No debería sorprender demasiado la llamada ofensiva ultrarreaccionaria concretado en el auge de una extrema derecha en este inefable país que, en realidad, siempre estuvo ahí desde aquella estafa denominada Transición. Hablamos, claro, de una sociedad española con una memoria histórica profundamente distorsionada por la victoria del llamado bando nacional, en una cruenta guerra civil iniciada por un intento de golpe de Estado de los facciosos, y una posterior dictadura de casi cuatro décadas; hechos más que evidentes para cualquiera que tenga bien oxigenado el cerebro, que no terminan de ser condenados por nuestra indescriptible derecha patria. Así, se proyecta colocar pasado este verano de 2021, si no podemos evitarlo, una impactante estatua de varios metros que homenajea el centenario de la Legión y su ubicación no parece casualidad: la céntrica Plaza de Oriente de Madrid; ese lugar que ha dado tantas alegrias a la ultraderecha patria. La impactante imagen elegida, ni siquiera han tenido la intención de maquillarla de modernidad “democrática”, algo que al menos hubiera dado lugar a otro debate, ya que no hay quien se trague eso de observar ahora las fuerzas armadas como colectivos bientencionados esforzados en misiones «humanitarias» en lejanas tierras.
No, la imagen escogida, presumimos que de manera nada gratuita, es la de un legionario de 1921 como símbolo de uno de los episodios más repulsivos de la historia militar española: la Guerra Colonial del Rif entre los años 1909 y 1927. Los actos de la Legión, ese gran cuerpo homenajeado, en este conflicto fueron tan deleznables, que solo mencionarlos hiela la sangre en las venas. Cualquiera que sepa mínimamente de historia, vinculará la creación de esta sangrienta fuerza armada expedicionaria con dos repulsivos regímenes: la monarquía de Alfonso XIII, bisabuelo del actual jefe de Estado del reino de España, y la dictadura de Miguel Primo de Rivera. Recordaremos también que la Legión fue fundada por el admirador del fascismo Millán Astray y que, además de sofocar la Revolución de Asturias de 1934, fue clave para la victoria de Franco y sus secuaces en la Guerra Civil. Los innumerables crímenes cometidos en el Rif, se repitieron luego en la península. Parece mentira que la historia contemporánea de este inenarrable país siga produciendo excrecencias de este calible, mientras otras naciones de «glorioso» y opresor pasado, al menos, hacen cierto examen de conciencia.
Al parecer, el talentoso y sumamente reaccionario escultor, experto en glorificar la historia militar española, es el mismo que perpetró la dedicada a Blas de Lezo, que tantas alegrías dio al partido ultraderechista Vox, y la que homenajea a los llamados Héroes de Baler. Esta última, es tan impresionante en lo estética, como repulsiva en su loa a una de las mayores lacras que ha conocido la humanidad, el militarismo, que ha empujado al sacrificio a innumerables jóvenes en en nombre de esa abstracción aberrante llamado nación, que sigue dividiendo a la humanidad e impidiendo la fraternidad universal. Como dije al principio, no debería asombrar demasiado que se apruebe la instalación de la susodicha obra de homenaje a la Legión, gobernando en la capital nuestra lamentable derecha patria. Pero, lo que sí causa estupor e indignación es que los artífices de la estatua lleguen a afirmar que no hay connotación ideológica alguna. Debe ser que nacionalismo e ideología, combinación nefasta que hecho correr ríos de sangre en la historia de la humanidad, es siempre de otros.
Juan Cáspar
Si quieres ejemplo de arte militarista por llamarlo de alguna manera, échale un ojo al Monumento al general Leopoldo Saro Marín en la Plaza de Andalucia en Ubeda en España. Más que la estatua del general, lo que da entre mucha risa y mucho miedo, es el conjunto escultórico a sus pies que muestra a la tropa en actitud de combate, y a una señora con el pecho al aire.