No soy nada dado a perder excesivo tiempo en las redes sociales, y mucho menos a enredarme en debates (más bien estériles). Ojo, tampoco creo que haya que obviar los nuevos medios de comunicación, de manera dogmática y aislacionista; como ya he dicho en otras ocasiones con intenciones poco o nada modestas, no se trata tanto de lo que leas o consumas, como del espíritu crítico que emplees en ello. Es complicado, no obstante, seamos honestos, no enmarañarse en las redes del sistema. El caso es que por purita casualidad me encuentro un mensaje en ese infierno llamado Twitter de un tipo muy activo en las redes, que ya conocía y que en algún momento ha asegurado ser anarquista (o, como veremos más adelante, eso me parecía a mí). A este hombre, creo que recientemente, le han dado un espacio en La Base, el pódcast del muy peculiar exvicepresidente del Gobierno, en este inefable país llamado Reino de España, Pablo Iglesias Turrión; algo que ya me hizo torcer el gesto un poco. Sí, le echo un vistazo a todos estos medios de la izquierda parlamentaria, lo mismo que hago con otros de signo muy diferente; insisto en que todos tenemos una parte del cuerpo intrincada en el sistema y, lo fundamental, es ser consciente de qué pie cojean los que tienen más bien el conjunto de su anatomía. Volvamos al youtuber, sobre el que no tengo en absoluto animadversión alguna y al que llamaremos RH; el tuit en cuestión, que motivó mi respuesta, aludía a la salida de Más País de la coalición de izquierdas establecida por Izquierda Unida y Podemos, por lo que nuestro amigo, partidario de un frente amplio, único o común de la izquierda, espetaba categóricamente que suponía la sentencia (de muerte, es de suponer) de esa otra fuerza parlamentaria. Bien, pues se me ocurrió, por una vez y sin que sirva de precedente, venciendo mi natural aversión a estos menesteres, dejar un atrevido comentario en las redes.
Así, sostuve con una nada disimulada lucidez que me costaba entender que, alguien que profesaba el anarquismo, pudiera encontrar algo libertario en esa coalición parlamentaria de izquierdas; le aclaraba también, ya que uno puede ser tremendamente educado cuando quiere, que la reflexión estaba exenta de acritud, así como que no pretendía enaborlar «purismo ácrata» alguno. Antes de entrar en las sorprendente respuesta de mi interlocutor, aclararé que mi mención a lo libertario, terreno excesivamente amplio y quizá algo tendente a la polisemia, quería significar la vía hacia la autogestión social; en otras palabras, poniéndonos muy solemnes, que el poder del Estado se trasladara a la sociedad civil para que sean las personas, de forma solidaria, las que diriman sobre los asuntos que les atañen sin instancia coercitiva alguna. Ojo, mi comentario era total y absolutamente sincero, sin carga de ironía, tratando de encontrar alguna argumentación para, por muy difícil que sea, convencerme de que lo mismo me equivoco y hay que votar a una coalición de izquierdas, cuya vía me parece estar en dirección opuesta: legitimar el Estado, algo que tampoco disimulan, y «maquillar» algo el tremebundo sistema capitalista este que padecemos. Pues bien, la corta y algo hostil respuesta de RH fue que le daba igual si había o no algo de libertario en esa gente, que ya forma parte del gobierno, y que él no se consideraba anarquista; creo que esto último era algo irónico, ya que a continuación afirmaba que «a ver si así me soltáis el brazo». Ese uso del plural para dirigirse a mi enorme individualidad, intuyo, debía descansar en que las críticas ácratas hacia su propia persona debían ser frecuentes y abundantes. Al leer la respuesta de RH, le volví a echar otro vistazo a su canal de YouTube, que en su momento solo me interesó (muy) coyunturalmente.
