La matanza de Ankara del pasado 10 de octubre es el más atroz de los crímenes contra la población civil perpetrados en los últimos meses en Turquía y en el Kurdistán turco.
Del mes de junio a hoy se han producido tres matanzas de civiles en los territorios de Diyarbakir, Suruç y finalmente Ankara.
Las matanzas se han producido durante algunas manifestaciones de protesta en solidaridad con el pueblo kurdo. La población civil protesta contra la política de guerra y la tiranía que trata de imponer en todo el territorio el ‘primer ministro’ turco Erdogan y su partido, el AKP.
De hecho, Erdogan y el AKP son apoyados por algunos grupos de extrema derecha y el aparato policial del Estado, nacionalistas y ultranacionalistas, mafiosos, servicios secretos turcos e internacionales, y juntos están apoyando al Estado Islámico (EI), buscando sembrar el terror en todo el país por medio de la policía y de las fuerzas especiales.
El 5 de junio, en la ciudad de Diyarbakir (Amed en kurdo), en el Kurdistán turco, explotaron dos bombas durante una manifestación kurda en la que participaban dos millones de personas de todas las edades. Un acto festivo con cantos y bailes típicos durante todo el día.
La primera bomba estalló poco antes de que se acabara la manifestación. Estaba colocada en una papelera. En pocos minutos estalló la segunda. Esta bomba, más potente que la primera, explotó en el edificio de un transformador eléctrico cercano a la tribuna-escenario. La plaza de transformó de fiesta en lugar de devastación y muerte: heridos trasladados a hombros, las sirenas de las ambulancias, sangre y trozos de carne, manos, brazos y piernas esparcidos por todas partes. Rápidamente la policía turca comenzó a lanzar gas lacrimógeno y agua a presión, y a cargar contra la gente con los blindados, en una plaza aterrorizada con muertos y heridos por el suelo, obstaculizando el transporte a hombros de los heridos a los puestos de socorro.
Dos días antes había sido asesinado un activista kurdo de un tiro en la cabeza mientras conducía, y un grupo fascista había incendiado una furgoneta provocando 18 heridos.
Las declaraciones de los exponentes políticos del AKP en el primer momento han imputado las bombas del 5 de junio en Diyarbakir a un cortocircuito en la subestación eléctrica, después al HDP (Partido Democrático de los Pueblos, filokurdo) y finalmente al EI (Estado Islámico, en kurdo Daesh).
Los manifestantes han permanecido en la plaza afrontando los ataques de la policía y gritando consignas contra el ‘primer ministro’ turco Erdogan y su partido, el AKP, identificándolos como el cerebro político de esa matanza.
En todos los rincones de la ciudad de Amed, los coches han ocupado las calles y la gente ha montado manifestaciones espontáneas, en la puerta de los hospitales había miles de personas dispuestas a donar sangre a los heridos. Las bombas, una de ellas cargada de metralla, han provocado cuatro muertos y cuatrocientos heridos, entre ellos muchísimos niños, jóvenes y mujeres.
El ‘primer ministro’ Erdogan, para conducir todavía más al país a la guerra y la devastación ha intentado, a través de estas masacres, aterrorizar a la población civil con el fin de controlar y dominar toda la región manu militari.
Cuanto sucede en Turquía y en el Kurdistán turco es una auténtica acción de guerra. Erdogan impone el toque de queda y no solo en las ciudades kurdas: el Ejército entra en las poblaciones y la consecuencia es el asesinato y la ocupación por parte de las fuerzas militares y la policía.
El partido de Erdogan (el AKP) ha perdido las últimas elecciones en Turquía el pasado 7 de junio, y tampoco ha obtenido suficientes diputados para formar un gobierno de mayoría. El AKP no ha formado coalición con otros partidos, ha impedido otras tentativas de formar gobierno y ha convocado otras elecciones, que seguramente se celebrarán el 1 de noviembre.
Poniendo fin a las negociaciones quinquenales con las fuerzas políticas kurdas, el AKP ha comenzado a aterrorizar a las regiones kurdas con sus fuerzas militares y policiales.
