ACRACIA ANARQUISMO NIHILISMO

¿Monarquía o res publica?

Algunas fuerzas políticas siguen dando la matraca con un posible referéndum sobre la elección de un sistema monárquico u otro republicano. Por supuesto, como en toda consulta al pueblo las opciones son constreñidas, ya que se limitan a dar a elegir entre una forma de Estado u otra. Es decir, o una dominación u otra. Como uno tiene una arrogante condición ácrata y nihilista, se niega a adherirse a principio trascendente alguno. Tampoco en política, qué le vamos a hacer. Es cierto que asquea bastante este inefable país en forma de reino, y con mayor motivo si recordamos los vínculos borbónicos con la ignominia histórica. ¡Ah, la memoria histórica! Cómo pedirle a las personas que recuerden lo que ocurrió hace cien años, si no parecemos capaces de reconocer a personajes infames recientes en este país para volver a tropezar una y otra vez en la misma piedra. Hagamos, no obstante, un poco de memoria. Probablemente, si uno hubiera vivido cuando el republicanismo debió emerger en tierras hispanas, allá por el tercer tercio del siglo XIX, la cosa hubiera sido diferente. La condición verdaderamente democrática y social de aquella militancia republicana, al menos, hubiera tenido que despertar ciertas simpatías entre los libertarios.  Hasta uno, escéptico y nihilista hasta los tuétanos, hubiera cedido un poquito.

Como aquel primer experimento del siglo XIX fue un fracaso, hubo que esperar unas cuantas décadas para un segundo. Entre una fecha y la siguiente, aflora sorprendentemente en este país un movimiento anarquista de lo más simpático, que estamos seguros de que ha dejado alguna herencia genética para paliar el papanatismo de la sociedad española actual. Y llegamos a un momento histórico, que todavía determina nuestro presente, se trata de la mitificación o demonización de aquella Segunda República iniciada en 1931. Como, pocos años después, la cosa desembocó en un golpe de Estado, una derrota del bando republicano y una cruel dictadura de casi cuatro décadas, con una supuesta Transición democrática a la muerte del genocida, que en realidad fue una suerte de continuidad en muchos aspectos, los vínculos históricos son obvios. A pesar de ello, se sigue insistiendo en la desmemoria histórica, en la construcción del mito por parte de unos y en la defenestración por parte de otros. Una bondad y maldad de aquella República, casi sin matices, que abundan en un maniqueísmo que insulta la inteligencia. En esta visión maniquea no hay lugar para recordar la revolución social libertaria, iniciada tras el reaccionario golpe de Estado. Por supuesto, para qué recordar la posibilidad de una sociedad sin dominación, si lo que se pide ahora es elegir entre una forma u otra de Estado.

Sí, asquea la forma monárquica de España, y mucho, máxime si recordamos sus vínculos con la dictadura. Sin embargo, desde una postura verdaderamente transformadora, de profundización democrática y de búsqueda de justicia social, muy poco o nada supone hoy la transformación del Estado en una república. Es más, a poco que reflexionemos en nuestro pertinaz afán antiautoritario, la forma republicana resulta mucho más satisfactoria para asegurar la dominación, ya que el jefe de Estado es electivo y se mantiene la ilusión participativa del pueblo. No, no creo en los referéndums, en las consultas limitadas organizadas por dirigentes para asegurar su chiringuito. Las elecciones son entre mitos de uno u otro pelaje, una monarquía como «garante» de la unidad patria y del sistema democrático o una república que conlleva, de nuevo, la fantasía de cierta transformación social, pero que es más de lo mismo. No hay que desterrar solo a un Borbón (¡ojo, que también!), sino a toda creencia absurda, mítica y absoluta. ¡Ardua labor, pero nadie dijo que fuera fácil!

Juan Cáspar
https://exabruptospoliticos.wordpress.com/wp-admin/post.php?post=42&action=edit

Deja un comentario