Se cumplen diez años de la irrupción en la escena política y social del Estado español de un movimiento que ocupó las plazas de ciudades, barrios y pueblos; una oleada de indignados con el sistema económico y el régimen político que está estrechamente vinculada al nacimiento pocos meses antes y consolidación de nuestro periódico. En este texto queremos reivindicar que ha de reconocerse al pueblo lo que es del pueblo. Es nuestra historia de esta década, pero también queremos y debemos contribuir a una crítica y desromantizar necesariamente el movimiento 15M.
El escenario en el que irrumpe el 15M no parte de la nada, es decir, antes del movimiento indignado había un enorme trabajo de hormiguita de muchísimos movimientos políticos y sociales profundamente infravalorados. Sin embargo, la enorme crisis económica de 2008 conllevó millones de personas en situación de paro laboral, desahucios continuados de sus viviendas a familias y salarios en plena caída en picado. Este sentir generalizado de malestar, de enfado y sobre todo de estar siendo estafado por los poderes financieros, junto con la desidealización del sobrevaloradísimo Estado del Bienestar, fueron el caldo de cultivo del movimiento 15M.
Eclosionó en un espacio donde la política de base se puso en el centro de la vida para muchísimas personas y, en muchos rincones, se propició un ciclo de ferviente actividad de los movimientos sociales entre los años 2011 y 2014. Lo más bello de este estallido de indignación fue que su canalización fue netamente asamblearia y que no se buscaran líderes para guiar al pueblo, pese a que muchos lo intentaron. Es evidente que bastantes de sus reclamaciones carecían de profundidad ideológica, muchos eran puros lemas («no nos representan», «que se vayan», «si tenemos asambleas, ¿gobierno para qué?»); y otras reivindicaciones eran reformas que no incidirían sobre el problema de fondo (cambiar la Ley Electoral, por ejemplo). Por eso quizás sea más conveniente definir el 15M como un clima infeccioso que como un movimiento. Pero, sin duda, fue un punto de partida que hizo crecer a muchos movimientos sociales y propuestas de lucha de largo recorrido de la que a día de hoy muchas somos herederas.
Romantizar el movimiento 15M decididamente no parece la mejor de las ideas, y menos dejar que siga creándose una narrativa favorable que lo vincule con exclusividad a los intereses institucionales de Podemos y la infinidad de marcas bajo ese paraguas partidista. También nos parece que despreciarlo porque no derivase en un asalto al Palacio de la Zarzuela ni tuviese sus particulares tesis revolucionarias se queda en un discurso demasiado vacío.
Habría muchas preguntas que poder plantear acerca de por qué ese potencial no enraizó con un movimiento verdaderamente transformador, si lo ha hecho o ha influido de manera parcial y minoritaria en algunos proyectos concretos, o si ya partía de unas propuestas que implicaban su institucionalización fundamentalmente. En esta sociedad que todo parece que pueda ser integrado, digerido e incluso propiciado por el sistema para que todo siga igual y nada cambie, cabe preguntarse dónde podríamos encontrar la brecha en el muro para agrandarla desde la autonomía que propicia la organización social de base e independiente.
Todo tiene un comienzo…
Los orígenes y antecedentes del Movimiento 15M en el Estado español hay que buscarlos en los movimientos sociales que se dan tras la oleada de luchas antiglobalización de finales de la última década del siglo pasado. En los años 2000 se había venido revalorizando el término de revolución ciudadana, un movimiento de indefinición política y ciertamente ambiguo en su dinámica, que servía para resumir la amalgama de protestas canalizadas habitualmente mediante expresiones de organización ciudadana y pacífica, y en unos códigos políticos de regeneracionismo desde la izquierda liberal. Tendrá una notable influencia el movimiento islandés de rechazo al pago de la deuda en la crisis económica, y por otro lado, también la Revuelta Griega del 2008. En el escenario español, en concreto, la Huelga General de septiembre del año 2010 contra la Reforma Laboral y la Reforma del sistema público de pensiones, propuestas ambas bajo el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Además, en otoño de ese mismo año sale a la luz el ensayo ‘¡Indignaos!’ del escritor y excombatiente de la Resistencia Francesa, Stéphane Hessel, un manifiesto político contra la indiferencia y para que la ciudadanía, y especialmente los jóvenes, tomasen conciencia de las injusticias sociales en el mundo.