El 20 de julio, en el patio del Centro Cultural Amara de Suruç, en el Kurdistán turco, un hombre ha hecho explotar una bomba contra algunos centenares de activistas solidarios con el pueblo kurdo. La mayor parte de ellos eran militantes de la Federación de la Juventud Socialista (SGDF), pero en aquel momento estaban presentes también activistas de otros grupos de la izquierda revolucionaria, entre ellos algunos anarquistas. Llegados unos 300 desde Estambul para apoyar la reconstrucción de Kobane, habían hecho una petición oficial a la prefectura de Suruç para poder pasar la frontera y llevar ayuda humanitaria a la población de la ciudad kurda destruida por la guerra, cercana a la línea fronteriza bajo control de la policía militar y el servicio secreto.
Kobane ha sido asediada por el EI el 15 de septiembre de 2014, y ha sido liberada entre el 25 y el 27 de enero de 2015 por la Unidad de Defensa del Pueblo (YPG) y la Unidad de Defensa de las Mujeres (YPJ), unidades de autodefensa creadas por el pueblo kurdo para defenderse de los ataques del Estado Islámico. Durante los 137 días de asedio del EI a la ciudad kurda de Kobane, en el Kurdistán sirio, el Estado turco ha continuado dejando pasar suministros y armas para el EI.
Negada la autorización de acceso a Kobane, los jóvenes activistas estaban celebrando una conferencia de prensa, en el patio del Centro Cultural, para denunciar lo sucedido y pedir la apertura de un corredor humanitario, cuando se produjo la explosión.
El Centro Cultural Amara está en Suruç, una población del Kurdistán turco a pocos metros de la frontera controlada por el Estado turco.
A 200 metros de Amara está situado un puesto de control de la policía turca, al que se condujo a los jóvenes solidarios, donde fueron retenidos e identificados. Además, la policía turca confiscó las cámaras de fotos, los cuadernos y hasta los bolígrafos de los activistas. Finalmente, la policía turca ha interrogado a todos los activistas solidarios reunidos en Suruç y concentrados en el Centro Cultural Amara.
Tanto la frontera, la puerta de Murtsipinar, el pueblo de Suruç, como el Centro Cultural Amara, están bajo el estrecho control de la policía turca.
A las 11 de la mañana, explotó la bomba en el Centro Cultural durante la conferencia de prensa. También en este caso estaba cargada de metralla con objeto de producir una matanza.
La explosión ha matado a 33 activistas y herido a otros 100.
La policía turca ha declarado de forma sumaria que la explosión ha sido obra de una “célula del EI”. La bomba de la frontera, controlada por el Estado turco, ha sido también obra de una “célula del EI”.
Pero ahora el Estado turco y su aparato policial ¿están controlando quién y cuál es su objetivo? ¿Dicen “combatir al EI” y disparan a la población civil turca y kurda?
El AKP y Erdogan han echado una vez más la culpa al EI (de hecho apoyado por Erdogan) y al PKK, y en general al movimiento kurdo que desde hace meses pide al Estado turco que pare las matanzas y deje de apoyar al EI, que cesen los bombardeos y la guerra, y que reanude las negociaciones de paz.
En la matanza de Suruç, como en la de Amed, en los momentos posteriores a la explosión de las bombas se han producido cargas de la policía turca, lo que ha retardado los auxilios y causado otros daños, pues han atacado a los que llevaban a los heridos a los hospitales.
Se ha dicho que la policía detuvo a un hombre y a una mujer como probables autores del atentado, pero cuando se preguntó por sus identidades, la policía y el servicio secreto turcos no respondieron.
Una vez más, el Estado turco ha protegido y tolerado al EI.
Las fuerzas de seguridad turcas han detenido a 49 personas durante las manifestaciones de protesta que se han producido en Estambul por la matanza de Suruç. Entre otras cosas, se ha impedido el acceso a Twitter, con el fin de limitar y bloquear la difusión de las imágenes del atentado. La magistratura turca ha prohibido la publicación de imágenes de las matanzas.
