Antes del levantamiento de marzo de 1991 en el Kurdistán, la Unión Patriótica del Kurdistán (UPK) y las fuerzas armadas (Peshmerga) del Partido Democrático del Kurdistán (PDK) apenas existían, excepto en algunas zonas fronterizas de Irán y de regiones muy apartadas.
Serán la guerra Irán-Iraq y la campaña Anfal dirigida por el antiguo régimen las que modifiquen totalmente la situación. Cuando tuvo lugar el levantamiento y las fuerzas del gobierno fueron expulsadas por las masas, los Estados Unidos y los países occidentales apoyaron el regreso del UPK y del PDK: en poco tiempo, tomaron el control de las ciudades liberadas por el pueblo.
Desde mayo de 1992, comparten la administración por medio de unas falsas elecciones. A comienzos de octubre del mismo año, comenzaron una lucha contra el PKK que duró unos tres meses.
Pero la unión contra los “rebeldes” no duraría: en 1995, el UPK y el PDK se separan e inician una lucha armada para compartir el Kurdistán.
Al principio casi totalmente anulado por el UPK, el PDK de Massud Barzani busca un apoyo exterior que pueda salvarlo. Y lo encuentra en la persona de Sadam Hussein, por entonces presidente de Iraq. Es así como el 31 de agosto de 1996, el ejército del antiguo régimen llega a Erbil y salva al PDK.
Las relaciones de fuerza cambian, y el PDK se apropia de numerosos sectores, incluyendo pueblos y ciudades antes controlados por el UPK… que no tiene más remedio que irse y, a su vez, solicitar ayuda exterior, en este caso al régimen iraní.
Con la entrada de Irán en el juego, las relaciones de fuerzas se equilibran. El PDK establece su administración en Erbil y ciudades colindantes. El UPK instala su autoridad en Suleimaniya y ciudades vecinas…
En 2003, el antiguo régimen cae tras la invasión de Iraq por los Estados Unidos y los países occidentales. Para el UPK y el PDK es una ocasión extraordinaria para instaurar un gobierno regional en el Kurdistán: se crea, efectivamente, tras las elecciones de 2005.
De 2005 a 2014, el UDK y el PDK son los dos únicos grandes partidos del gobierno regional del Kurdistán. En las últimas elecciones de 2014 hubo una ligera modificación en el equilibrio del poder: el Movimiento del Cambio (Goran), formado en 2007, se coloca en segundo lugar y entra en el gobierno, compartiendo el poder con el PDK, el UPK, las organizaciones islámicas y algunos otros partidos más pequeños.
Pero es solo un cambio superficial: la corrupción, el terror contra las personas, las desapariciones, los asesinatos de militantes políticos, de escritores, periodistas y mujeres continúan.
Resumiendo, no ha tenido lugar ninguna reforma seria mientras el Goran ha estado formando parte del Gobierno. De hecho, la situación ha empeorado. En octubre de 2015, el PDK destituye a todos los diputados, ministros y parlamentarios del Goran. Desde entonces, no hay un parlamente eficaz en Kurdistán.
Las poblaciones kurdas del Kurdistán iraquí (Bashur), bajo el control del Gobierno regional, sufren considerablemente esta situación, tanto económica como políticamente.
Por ejemplo, el gobierno sencillamente ha “olvidado” pagar los sueldos de los funcionarios (1,4 millones) desde octubre de 2015. Y desde febrero, ha decretado que pagaría la mitad a los profesores.
Para justificarse, el Gobierno regional invoca múltiples pretextos para la reducción de su presupuesto: la caída de los precios del petróleo, la guerra contra el Estado Islámico, el coste del millón y medio de refugiados procedentes de Siria y otras regiones del sur y el centro de Iraq… Pero sobre todo acusa al gobierno central iraquí de no enviar a tiempo la parte de su presupuesto anual (un 17 por ciento). Y con razón: el Gobierno regional del Kurdistán debe exportar 550.000 barriles de petróleo al día al gobierno central, que debería devolverle a continuación su parte. Pero el Gobierno regional vende, por cuenta propia, una gran parte de ese petróleo directamente y disimula las cantidades ingresadas.
Desde octubre de 2015, el comercio, el mercado, los trabajos de construcción… todo está ralentizado, y casi todos los proyectos están detenidos como consecuencia de la falta de dinero.