Nada más comenzar el año 2011 estalla la conocida como Primavera Árabe, o las manifestaciones populares organizadas por la población islámica en distintos países contra los regímenes políticos y exigiendo mayores derechos sociales con alta inferencia occidental y que han derivado en graves conflictos bélicos esta década pasada. En los primeros meses del 2011, numerosos blogs de ciberactivistas y páginas de Facebook como Democracia Real Ya, articulan reivindicaciones conjuntas y se convoca para la fecha del 15 de mayo una manifestación unitaria en diversas ciudades bajo el lema: ‘No somos mercancías en manos de políticos y banqueros’. Esta manifestación de varias decenas de miles de personas finaliza en Madrid con 19 detenciones tras la violencia policial desatada, y una acampada improvisada en la Puerta del Sol como protesta a tan solo una semana de las elecciones municipales en todo el país.
Las acampadas como manera de conseguir una revuelta permanente
En la madrugada del lunes 17 de mayo, esta acampada improvisada era desalojada, y esa misma tarde se movilizó en las redes sociales una nueva concentración en la Puerta del Sol, en la que pese a la enorme presencia policial, la marea humana consiguió tomar la plaza e instalar nuevamente una acampada, esta vez con el montaje de estructuras y de lonas improvisadamente para dar vida a un campamento permanente. A la mañana siguiente, el 18 de mayo, se organizó el espacio de la acampada y se crearon distintas comisiones de trabajo. Otras ciudades como Barcelona, Sevilla, Granada o Valencia seguían este ejemplo y surgían espontáneamente otras acampadas en numerosos lugares, incluso en algunas ciudades europeas donde se encontraban grupos de migrantes españoles. La Junta Electoral Provincial desautorizó la acampada y esa misma tarde miles de personas tomaron la Puerta del Sol en apoyo del campamento instalado. Medio millar de personas ocupaban ya por las noches la céntrica plaza madrileña, donde se realizaban asambleas diarias a las ocho de la tarde. Se decidió desobedecer el mandato del Junta Electoral y se mantuvo la concentración con una masiva presencia de miles de personas en la jornada de reflexión de las elecciones municipales.
A través de las redes sociales y los famosos hashtags de Twitter como #AcampadaSol #NoTenemosMiedo o #SpanishRevolution la realidad y el debate político de las calles también pasó a lo digital. El objetivo de la Acampada de la Puerta del Sol tras las elecciones del domingo 22 de junio fue asegurarse que este movimiento continuara vivo y se extendiera a los barrios y pueblos. Con ese motivo se coordinaron reuniones preparatorias que eclosionaron en grandes asambleas de barrio en el domingo 28 de mayo en los barrios y pueblos de Madrid, dando nacimiento a decenas de asambleas populares. Un día antes, cientos de imágenes dieron la vuelta al mundo por el violento desalojo policial de la Plaça Catalunya en Barcelona, donde los Mossos agredieron delante de decenas de cámaras en directo a los manifestantes.
De las marchas indignadas a la Movilización Internacional del 15 de octubre
A principios de junio se decide reestructurar la acampada en la Puerta del Sol y en otras ciudades, que finalizará con el levantamiento de la misma el día después de concentraciones descentralizadas en la toma de posesión de los cargos públicos en los ayuntamientos de todo el país el 11 de junio. En este contexto se hizo una convocatoria para rodear el Parlament de Catalunya el 14 de junio, acción que impidió que muchos parlamentarios pudieran acceder al Parque de la Ciutadella para votar medidas de recortes en gasto social. El 19 de junio seis columnas de indignados confluyen en la Plaza de Neptuno de Madrid en marchas organizadas desde los distintos barrios y pueblos que congregan a unas 100.000 personas. Durante esa semana miles de personas iniciaron una marcha popular estatal donde ocho rutas partieron a pie o bicicleta desde distintos puntos geográficos, pasando por los diversos pueblos hacia Madrid para sumarse al I Foro Social del 15M. En estas marchas se recogieron muchas reivindicaciones de territorios rurales, y se activaron proyectos e iniciativas en pequeños municipios al paso de las marchas populares. Esta fue seguida de la Marcha Internacional a Bruselas, que se organizó desde distintos países para finalizar en otoño de 2011 en esa ciudad en una movilización social europea coordinada contra el Pacto del Euro, denunciando al sistema financiero y poniendo en el punto de mira los desahucios que estaban extendiéndose.
