…»Los torneos improvisados que se organizaban parecía que no terminaban nunca. Incluso, hemos jugado a la luz de la luna, lo que era fantástico «, recordaba una vez el anarquista Jaime Cubero sobre los partidos de fútbol que jugó en el Jardín Bertioga de Sao Paulo. Cubero contaba que a través de la pasión por el balón, asociada con la relación entre amigos establecidos en las canchas y extendida fuera de ellas, aprendió mucho sobre la anarquía. Inspirado por algunas historias de ese libertario, Roberto Freire escribió su novela Los cómplices; allí Liberto, joven zaguero de várzea que «más allá anarquismo se enamoró del tipo de juego bastante autogestionado, propio de Varzea, que sólo se juega por amor y por pura solidaridad «.
Más allá de Brasil, sin respetar las líneas de frontera, el fútbol y la anarquía se extienden por todo el mundo en el siglo XIX. El fútbol, como sabemos, se organizó en 1863 en Inglaterra – un año antes de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT) – a través de la aprobación de la «Football Association». Sin embargo, no fue hasta la década de 1880 que el balón rodó a otras tierras, especialmente en América del Sur, lo que permite la creación de asociaciones en Argentina (1891) y Chile (1893).
Y fue precisamente al sur, en 1904, que, en el barrio de Villa Crespo, Buenos Aires, surgió el equipo Mártires de Chicago. No se sabe a ciencia cierta cuánto tiempo tuvo el nombre dado en memoria de los trabajadores anarquistas asesinados por el gobierno de Estados Unidos en 1886. El equipo de Villa Crespo, identificado más tarde como Argentinos Juniors, fue el responsable de la década de 1970, por la revelación de Diego Armando Maradona, el más grande creador de juego de la historia.
Eugenio Valdenebro cuenta que Buenaventura Durruti en su viaje de huida a la misma Buenos Aires, veinte años después de la creación del equipo de los Mártires, dribló a la policía porteña identificándose como un jugador de fútbol vasco. En 1936, ya de vuelta a España en los combates iniciales de la revolución, el mismo Durruti debe haber vibrado con las opiniones anarquistas que, según los investigadores, tenían la mayor parte de los integrantes del equipo de Barcelona.
Las historias extraordinarias de Cubero y Durruti tienen eco hoy en día entre ácratas amantes del balón, aunqué sea casi imperceptible. La cara del Durruti está impresa en la enseña del Radical Contra FC, equipo recientemente constituido por jovenes libertarios de Río de Janeiro. Hoy, frente a clubes muy jerarquizados, con uniformes plenos de patrocinantes comerciales y suntuosos locales, con aficiones guardadas entre barras y polizonte, un arbitraje que se pretende juez imparcial e incorruptible, es vital recordar aquellas elegantes jugadas de ataque para burlar al Estado y sus torvos defensores. Para ello, ¡basta con tener valor y la (A) en el balón!, como lo han hecho tantos activistas anónimos demostrando cómo ciertas batallas en esos campos de lucha unieron a anarquía y fútbol.
… Y la pasión es lo que se les escapa
El fútbol siempre ha despertado pasiones imposibles de ser enmarcadas por las prácticas del poder estatal. Esta pasión vive en quien lo práctica como un juego divertido porque sabes que es asunto serio. También es la pasión del aficionado a muerte, porque siente que es impulso de vida, provocando acercamientos y relaciones entre amigos, más que las identificaciones de carné.
Los clubes y sus seguidores pueden ser asociaciones, que requieren del Estado para ser gestionados, ya que este les provee de normas y recursos (tangibles e intangibles). Vivimos en el momento del fútbol-negocio. También de «barras» organizadas con su herencia de masas que viene del siglo XX y su comportamiento fascista, capaces de crear nichos y jugar con sus habilidades de conducción en el mercado político, relacionandose con los directivos del club, la sociedad y el Estado, a través de su policía y los tribunales.
Los clubes manejan a los jugadores-producto y sus derechos de imagen administrados por equipos gestores de carreras. Estos mismos clubes producen una nueva figura: el aficionado-consumidor, que se convierte en un activo económico a ser negociado en programas de fidelidad que involucran a empresas del «show business», comunicaciones bebidas y otros bienes y servicios de consumo masivo. Los jugadores y los aficionados-consumidores también se ven a sí mismos como participantes de esa operación, a quienes se convoca para extraer rentabilidades y realizar inversiones que mejoran su posición en el mercado del balón. Los jugadores-empresa que invierten en sus carreras con los «media training» y una infinidad de conocimientos médico-tecnológicos de sus equipos técnicos, que monitorean cada uno de sus movimientos, regidos por objetivos medidos entre el potencial y el rendimiento alcanzado.
Los Técnica, los llamados en otros tiempos «profesores», son los nuevos pastores ungidos del balón, idolatrados y seguidos por jugadores, aficionados y directivos. Ordenan el capital humano, con la ayuda de un nuevo personaje, el ejecutivo a cargo de operaciones futbolísticas, que es responsable del movimiento de los activos en el entorno empresarial dictaminando ventas, canjes, prestamos, credibilidad y valoración.
Los árbitros, siguen siendo el viejo mobiliario, que cada fanatico apasionado conoce por su nombre y mañas.
