No, a pesar del título, no voy a hacer campaña por la abstención ante la cita electoral de mañana día 28 de abril. No voy a hacerlo, especialmente hoy, que creo que es ilegal hacer propaganda política y lo mismo me sancionan de lo lindo. A pesar de los ironías, de diverso tipo, que empleo en este blog, no tengo totalmente claro lo que hacer mañana. Como lo oyen, no sé si salir al campo o quedarme en casa ensimismado en mis quehaceres. Ahora en serio, ya veré lo que hago, pero me gustaría lanzar, una vez más, unas cuantas reflexiones. La primera, es muy simple, es pensar si acudir a las urnas no supone legitimar, una vez más, el poder político gobierne quien gobierne. Ya saben, la dominación sustentada en la voluntad del pueblo, que no deja de ser por ello dominación política y económica. Otra reflexión es la intolerable corrupción que impregna a todos aquellos que han acariciado el poder. Tanto, que parece una cuestión de poder estatal, no de partido, aunque estos suelan imitar al Estado en sus atribuciones; es decir, un problema inherente a la estructura política jerarquizada, perdonen ustedes la seriedad reflexiva. Pienso también en que este sistema democrático, sustentado en un Estado de derecho y en una separación de poderes, visto lo visto durante tantos años, si no es más que una farsa retórica sin demasiada coherencia en la práctica. También reflexiono sobre si el poder verdadero, presumiento que algunos de los partidos que se presentan sean más o menos sinceros, no lo tienen unas élites financieras internacionales que poco o nada respetan la soberanía de las naciones.
No puedo dejar de pensar en un sistema, este, surgido de una Transición que se presenta una y otra vez como ejemplar y que no es más que la continuidad en forma de democracia de la anterior dictadura. Tampoco puedo evitar reflexionar sobre las estructuras de todos los partidos políticos, incluidos algunos que se presentan como democráticos y asamblearios, que no dejan de ser tan verticales como el propio Estado en el que desean gobernar. Esto es así, sigo quebrándome la cabeza, tal vez porque los partidos que acaban gobernando no obedecen, ni por asomo, a los deseos de los ciudadanos, sino a la disciplina de partido. Ya mencioné la muy desagradable para mí estructura vertical del Estado, perdón por la obviedad, pero es que además no dejan de existir innumerables cloacas y cuerpos policiales de persecución política, herederos con seguridad de otros tiempos, que aseguran que las cosas no cambien demasiado para los privilegiados. No puedo dejar de martillearme el cerebro con el fracaso del llamado Estado del bienestar, junto a la crisis de la democracia representativa, cosas que ni siquiera los partidos que se presentan más transformadores ya ni mencionan. Imposible no tener en cuenta, a la hora de tomar una decisión política, el expolio continuado a que nos somete un Estado, que he comentado que me parece una farsa en cuanto a su supuesta protección social.
Resulta francamente imposible, en el momento de acudir a las urnas, abstraerse de un sistema, gobierne quien gobierne, que favorece a las principales empresas del Ibex 35, mientras se produce ese saqueo mencionado al común de los ciudadanos. Muy complicado es no tener en cuenta un sistema de pensiones, permanentemente amenazado y degradado desde hace años por la clase política, que ya de por sí es más que insuficiente. Desde luego, no podemos abstraernos de un poder judicial y un sistema policiaco que, de un modo u otro, persigue al que micciona fuera del tiesto. A la hora de meterla en la urna, no podemos tampoo no acordarnos de la infinidad de partidos, sindicatos y asociaciones, incluida la muy reaccionaria Iglesia Católica, que pillan subvenciones de ese Estado, que por otra parte expolia a las personas. Imposible no acordarse de las diferentes reformas laborales, hechas con gobiernos de uno u otro pelaje, que nos han llevado a la precaria situación laboral en la actualidad. Para, por ahora, acabar, no puedo dejar de profundizar en un sistema que se llena la boca de libertad y participación democrática, cuando la realidad es que con nuestro voto damos potestad casi plena a un partido político para que gobierne durante años. Ahora, eso sí, tal vez acudamos a la cita electoral, exclusivamente, porque así pensamos que se frena a la derecha (en todos sus grados, desde la extrema a la muy extrema). Entonces, ahora sí, ya dejo de reflexionar y me callo.