– Lávese las manos con frecuencia con un desinfectante de manos a base de alcohol o con agua y jabón.
– Mantenga al menos 1 metro (3 pies) de distancia entre usted y las demás personas, particularmente aquellas que tosan, estornuden y tengan fiebre.
– Si tiene fiebre, tos y dificultad para respirar, solicite atención médica a tiempo.
– Permanezca en casa.
Nos sabemos de memoria las instrucciones, repetidas hasta la saciedad, que según la Organización Mundial de la Salud debemos seguir para frenar el avance del COVID-19. Sin embargo, ninguna de estas medidas es realista para quienes se encuentran en los múltiples campos de personas refugiadas.
El barco de la asociación Mare Liberum lleva dos años en el Mar Egeo, y actualmente su tripulación consta de 7 integrantes. Su trabajo se centra en controlar la frontera marítima entre Turquía y varias islas griegas, principalmente Lesbos, para vigilar el cumplimiento en materia de Derechos Humanos: se registra el trayecto de los dinghies (pequeñas embarcaciones en las que viajan las personas hacia Grecia) y se aseguran de que los guardacostas realmente estén realizando labores de salvamento. Otra de sus tareas es la difusión de lo que ocurre en la isla y, en tiempos en los que nos bombardean constantemente con las víctimas de coronavirus, es importante no olvidar a quienes el sistema ignora.
Los principales campos de refugiadas en Lesbos, aunque no los únicos, son Kara Tepe y Moria. Actualmente, en este último conviven entre 20.000 y 22.000 personas cuyas necesidades básicas, independientemente de la pandemia, no están en absoluto cubiertas: prácticamente no tienen agua y para conseguir la comida tienen que estar haciendo fila durante horas. Tampoco es un lugar seguro: hay ataques casi todos los días, en las colas (que hay que hacer para casi todo) siempre existe el peligro de recibir una puñalada, muchas mujeres* son víctimas de violaciones y demás agresiones sexuales… Sin mencionar los repetidos ataques por parte de grupos de ultraderecha ante la pasividad de las autoridades griegas.
En Grecia, como en prácticamente la totalidad de los países europeos, las medidas adoptadas frente al coronavirus obligan a la gente a quedarse en sus casas y se multa a quienes las incumplen. Resulta curioso que nadie multe a unos Gobiernos que se niegan a posibilitar su cumplimiento. ¿Cómo van a lavarse frecuentemente las manos o a mantener las distancias más de 20.000 personas en un lugar como Moria, donde hay un grifo por cada 1.300 pares de manos? Desde dentro denuncian que aunque acudan a la clínica con fiebre y posibles síntomas, no pueden (o no quieren) hacerles un test, por lo que no se sabe si realmente hay presencia del virus. Ni desde ACNUR ni desde la administración del campo se hace prácticamente nada para mejorar las medidas higiénicas y, aunque varias ONGs gestionen el acceso a tanques de agua o cosan mascarillas, es un problema que no puede afrontarse en una estructura de estas características.
Desde marzo existen también unos campos “de cuarentena”, más pequeños y situados al norte de la isla, a los que se ha destinado a todas aquellas personas que llegaron más recientemente. Debido al coronavirus, el Gobierno griego abolió el derecho a asilo (algo que realmente no es posible pero igualmente hizo) y tomó la decisión de deportar a estas personas. Por ahora, el grupo que fue trasladado a los campos de detención en Grecia continental para ser deportado todavía continúa ahí. Quienes permanecen en Lesbos siguen a la espera, sin saber muy bien qué pasará, recibiendo comida una vez al día y sin duchas, ni baño, ni asistencia médica.
Aunque a día de hoy no existe ningún caso confirmado en Moria, sí los hay en otros campos en Grecia continental. Teniendo en cuenta las condiciones del campo y la falta de medidas de protección, la llegada del cornoavirus a un lugar como Moria supondría una verdadera catástrofe humanitaria. Por ello, varios colectivos y organizaciones de diferentes países europeos están llevando a cabo una serie de iniciativas exigiendo a los Gobiernos que asuman responsabilidades y tomen medidas para evitarla. Una de ellas es el movimiento #LeaveNoOneBehind, probablemente el más grande a nivel europeo, que exige la inmediata y completa evacuación de los campos y el realojo de estas personas en un lugar donde puedan vivir dignamente y protegidas frente al virus.
No podemos salir a la calle pero eso no significa que tengamos que dejar de actuar, aunque dadas las circunstancias lo que podamos hacer no sea mucho. Es importante seguir contando y difundiendo lo que está sucediendo más allá de nuestros círculos libertarios, más allá de las paredes de nuestra cuarentena. La presión también puede ejercerse a través de los medios y las redes sociales, llamando por teléfono o escribiendo mails a Presidencia o los Ministerios de Interior y Asuntos Exteriores para colapsar sus medios de comunicación y exigir que saquen a la gente de los campos.
La protección, en tiempos de corona, también tiene que ser para todxs.
Desde aquí, lo aconsejable (contrariamente a lo que nos dicen) es que dejemos de lavarnos las manos. Dejemos de limpiar cualquier resto de responsabilidad y hagamos que roce a roce se propague el peligroso virus de la conciencia. Saben que esa será la verdadera pandemia,
Flo e Isa (Mare Liberum), Chera