Todo esto puede dejar fútbol escaso, aburrido y recolonización por el «entertainment» millonario de los campeonatos europeos. Pero cuando comienza a rodar la pelota, habla más alto la pasión. En el territorio de la buena lid y la lucha apasionada, todo huye y escapa de los múltiples controles y vigilantes. En el calor del partido, el dominio sobre la multitud se suspende, el «buen-mocismo» mercadeado de los jugadores puede desenmascararse en una pelea, el pastor ungido en el borde del campo, grita palabrotas y habla mucho sin que nadie le escuche.
Aupando dentro o alrededor del estadio, delante de la televisión o en los bares de la ciudad, la pasión irrefrenable puede poner la política y los negocios en espera. El fútbol actual hace uso de las tecnologías políticas para producir un ambiente seguro para los negocios, pero en la medida que el fútbol es pasión, siempre existe la posibilidad de perturbaciones ambientales que escapan a estas tecnologías o les obligan a desencadenar otros medios, más violentos, para moderar las conductas. En el momento del evento, cada fanático vibra con una pasión anárquica que se filtra y se pueden propagar a través de la ciudad, sin gobierno ni mediación electrónica, ni de consumo, ni imposición violenta, que la cancele.
El fútbol es inteligencia en movimiento, es decir., ¡la anarquía!
Aficionados – policías
A pesar de las diferencias, hay una característica presente en todas las aficiones organizadas: el patrimonio. Incluso las hinchadas que toleran pequeños grupos identificados con el fascismo italiano o con sus protestas contra el gobierno del estado de São Paulo y su «tradición democrática», producir y garantizar la existencia de su «patrimonio». La «herencia», cultural o inmaterial, llamada así, es la gran propiedad de la afición organizada. Son sus símbolos: banderas, estandartes y fajas, y los exaltados gritos de guerra que identifican a cada estadio. En los estadios, cada afición organizada, con su patrimonio, tiene su lugar en particular obtenido en negociación con la directiva del club, lo que les da una condición específica frente a otros seguidores.
Los estadios se han convertido en locales vigilados bajo la gestión centralizada de las compañías de «show business». Para contener la pasión desembocada y moderar las conductas, toda represión es convocada: la policía del Estado, la seguridad del club, los «para-policía» de la afición organizada, las cámaras y hasta los socios del club (llamando para reportar irregularidades), deben garantizar el entorno común, de acuerdo con las recomendaciones de las autoridades.
La eficacia se muestra en la medida en que las peleas entre barras no puedan ocurrir en etapas y se extiendan por la ciudad, quedando bajo el control racional de las aficiones organizadas que hieren y matan por su patrimonio. Esta guerra de presas implica la captura de trofeos camisas y banderas de barras enemigas. Los «trofeos» se muestran con orgullo en las redes sociales, a menudo manchados de sangre, alimentando a los medios de difusión con las imágenes conocidas que ofrecen las actuaciones de la policía. Estas confrontaciones abiertas nutren las políticas de identidad de las barras y ayuda en la organización de su cadena de mando.
Los miembros jóvenes, acostumbrados a la violencia de la policía (que les tienen como blancos), o los miembros del partido (que asisten organizados), sueñan con una carrera dentro de la barra, retroalimentando la cadena burocrática de la violencia, con nuevos cuadros dirigentes. En esto, muchas aficiones organizadas se asemejan a la burocracia estatal y su reparto legitimado de la violencia. Los más violentos e instruidos en la racionalidad local de la organización se califican para la «gestión de patrimonio». Por lo tanto, la masa sigue el orden emanado de sus superiores. Es el «departamento de patrimonio» quien organiza la producción del material, su transporte desde la sede a los estadios, y forman en la primera línea de batalla, de modo que el «patrimonio» no esté amenazado por una afición rival.
En el último «derby» entre Palmeiras y Corinthians [equipos de São Paulo], unos 20 integrantess del grupo de patrimonio de la «democrática» barra Gaviões da Fiel golpearon a un hombre y su hijo que llevaban camisas de Palmeiras. El caso llevó a la decisión de la Secretaría de Seguridad Pública, hoy Ministro de Justicia, y al representante del Ministerio Público de São Paulo de prohibir la entrada de barras del equipo visitante en los clásicos realizados en el estado. Esta medida favorece a la nueva gestión de los clubes y sus programas de membresía de fans que pueden gestionar mejor a sus consumidores, previamente registrados y sujetos a los manuales de conducta impuestos.
La afición, razón de ser de los torneos, que se deleita en los cantos y los gritos al unísono, será transformada en audiencia a ser manipulada en sus regularidades y variabilidad en nombre de la reducción de la violencia y la gestión racional de negocios. Va a operar el manejo de las emociones que triangula entre la violencia del Estado, la violencia de las barras y la gestión del club.
El objetivo es moderar el comportamiento, eliminar riesgos y producir en torno al fútbol un ambiente controlado que favorece los negocios, con sus patrocinadores oficiales, canción tema y el himno nacional. Algunoos apasionados, irreductibles al gobierno, saben que ir al juego es más que aupar a su equipo, pues también se enfrentan al gobierno de los estadios de la policía – estatal o no – que defiende el orden y la propiedad con su violencia inherente y gestión optimizada. La pasión que se filtra en dicho ámbito es la actitud anárquica que podrían subvertir esa violencia que el poder ha construido alrededor de la rentabilidades.
Hypomnemata (Brasil)
Texto publicado originalmente en portugués por el boletín electrónico Hypomnemata # 187, São Paulo, mayo 2016. Número accesible en http://www.nu-sol.org/hypomnemata/hypomnematas.php. Versión al castellano por Redacción de El Libertario.