Bien, efectivamente, no encuentro ya nada relacionado con las ideas libertarias, ni siquiera esta vez a un nivel meramente iconográfico (creo recordar haber visto en su momento una A circulada, pero debió ser un espejismo por mi parte); debe ser que vi en su momento muy mal o que nuestro amigo está pasando por cierta transformación mediática (sin ironía, insisto). Es así hasta el punto que la inmensa mayoría del material audiovisual que puede encontrarse alude a la iniquidad de los medios y la política de derechas, así como a la defensa, directa o indirecta, de IU y Podemos. De esa manera, podemos disfrutar de entrevistas a figuras como Yolanda Díaz, Irene Montero o Pablo Iglesias, en defensa como no puede ser de otra manera de sus propias políticas con una posible autocrítica que, yo al menos, no percibo; por cierto, a Iglesias RH le pregunta sobre el anarquismo, que el entrevistador parece considerar como una «izquierda alternativa» que a veces no comprende el mundo plagado de grises en que vivimos. El expresidente contesta, de manera un tanto condescendiente, que tiene un «máximo respeto» por esa corriente ideológica que tanta importancia ha tenido en el movimiento obrero y, entre otros lugares comunes, asegura que en el siglo XXI cree entender que no tienen sentido los debates y rencillas históricos entre anarquistas y marxistas. Volvamos ahora a mi comentario en Twitter. Para el caso que nos ocupa, resultan interesantes otras respuestas, tal vez escasamente reflexivas, que encuentro a mi comentario; me acusan de «equidistancia» entre las posibilistas (el epíteto es mío) fuerzas de izquierda y las perversas derechas, e incluso alguno asegura que «no hay nada más libertario que no votar y que los nazis entren en el gobierno». En fin, no termino de entender que los que suelen acudir a las urnas aludan a la complejidad del mundo en que vivimos o a que las cosas no son blancas o negras, para luego caer una y otra vez en un maniqueísmo atroz y algo insultante. Que cada uno actúe según su santa voluntad, y me parece muy bien que los que se afanan en votar cada tanto tengan alguna ilusión transformadora, que no deja de ser desde mi lúcido punto de vista una forma de tranquilizar su conciencia. Eso sí, me reitero en mi nada modesta opinión de que de vía libertaria nada de nada y sigo esperando que alguien, con sólidas razones, me convenza de lo contrario.
Buenas noches.
Quisiera apuntar una reflexión, no sobre lo que el tal RH haya podido decir, sino sobre la sempiterna cuestión de las elecciones. Me tengo por anarquista o alguna otra etiqueta parecida (me atrae, por ejemplo el posanarquismo de Newman y otros, o el “anarquismo posfundacional” de Tomás Ibáñez); o sea, que me tengo por anarquista heterodoxo (porque los hay ortodoxos, ya lo creo).
Veamos. Si en el Reino de España gana la derecha, la derechona, ¿irán peor las cosas, igual o mejor? Si bien considero que el PSOE es un partido de centro (nada de centro-izquierda) y Podemos ha traicionado su impulso inicial, lo cierto es que si ganara las elecciones la derechona (tal vez con la ayuda de los fascistas), las cosas irían AÚN PEOR. Y esa es la cuestión. El PSOE ha traicionado al pueblo saharaui, al pueblo palestino, a los inmigrantes y refugiados/as, a la mitad de los/as catalanes/as, no ha derogado la ley mordaza, ha protegido al rey borbón corrupto y ladrón, está casado con la monarquía, mantiene la ley de secretos oficiales del franquismo (por algo será), manda a las fuerzas policiales a apalear y detener a las personas que participan en protestas, no investiga sus abusos y sus torturas, como en la masacre de Melilla, dice que “trabajan bien”, etc., etc.
Pues bien, aún así y todo, si gobernara el PP (con o sin Vox), todo sería MUCHO PEOR. Y mi pregunta es: ¿no nos importa que todo vaya mucho peor? ¿No nos importa que se recorten aún más las libertades? ¿No nos importa que se destruya todavía más la sanidad pública? ¿No nos importa que la educación pública sufra el mismo destino? ¿Nada de esto le importa al anarquista, tal vez mirándolo desde su inane atalaya? Así es como queremos mejorar la condición de la gente y llevarle nuestro mensaje?
Votar para tener el gobierno menos malo posible no es, creo yo, contradictorio con ser anarquista. Lo que sí es contradictorio es luchar por mejorar la condición de la gente y favorecer (que no ser responsable de) un gobierno de derecha.