Es difícil para las gentes del Kurdistán vivir en una situación tan miserable. Miles de personas, especialmente los jóvenes, abandonan su país en dirección a Europa.
Y los que se quedan no tienen otra elección que protestar y boicotear el trabajo, principalmente en las ciudades bajo el control de la UPK. Desde el principio de año, han comenzado manifestaciones de pequeña escala en Erbil, la capital del Gobierno regional, controlado por el PDK.
La mayor parte de los despachos y las escuelas –desde primaria a secundaria– están cerrados: sin dinero para pagar los transportes, los profesores y demás empleados no pueden ni siquiera acudir a los centros de trabajo. Han subido todos los precios. Por tanto, numerosos comercios y empresas han cerrado… Como siempre en estos caso, es el pueblo el que sufre la crisis, no el sistema ni el gobierno.
Pero es también el pueblo el que no tiene confianza y permanece dependiente de los partidos políticos. Es el pueblo el que ha perdido la confianza en sí mismo y busca un líder que lo guíe. Es el pueblo el que no ha sacado enseñanzas de las experiencias anteriores y cree todavía en la poderosa mentira histórica de la elección parlamentaria.
Ahora bien, si hace falta una sublevación popular en Kurdistán, hay que definir qué tipo de sublevación resultaría realmente beneficiosa.
La historia reciente de las sublevaciones es particularmente rica en enseñanzas al respecto: desde el levantamiento en 1979 de Irán hasta la “primavera árabe”, las revueltas acaban sistemáticamente ya sea en guerra civil, ya sea en la instauración de un régimen peor que el anterior.
Las razones son sencillas: esos levantamientos están dirigidos bien por partidos políticos, bien por personas que, sin ningún plan para después de la insurrección, se dejan “domesticar” por los Estados Unidos y los países occidentales.
En cada una de esas revueltas ocurridas, los insurgentes quisieron en primer lugar cambiar a la persona que estaba en el poder, creyendo que con eso bastaría para cambiar la sociedad; querían una revolución política, pero no la revolución social.
Imaginando que se podrían hacer cambios desde arriba –y no desde abajo– de la sociedad, han caído fácilmente bajo la influencia de los Estados Unidos y la economía neoliberal de los demás países occidentales.
A fin de cuentas, no solo han fracasado a la hora de aportar cambios reales, sino que de hecho la consecuencia de su sublevación ha beneficiado a las élites, la clase superior y los intereses del sistema actual mucho más que los regímenes anteriores.
Por último, los fracasos han decepcionado al pueblo, que ha perdido la confianza en las protestas, las manifestaciones e incluso las sublevaciones.
Ahora mismo hay un montón de discusiones y de debates entre los kurdos iraquíes, en particular entre las filas de los comunistas, los socialistas autoritarios, la izquierda y los liberales a propósito de la sublevación. En mi opinión, lo que pretenden no aportará mejores resultados que lo que ha sucedido en los países árabes.
Con el fin de evitar el desvío y para aportar cambios reales, necesitamos formar grupos locales radicales, no jerarquizados, antiautoritarios, anti-Estado y anti-poder. Debemos organizarnos en los barrios, las fábricas, los lugares de trabajo, las escuelas, las universidades, las calles y los pueblos. Debemos formar comunidades y cooperativas, para poner en marcha con el conjunto de la población, con el conjunto de los ciudadanos, el municipalismo libertario en cada pueblo y en cada barrio, y en las ciudades utilizando la acción directa y la democracia directa para la toma de decisiones, que debería ser la manera de hacer progresar y desarrollarse el poder del pueblo. Debemos hacer todo eso independientemente de los partidos políticos.
Nuestros objetivos deben ser cambiar la sociedad desde abajo hacia arriba: desde el cambio del régimen político hasta los cambios económicos, educativos, sociales y culturales. Debemos trabajar en la construcción del poder popular en lugar de la dictadura del proletariado o de cualquier otro poder de clase.
No debemos conformarnos con realizar una sublevación. Necesitamos una sublevación que nos permita aportar cambios reales mediante el establecimiento de una sociedad socialista y anarquista. Eso solo podrá hacerse mediante el confederalismo democrático y el municipalismo libertario.
Zaher Baher
Publicado en Tierra y libertad núm.336 (julio de 2016)