigurando así la deseada sociedad futura, Malatesta recuerda la necesidad de que no tengan la menor tentación autoritaria y, consecuentemente, considera que la Plataforma no responde a esas expectativas. Niega la mayor, la imposibilidad por falsa e indeseable, de una asociación general anarquista que englobe a todas las individualidades, por respeto a las dispares estrategias y temperamentos en el mundo libertario. Una vez más, es necesaria la adecuación libertaria de medios a fines, y parte primordial de ello resulta el derecho para cada uno a la libre crítica y elección de sus compañeras y compañeros; en definitiva, el derecho (y el hecho) a la independencia individual y a la libre iniciativa.
Solo un año después del texto de la Plataforma, en 1927, Sébastian Faure redactó la síntesis anarquista, un intento de conciliar, y de dar razones desde una u otra perspectiva para ello, las principales corrientes del anarquismo: anarcosindicalismo, comunismo libertario e individualismo6. Cuando Faure edita la Enciclopedia Anarquista, en 1934, encarga a Volin el texto de la voz correspondiente a la síntesis anarquista; este autor ruso recordó su participación, en 1918, en la creación en Ucrania de la Confederación Anarquista de Ucrania Nabat, finalmente aplastada por los bolcheviques, primera muestra de la tendencia sintetizadora en el movimiento. Volin, como no podía ser de otra manera, se muestra hostil con todo intento de unificar el anarquismo en una corriente única e incluso aporta una bella justificación filosófica en que la vida solo encuentra la unidad sintética en la diversidad y el movimiento en constante equilibrio7. Al mismo tiempo, y haríamos bien en tenerlo en cuenta siempre como antiautoritarios, recordaba este autor que la transformación social no correspondería exclusivamente a los anarquistas, aunque estuvieran bien organizados, sino al conjunto de las personas; el rol del movimiento libertario podría ser constituir la base y el ejemplo, nunca la imposición. Hoy, un siglo después de todos estos hechos históricos y en un mundo muy diferente donde hay que encontrar nuevas respuestas, haríamos bien en recordar todas estas enseñanzas históricas, huir de toda tentación mínimamente autoritaria para buscar el entendimiento y la colaboración con todas y todos los que trabajan por una sociedad sin dominación, libre y solidaria.
Capi Vidal
- A finales de 1919, Alexander Berkman fue deportado de Estados Unidos a Rusia junto a su compañera Emma Goldman, lo que dará origen a dos obras: El mito bolchevique (https://www.solidaridadobrera.org/ateneo_nacho/libros/Alexander%20Berkman%20-%20El%20mito%20bolchevique.pdf), que repasa a modo de diario sus dos años de su experiencia en la Rusia revolucionaria, y La insurrección de Kronstadt (https://obtienearchivo.bcn.cl/obtienearchivo?id=documentos/10221.1/91976/1/182384.pdf&origen=BDigital). ↩︎
- n este enlace, puede leerse la Plataforma traducida al castellano: http://acracia.org/historico/Acracia/Documentos-La_plataforma_de_Archinov.html ↩︎
- La llamada Majnóvschina, para la cual ver dos libros: La revolución desconocida, de Volin (https://www.solidaridadobrera.org/ateneo_nacho/libros/Volin%20-%20La%20revoluci%C3%B3n%20desconocida.pdf) y Historia del movimiento makhnovista,de Piotr Archinov (https://www.solidaridadobrera.org/ateneo_nacho/libros/Piotr%20Arshinov%20-%20Historia%20del%20movimiento%20macknovista.pdf) ↩︎
- Ver la contestación de Malatesta a la Plataforma en este enlace: https://redeslibertarias.com/respuesta-a-la-plataforma/ ↩︎
- Puede leerse el texto de Faure en este enlace: http://acracia.org/historico/Acracia/Documentos-La_sintesis_anarquista.html ↩︎
- El texto de Volin, seudónimo de Vsevolod Mijailovich Eichenbaum, puede encontrarse en este enlace: http://acracia.org/historico/Acracia/Documentos-La_sintesis_anarquista_%28Volin%29.html ↩︎