Las asambleas de los barrios de Madrid mantuvieron una intensa actividad ese verano de 2011. En agosto la policía desalojó el punto de información permanente en la Puerta del Sol, con motivo de dar una buena imagen ante la llegada del Papa por la celebración de las Jornadas Mundiales de la Juventud en Madrid. Durante tres días la policía mantuvo cerrada completamente al paso la Puerta del Sol, convocándose numerosas convocatorias cada día por la tarde para lograr tomar nuevamente la plaza. Durante el final del verano y principios del otoño todas las fuerzas se centraron en la Movilización Internacional del 15 de octubre de 2011, a la que se sumaron 82 países bajo el lema: ‘Por un cambio global’. Millones de personas se reunieron a lo largo del mundo en movilizaciones sociales masivas y que reivindicaban una transformación de raíz de los regímenes políticos y económicos.
El 15M dejó de encontrarse físicamente en las plazas centrales de las ciudades, pero se esparció por asambleas de barrios, grupos de vivienda, oficinas de apoyo mutuo, sindicatos de barrio y otros grupos. Algunos perduran a día de hoy. Abandonaron las grandiosas pretensiones de cambiar el sistema en general y, atendiendo a las necesidades concretas de sus barrios o pueblos, pararon desahucios, redadas por perfiles raciales, recurrieron sanciones administrativas, etc.
La impronta del 15M sigue presente en los movimientos sociales en la actualidad. Y también en la legislación represiva. Como respuesta a este movimiento el Estado aprobó las reformas de la Ley de Seguridad Ciudadana (Ley Mordaza) y del Código Penal, endureciendo sanciones y penas contra activistas sociales. Unas reformas que, hasta la fecha, no han sido revocadas por ningún Gobierno.
La lucha es el único camino
Tras el punto álgido de la globalización del Movimiento 15M en otoño de 2011, esa extensa red que se había tejido derivó de maneras muy diversas y muchos sentidos. Internacionalmente había tenido influencia en el movimiento Occupy Wall Street, surgido en septiembre de 2011; pero también en movimientos posteriores, y aún con características y contextos propios, como YoSoy132 en México, Nuit Debout en Francia, las protestas de la Plaza Taksim en Turquía, o las movilizaciones en Rio de Janeiro y otras ciudades brasileñas en 2013.
Uno de los principales rasgos del movimiento 15M fue su interseccionalidad en muchos sentidos, pero sobre todo en el generacional. Para los más jóvenes fue una escuela política en la calle, para algunas personas mayores y jubiladas una manera de volver a encontrar ilusión en las luchas que habían vivido de siempre, y para personas de edades medias desengañadas de luchas a finales de los 90, una reactivación o nuevo impulso en muchos casos en los movimientos políticos populares. Esa dinámica intergeneracional nos reencontraba con otras realidades y maneras de sentir la política, hacía falta y sigue haciéndola salir del gueto estético-ideológico, pero también del gueto generacional. Los aprendizajes no vendrán en un único sentido, sino que son multidireccionales, y eso lo demuestra la cultura asamblearia del consenso como una nueva idea, y no el simple sumatorio de individualidades.
Las mareas en defensa de servicios públicos básicos o movimientos estudiantiles como la conocida Primavera Valenciana, fomentaron un escenario de cultura política y lucha en torno a cuestiones como los desahucios o la visibilidad de la PAH, las plataformas por el cierre de los CIEs o la defensa de una educación y una sanidad para todas. También el antifascismo, el feminismo, las nuevas formas de resistencia laboral, huelgas sociales, sindicatos de barrio y de inquilinas, o el antiespecismo; son movimientos que durante la pasada década han conseguido fraguar mejores espacios de debate, expandirse socialmente y alcanzar notables metas de conciencia social y política.
«Vamos lento porque vamos lejos» decían las marchas indignadas en el verano del año 2011. Diez años de recorrido quincemayista y aún sigue todo por hacer, sin embargo, con algunas semillas sembradas por el camino. Nosotras al menos seguiremos redactando y colaborando en ese sentido, plasmando en líneas de tinta y siendo eco de lo que suceda, que no será ni más ni menos que lo que decidamos y la historia que escribimos día tras días, década a década.