No sé si fue Foucault el primero que desarrolló el concepto de «biopolítica», pero para el caso que nos ocupa partiremos del filósofo francés, que tantas palabras dedicó al poder. De esta manera, se nos dice con dicha visión que el control de la sociedad moderna, o posmoderna, no se realiza únicamente mediante la conciencia o la ideología, sino también con el impacto en otros ámbitos biológicos como es el propio cuerpo humano. Así, la medicina sería una estrategia biopolítica, lo cual dará una idea de por dónde quiero llevar el asunto. Para comprender esto, tal vez haya que situarnos en la época en que vivimos, donde la industria no es tal vez el principal generador de riqueza y hay que acudir a otros sectores. Entre estos, se encuentra la investigación científica y tecnológica, nada neutral y sí al servicio de una biología disciplinada y sometida a la autoridad dentro de un contexto capitalista. Si la tierra y cualquier recurso natural son las materias primas tradicionales, en la era biopolítica dentro del sistema capitalista el ser humano se ha convertido en otro recurso más del que sacar todo el beneficio posible.
Según esta visión, el control sobre la población no se realizaría ya de forma abiertamente disciplinaria, sino mediante datos y estadísticas, insistiremos que Foucault aludía a la medicina como forma de control de los cuerpos, que permita tomar ciertas decisiones. Este estado de alarma, en el que llevamos ya varias semanas, es tal vez el mejor ejemplo de la biopolítica; nos encontramos en un determinado contexto de verdad, mediante una serie de datos oficiales, donde se nos ha convencido de lo bueno del confinamiento y del control social y policial. No obstante, lo que tal vez escapa a lo que estableció Foucault es la situación en España, donde el sistema sanitario, instrumento o no de poder en la biopolítica, se ha visto colapsado por la actual pandemia debido a su precarización progresiva en los últimos años. Tal vez, debido a ello las medidas gubernamentales dentro de la crisis, en España o en cualquier Estado supuestamente liberal, escapan a la sutil concepción biopolítica y se adhieren a la abierta disciplina de carácter policial.
En China, donde se inició la pandemia, no olvidemos que una dictadura y un sístema abiertamente totalitario, con un control exhaustivo sobre la población, tomaron medidas consecuentes con el régimen. En las llamadas democracias la gestión ha ido por el mismo camino de restricción de libertades, de ahí que se haya hablado de nuevas formas de totalitarismo. No obstante, hay que decir que todos, en mayor o en menor medida, en la alarmante situación actual, participamos de estas medidas tomadas desde el poder. La falta de información y el miedo al virus han llevado a que desde nuestra subjetividad asumamos el confinamiento total o parcial. No obstante, a pesar de ello, en una sociedad donde desgraciadamente no abunda el pensamiento crítico es más necesario que nunca buscar soluciones políticas ajenas a la autoridad. Si estas crisis, afortunadamente, generan redes de apoyo mutuo, que protegen especialmente a los más débiles, también da lugar a desconfianzas y actitudes inicuas por parte de otras personas, que acuden al Estado y a sus fuerzas de control. Por ello, debemos seguir trabajando, aun en una situación tremenda como la actual, por una sociedad donde predominen la solidaridad y la libertad.