La realidad es que Erdogan, el AKP y sus aliados, tienen como objetivo algunas áreas de la sociedad turca y kurda, y utilizan el nombre de las organizaciones kurdas para distorsionar la verdad y ocultar su responsabilidad en las masacres.
El gobierno del ‘primer ministro’ Erdogan y del AKP es, de hecho, un gobierno ilegítimo.
El primer ministro Erdogan ha censurado los periódicos, detenido periodistas, redes sociales que estaban documentando lo que está sucediendo realmente. Ha detenido a juristas y abogados, ha asesinado a opositores políticos y a sus parientes.
Pero la población civil no ha abandonado las calles y ha seguido manifestándose contra la guerra y por la libertad.
El 10 de octubre, en Ankara, el DISK (Confederación de Sindicatos de Trabajadores Revolucionarios), la KESK (Confederación de Sindicatos de Trabajadores del Sector Público), el TMMOB (Colegio Oficial de Arquitectos e Ingenieros) y el TTB (Colegio Oficial de Médicos) han organizado una Marcha por la Paz contra la Guerra. En la manifestación han participado otras organizaciones políticas y grupos de la izquierda turca. En el momento en que comenzaba la marcha, 10 de la mañana en la estación ferroviaria, han explotado dos bombas.
Una de las explosiones se produjo durante el paso del HDP (Partido Democrático de los Pueblos) y la otra mientras pasaban los manifestantes del Partizan-Kaldiraç.
La cifra de muertos ha sido de 128, y 516 heridos. Una matanza terrible, la tercera en cinco meses, la tercera matanza tras las de Amed y Suruç. La masacre de Ankara es la más grande que se ha producido hasta la fecha, considerando las masacres más recientes de Cizre, Farqin, Nusaybin, Sirmak y otras poblaciones, y el terrorismo de Estado contra las ciudades del Kurdistán turco sometidas en los últimos meses a continuos toques de queda, ataques, torturas y crímenes contra la población civil (centenares de personas han sido asesinadas en los últimos dos meses).
Una vez más, el ‘primer ministro’ Erdogan, para quitar responsabilidad a sus colegas y a sí mismo en el papel de mandantes y ejecutores de la matanza de Ankara, apunta al Estado Islámico (al que, en realidad, está apoyando con las armas) y al PKK (que de hecho está bombardeando el Kurdistán iraquí).
La tentativa de ocultación y distorsión de la verdad por parte del ‘primer ministro’ Erdogan y de sus colegas en función de su propia responsabilidad política y material en la idea, desarrollo y ejecución de las masacres y de las matanzas perpetradas contra la población civil, es una máquina que ha funcionado mal, en primer lugar porque las pruebas que le implican en las matanzas de Diyarbakir, Suruç y Ankara están documentadas y, en segundo lugar, porque las manifestaciones de protesta y de autogobierno de la población civil no han cesado.
El terror de los Estados-nación y la tiranía, de hecho, no bastan para dominar el país.
Las matanzas de Amed, Suruç y Ankara han demostrado cada vez más la importancia de los comités de defensa autoorganizados y autogestionados por la población civil turca y kurda.
En diversas ciudades de Turquía y del Kurdistán turco, tras los ataques que han dejado sangre y destrucción, la población civil se ha autoorganizado para reconstruir lo que ha sido destruido. Han celebrado asambleas en cada barrio atacado, y han declarado el autogobierno. La gente ha optado por defenderse de los ataques del Estado, creando barricadas e intentando impedir el avance de los blindados y los francotiradores.
Ahora la población civil quiere decidir también cómo vivir.
La matanza de Ankara es un crimen del Estado turco y de su ‘primer ministro’ Erdogan contra la población civil turca y kurda en el vano intento de parar la lucha por el autogobierno y la protesta contra la tiranía del Estado y la guerra de las naciones.
Norma Santi
Publicado en Tierra y libertad 328 (noviembre de 2015)