Alguien dijo una vez que es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin de eso tan nocivo que llaman capitalismo. Como los anarquistas no somos amigos de lo fácil, pero nos sobra imaginación, añadimos además a nuestro imaginario sin dudarlo el final de eso que denominan Estado. El caso es que alguien que creo que no se ha puesto la etiqueta de ácrata, pero que sin embargo nos está dejando una notable obra con una considerable carga libertaria es Amador Fernández-Savater. Uno se pregunta las discusiones que puede haber en su familia dado el discurso actual del padre, ese autor tan interesante que una vez escribió Ética para Amador y Política para Amador, a años luz de distancia de lo que proclama ahora el hijo. Este año, Amador ha pubicado Capitalismo libidinal. Antropología neoliberal, políticas del deseo, derechización del malestar donde muestra sus preocupaciones y nos ofrece el reto de combatir el maldito capitalismo en el ámbito del deseo. No cabe demasiada duda, a poco que lo pensemos, que nuestra vida está marcada por el mercado e incluso tenemos, Amador dixit, «nuestra propia concepción de nosotros mismos como capital humano que explotar». Digno de reflexión. Y es que, efectivamente, si logramos un cambio en las personas, difícilmente va a ser por una idea o por un dato, sino por afecto, experiencia y buscando ser sensibles a algo nuevo (y, claro, mejor).
Si el mercado capitalista más bien nos seduce en una suerte de hipnosis, la alternativa no es tampoco aleccionar, ni siquiera educar (en un sentido de superioridad), sino abrir espacios de deseo que pasen por el encuentro con los otros y un concepto amplio de libertad donde cada un encuentre su lugar. Estoy también muy de acuerdo con Amador, y aquí también hay que recordar una vez más al desaparecido David Graeber, en que la lucha política que hay que presentar se produce también en el ámbito antropológico. Esa apelación al deseo de las personas, para tratar de anular todo lo que el mercado capitalista nos propone, me recuerda también a lo que en ocasiones dijo Bertrand Russell para contemplar la posibilidad de hacernos un poquito más lúcidos y solidarios, no esa panda de seres incalificables que la sociedad de consumo ha procurado. Como quizá no podía ser de otra manera (uno está lejos de ser impacial), para combatir tanto papanatismo envuelto de emprendimiento, tanta atomización y tanta inicua competencia, encuentro también una conexión con el legado ácrata al buscar ese desarrollo de la personalidad, en el plano individual, y la cooperación y apoyo mutuo, en el campo social. Creo que se nota que me cae muy bien este Amador. Habla también de algo así como tratar de producir un ser humano distinto, pero ojo, nada que ver con ese horror proclamado por las prácticas marxistas-leninistas (con sus variantes, un hombre nuevo que jamás llegó), se trata de no imponer nada al prójimo, de prefigurar el mundo que deseamos a nivel moral e intelectual sin el mínimo atisbo de tentaciones autoritarias y totalitarias.
Personalmente creo que los conceptos de izquierda y derecha están en gran medida obsoletos, o al menos tienen que ser puestos al día dejando a un lado esta irritante polarización sin rumbo alguno; una izquierda que parece enrocada en cierta superioridad moral (con escasa autocrítica), mientras que Amador nos recuerda que la derecha le gana la batalla en el ámbito del deseo. Y es que es posible que vivamos en una sociedad mediocre plagada de malestares de todo tipo, pero la realidad es que discursos como el de Ayuso y su idea de libertad calan en gran parte en el personal. Es muy posible que dicho concepto sea irrisorio a poco que se profundice, reducido a hechos como tomarse una caña en una terraza, pero haríamos bien en dejar de torcer el gesto sin más, interrogándonos sobre cómo puede ser tan idiota la gente, y buscar alternativas vitales para la sociedad que nos gustaría, es concepto de libertad antes aludido impepinablemente unido a la solidaridad. Y es que las izquierdas, e incluyo aquí también al anarquismo clásico (que nadie diga que no soy autocrítico), se han esforzado en construir un mundo nuevo, en conquistar la utopía, mientras que la propuesta de Amador, en consonancia con estos confusos tiempos posmodernos, creo que pasa por buscar alternativas en la realidad de hoy, menos heroicas y espectaculares, pero infinitamente más humanas. Si la disputa se produce en el campo antropológico, efectivamente, habrá que armarse de paciencia y dar ejemplo en este presente donde parece buscarse lo inmediato de manera algo descerebrada. Prometo tomar buena nota de todo ello.
Juan Cáspar
https://exabruptospoliticos.wordpress.com/2024/09/02/capitalismo-libidinal-ahora-trato-de-explicarlo/
«Izquierda» y «derecha». Me llevo preguntando un tiempo por Napoleón Bonaparte y por su hermano José Bonaparte.
Lejos de querer caer en una pantalla de cine de repente me empezó a interesar el brutalismo.
De cualquier manera, estaba pensando en el deseo.
No puedo quitarme de encima una cierta carga de lo que es el «capital humano» en mí y de como me veo con mi bolígrafo azul dibujando, cómics y manga.
Sumergido completamente en libros de la biblioteca pública, llegué a la librería y no pude resistirme al manga que había allí.
Una de las canciones de uno de los grupos que yo escuchaba a los 17 años dice algo así y parafraseo: «no te quedes sólo con lo que quieres oír», y parece que mi rumbo cambia pero hace unos años que estoy metido en una batalla por el deseo.
¿Deseo? Quiero ser libre para desear también y quiero despojarme de constructos que pueda llevar encima para sentir, quizás, al Ser Natural.
No sé si se me pueden seguir los pasos.