Agustín García Calvo nació en Zamora, en 1926, y en esa misma ciudad falleció el 1 de noviembre 2012, no mucho después de aquel 15M en el que se implicó. Como es sabido, ocupó una cátedra de lenguas clásicas en Sevilla y en Madrid, de la cual fue apartado por el régimen franquista en 1965 por su apoyo a las revueltas estudiantiles, y en la cual fue restablecido en 1976. Escritor de diversos géneros literarios y filósofo, las facetas fueron múltiples en quien se reconoce a una figura clave de la cultura contemporánea, recibiendo tres veces un premio nacional: de Ensayo en 1990, de Literatura Dramática en 1999 y de Traducción al conjunto de su obra en 2006. Hay que recordar la rebeldía permanente de García Calvo hacia el poder establecido, por lo que nunca fue amante de recibir galardones; en cierta entrevista, explicaba que si acepto los anteriormente mencionados era porque eran premios muy pequeños, sin que él se presentara a ninguno, y «los jurados son muy grandes y variados y hay más probabilidades de que entre ellos haya gente honesta». Uno de los últimos trabajos en los que participó fue el documental de Basilio Martín Patino sobre el movimiento 15M, el cual utilizaba precisamente el título de uno de sus poemas: «Libre te quiero».
García Calvo consideraba que a través del lenguaje es posible comprender la sociedad, ya que los modos sociales y los modos lingüisticos están íntimamente conectados. El pensamiento del filósofo zamorano consistía fundamentalmente en una desarticulación del lenguaje por medio de la cual consideraba que era posible poner de relieve negaciones y vacíos. Su teoría general del lenguaje queda expuesta en una trilogía con los títulos Del lenguaje, De la construcción (Del lenguaje II), editados en los años 80, y Del aparato (Del lenguaje III), publicado en 1999. En el género de ensayo, destacan obras como Lalia (1973), ¿Qué es el Estado? (1977), Contra el tiempo (1993) y De Dios (1996). También escribió artículos ferozmente críticos como «Contra la familia», «Contra la pareja, «Contra la paz», «Contra la democracia» o «Que no, que no». Igualmente impartió innumerables conferencias que invitaban siempre a la crítica, como es el caso de «¿Quién dice no? En torno a la anarquía», recogida también en un libro editado por la Fundación Anselmo Lorenzo en 1999; así, se trata de decir no al poder, al Estado, al capital y, en general, al régimen supuestamente democrático que hoy padecemos en el cual, consideraba García Calvo, culminan todos los regímenes funestos de la historia. Como la realidad es necesariamente falsa, es por eso que debe estar permanentemente reconstruyéndose todos los días, en la televisión, en la prensa, en las instituciones, incluso en la boca de la gente… El poder necesita de la mentira permanente, por lo que la primera obligación del rebelde es decir no; negar uno y, por lo tanto, negar la otra. No, la realidad no puede confundirse bajo ningún concepto con la verdad. Es esa falsificación de la realidad la que, en primer lugar y antes que cualquier otra fuerza coercitiva, es utilizada por el poder y la que genera posteriormente muchos otros instrumentos para mantenerse.
Desde el comienzo de la historia, el poder ha tratado de no dejar vivir, ha procurado que el pueblo se convierta en un especie de conjunto de personas (clientes, votantes…) capaz de tragarse todos los sustitutos de la vida impuestos desde arriba. Ese decir no, esa rebeldía contra el poder, nace en García Calvo de una confianza enorme en el lenguaje, en el pensamiento en definitiva. Hombre siempre controvertido, se podía estar de acuerdo con él o no en muchos aspectos, pero no se podía por menos que simpatizar con su subversión permanente de la realidad. Es cierto que el primer paso de rebeldía es decir no, también que se trata de un tensión permanente hacia todo lo instituido, pero también hay que considerar siempre la faceta positiva de cualquier acción política, máxime si hablamos de un anarquismo que considera la libertad como una construcción social. Esa construcción social no puede confundirse nunca con un camino ya establecido, propio de Iglesias o partidos; a García Calvo le gustaba citar a Antonio Machado: «no hay camino, se hace camino al andar». Poco amigo de instituciones y de academicismo, y a pesar del reconocimiento a su obra, el pensamiento de García Calvo fue marginado en muchos aspectos por la realidad oficial; las reacciones oficiales ante su muerte, alabando su trabajo, aunque matizando siempre de un modo u otro sus ideas antisistema, así lo demostraron. En una sociedad en la que la mayoría de los intelectuales se limitan a justificar, o a humanizar que viene a ser lo mismo, un sistema intolerable, figuras como la de García Calvo son tremendamente necesarias para revitalizar el pensamiento anarquista. Tal y como sostiene el sociólogo Christian Ferrer, no se ha descubierto todavía mejor antídoto contra la sociedad de la dominación que el anarquismo.