ACRACIA ANARQUISMO NIHILISMO

Reflexiones de un anarquista de salón

Esto de ser un ácrata, además con tendencias nihilistas, no es fácil. No es nada fácil, en serio. Como uno no tiende, precisamente, a ocultar su lúcida condición y le gusta la polémica para tratar de agitar las plácidas aguas existenciales, está sometido a toda suerte de gratuitos comentarios y no pocos improperios. Veamos algunas anécdotas totalmente reales. Recientemente, he comenzado a trabajar (no diremos en qué) con un tipo interesante, de origen argentino y ya afincado en el reino de España desde hace muchos años, que a poco que intercambiáramos algunos pocas reflexiones políticas se pudo comprobar de qué pie cojeaba cada uno. En su caso, de la pierna zurda, en el mío la cosa no estaba tan clara para alguien con un pueril e irritante afán polarizante. Aclararé que las personas de izquierdas, con toda la subjetividad de la que soy capaz, me siguen pareciendo infinitamente más interesantes que las conservadoras o reaccionarias (no hablaré de una derecha liberal e ilustrada, prácticamente inexistente en este inefable país). Al menos unas, equivocadas o no en cómo hacerlo, se esfuerzan en tratar de cambiar las cosas (a mejor, se entiende), mientras que otras tienden sin más a apuntalar el estado de las cosas y a los suyos en el poder (claro que, esto algunos izquierdistas, también). Sea como fuere, y ya sin etiquetas, tratemos de tender a cuestionar y no a aceptar acríticamente el estado de las cosas (valga también para los progres, máxime con este gobierno que tenemos y sufrimos a falta de algo peor).

Dejemos las divagaciones y volvamos con mi interlocutor y, ahora, compañero de trabajo al que llamaremos Adrián. Al ser argentino, no tardo mucho en mencionarle a Milei y la indignante mistificación del término y la condición libertaria. Observo que no sabe muy bien por dónde va el asunto; puede ser disculpable, ya que Adrián es quizá demasiado joven. El caso es que observo que se trata de un tipo que ha seguido la trayectoria de votar, tiempo ha, a Izquierda Unida, luego a Podemos y ahora a Sumar. Le suelto sin ningún ánimo displicente (aunque, ahora que lo pienso, expresado así no lo parezca) que, siendo yo un ingenuo jovencito, también acudía cada tanto a los urnas esperando que los auténticos revolucionarios llegaran al poder para transformar las cosas. No era entonces muy consciente de que todas las revoluciones que se habían tratado de hacer desde arriba, aunque tampoco justificaba ninguna (¡ingenuo de mí!), habían sido un absoluto desastre autoritario y totalitario. Perdón, que otra vez me voy por los Cerros de Úbeda. Cuando le digo a Adrián que yo no tardé mucho en perder la fe estatista, al igual que me pasó con la creencia en Dios siendo todavía un tierno infante (ahora que caigo, ¡fui totalmente displicente!), y que sencillamente dejé de acudir a las urnas, me espeta con cierta virulencia: «por qué será que los tipos que no votan suelen ser hombres, blancos y heterosexuales». Venciendo mi estupor, tiro de sarcasmo para soltarle que no puede asegurar con rotundidad que yo sea ninguna de de las tres cosas.

Bromas aparte, me sorprendió mucho su respuesta y uno se pregunta, en primer lugar, si alguien que sea mujer, de una raza no caucásica (queda culto hablar así de nosotros, los rostros pálidos) o que no sea heterosexual esté en mejores condiciones porque gobiernen unos u otros. Ojo, lo digo esta vez sin ironía (creo). Adrián aclara, ante mi objeciones, que Sumar sí está haciendo «cosas» en el gobierno, pero tampoco sabe decirme muy bien qué y tampoco le quiero insistir. Que se mencionaran los factores de identidad (género, etnia o condición sexual) creo que es muy signficativo de la realidad de hoy, lo que se denomina woke, y de cómo algunos jóvenes ven las cosas. Viene al caso mencionar algunas críticas desde la izquierda a estas luchas identitarias que anulan para ellos la verdadera, la de clase. Particularmente, no creo que unas anulen a la otra y hay que ser muy crítico, también dentro de la izquierda tradicional, con un etnocentrismo que también la influyó y con la situación de mujeres y persona queer. Solo por eso, al margen de las ideas que tengamos, hay que comprender cómo ha cambiado el mundo para actualizar la lucha por un mundo mejor. Puede parecer que divago de nuevo, pero se trata de lúcidas reflexiones. Lo que trato de hacer comprender a Adrián, precisamente, es que el origen del término woke, algo que obvian algunos usándolo de la manera más estupida, está en los movimientos sociales, primero de trabajadores y luego de mujeres, negros y personas de diversa orientación social. Era sinónimo de adoptar conciencia, estar despierto, para conquistar derechos y libertad frente a la injusticia imperante. Y yo, lo siento mucho para la tranquilidad existencial, pienso que ahí están las luchas, en los de abajo para tratar de autogestionar todas y todos, cuidándonos entre sí, las cosas que nos afectan. Palabra de ácrata, que no pretende ser de salón, ni estar en ninguna atalaya (y que no suele acudir a las urnas).

Juan Cáspar
https://exabruptospoliticos.wordpress.com/2024/11/23/reflexiones-de-un-anarquista-de-salon/

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