Hoy, al parecer, hay otra convocatoria electoral en este inefable país llamado Reino de España. Esta vez, creo, es para elegir representantes para las instituciones políticas de la vieja y mezquina Europa. Voy a ver si me entero bien, que ya me vale esto de ser un lúcido ácrata de tics nihilistas que anhela un mundo donde, al menos, no le empujen a uno a ser un patán y/o un miserable. Por lo que veo, derecha y ultraderecha (no observo tantas diferencias como para usar prefijo, pero bueno) están muy creciditas, la socialdemocracia (eso tan voluble) se mantiene, el centro nadie sabe lo que es y la santa izquierda tiende a menguarse. Fijémonos, como curiosidad antropológica, en la propaganda con la que nos han inundado los diversos partidos concurrentes. Diré, en primer lugar, que las principales fuerzas que cortan el bacalao, desde ambos polos del (supuesto) espectro ideológico, han enviado a cada hogar una escueta carta llena de buenas intenciones junto a la lista electoral que, según me han contado, hay que introducir en la urna (no sea que alguien no encuentre el papelito en el colegio al que acuda o se muestre indeciso, ¡vaya usted con la lista en la mano como el botarate que es!). Empiezo por la derecha oficial (o cobarde), que representa el Partido Popular, que manda una carta adornada con un marco en el que puede verse una manifestación con, por supuesto, banderas rojigualdas; no hace falta mucha materia gris, ni nociones de diseño gráfico, para comprobar que la fotografía no daba para mucho y han tenido que clonar, con suma torpeza y muy poco vergüenza, trozos de fotografía con enseñas y seres humanos para abarcar lo que ocupa un simple folio (no creemos que el electorado habitual de esta gente se haya percatado, es lo que tiene la alienación producida por las banderas nacionales).
El texto de la carta del PP abunda en el laconismo (perdón por el oxímoron), con expresiones, que poco o nada significan en el mundo real, como libertad, igualdad, prosperidad e, incluso, se alude a que «hemos salido a las plazas para defenderlo y reivindicarlo» (sic); uno se confunde; ¿seguro que hablamos de la diestra? Vamos con la extrema diestra. La extensión de su carta es similar a la anterior, aunque el cuerpo de letra algo mayor (y es que, a medida que se radicaliza, la derecha sufre aún más de presbicia). Por supuesto, el texto perpetrado por eso denominado Vox también alude a la libertad, ya que es sabido que todas las fuerzas beligerantes en cualquier conflicto la defienden; ademas, se asegura defender a «familias», «empresas» y «productores» (ya que el vocablo «trabajadores» debe ser anatema para estos) y ponen a caer de un burro a cosas llamadas Pacto Verde Europeo y Agenda 2030 en nombre de soberanismo nacional (es decir, eufemismo del repulsivo nacionalismo). Por cierto, algo que se percibe de manera clara en la misiva, el verde es el color corporativo de la ultraderecha y uno se pregunta por qué. ¿Ecofascismo encubierto o es que ya estaban todos los colores pillados en el espectro político? Una cosa más, el colofón del texto es «¡Nos van o oír!» (como la comunicación interneuronal de este electorado es todavía menor que el de la derecha cobarde, explicaremos: Vox es «voz» en latín y de ahí el tremendamente hábil juego de palabras, ¡qué derroche de ingenio para el nivel usual de esta gente!). Vamos con la supuesta siniestra (perdón por la cacofonía). La extensión lectora de lo que nos manda el Partido Socialista Obrero Español (¡cuanta contradicción en una siglas!) tiene algunos párrafos más que las anteriores cartas, pero no nos vengamos arriba. En todos y cada uno de los apartados, se nos pone en mayúsculas y en color naranja MÁS EUROPA (pero, ¿no hay ya una fuerza política de izquierdas llamada Más País?; Errejón no debe haber andado listo para registrar el nombre en todas sus variantes), por si acaso se nos olvida que lo que se quiere es expandir el universo.
El texto de los sociatas hace no pocos guiños a un electorado más progre (medioambiente, feminismo, medidas sociales, Palestina…), además de terminar recordando el avance de la «ultraderecha reaccionaria» (un pleonasmo que debe ser producto de la habilidad literaria del redactor). Las de Sumar, respecto a todo lo demás, han resultado sorprendentes (y, quizá, coherentes y conscientes como simples acólitos en el Gobierno actual); la propaganda se ha recibido tarde, mal y nunca y de forma minimalista, un simple folletillo de 10×15 y sin ni siquiera sobre (ojo, se agradece tan poco gasto de papel por el ecologismo). El partido liderado por Yolanda Díaz se limita, en el texto más breve de todos, a recordar que ya forman parte del poder, en este indescriptible país, y que a seguir avanzando en Europa (lo dicho, congruentes con su papel). Acabemos con la izquierda verdadera, hoy algo defenestrada. Podemos, con Irene Montero como cabeza de lista, envía un sobre morado con dibujitos naíf estampados (no, precisamente, sobrados de atractivo); se ve en primera instancia a Mussolini y Hitler, por lo que puede parecer que el lema va a ser algo como el trillado «¡Que viene el fascismo!» (pero, no van por ahí los tiros). La cosa va por una Comunidad Europa que supuestamente se fundó para frenar el nazismo y el fascismo (con la excepción de Franco, ese bastión anticomunista, que siguió en el poder) y cualquier contienda bélica; la carta es, en realidad, un cómic (insisto, con toda a objetividad de que uno es capaz, más bien exento de atractivo) donde se ve cómo llega el neoliberalismo (incluido Felipe González), con sus privatizaciones y precariedad, para destruirse los derechos sociales, joderse la socialdemocracia (sic), llegar la desigualdad e ir encaminados, de nuevo, hoy hacia la guerra (estética aparte, eso sí, nunca se dijo tanto en apenas unas viñetas). En fin, animus iocandi aparte, ante este panorama, que hoy cada uno, por acción u omisión, haga lo que considere menester.
Juan Cáspar
https://exabruptospoliticos.wordpress.com/2024/06/09/europa-y-la-contienda-electoral/