Lo mío no tiene arreglo, como ya he dicho en alguna ocasión, me da en ocasiones por echar un vistazo a ciertos discursos con los que, a priori y gran parte de las veces a posteriori, no puedo estar más en desacuerdo. De hecho, he de confesar, supongo que a diferencia de gran parte de los mortales, no me encuentro nada cómodo en eso llamado burbuja ideológica, quizá por eso uno ha elegido ser algo tan espinoso como un ácrata de tendencias nihlistas. Y lo expreso así, en el caso que voy a abordar, en total desacuerdo y abierta oposición en la forma, en el fondo y en todas y cada una de sus aristas, aunque es cierto, uno confiesa también utilizar a veces la provocación meramente epidérmica acompañada, eso sí, de lo que se pretende como un aceptable discurso de fondo. Digo en la forma en primer lugar, ya que existe algo indescriptible llamado Fundación Gustavo Bueno (a partir de ahora, los llamaré buenistas), que ha decido convocar unos encuentros «filosóficos» nada menos que sobre la figura del generalísimo asesino Francisco Franco Bahamonde. Para denominar dichos eventos no se les ha ocurrido otra cosa que, supongo que para atraer a toda suerte de inicuos reaccionarios muy presentes en este inefable país, el nombre de «Franco, Franco, Franco», quizá en abierta competencia con otra Fundación palmera de dictadores. Y la excusa para convocar dichos eventos es otra campaña perpetrada este 2025 en el que se cumple de la muerte del genocida caudillo, esta vez orquestada desde el gobierno, denominada «50 años de España en libertad». Los buenistas justifican haber puesto ese indignante título en que la intención gubernamental no deja de ser una exaltación de dicha figura histórica, aunque sea en sentido negativo, y ya sin ser nada originales aludiendo también a las intenciones guerracivilistas y a una sesgada memoria histórica (creo que se refieren a la izquierda, sea lo que sea hoy eso).
Por supuesto, la campaña institucional no puede ser también más idiota, ya que a lo que se presume una reiterada apología de esto tan criticable llamado Transición, idealizada hasta el hastío, se une ahora que al parecer, una vez desaparecido el dictador, mágicamente se alcanzó la liberación en este inenarrable país llamado Reino de España. Pero, vayamos con los buenistas. Empezaremos por explicar quién fue el tipo que da nombre a la Fundación, Gustavo Bueno Martínez, cuyo currículum ideológico quizá lo explique todo. Alguien que simpatizó con el nazismo, el fascismo y el falangismo (como lo estáis leyendo) en su más tierna juventud, y más tarde se presentó como un peculiar marxista, que acabo perpetrando una supuesta filosofía, en el sentido más amplio del concepto, con el nombre nada original de materialismo filosófico. En su pensamiento se mezcla algún oxímoron, como eso de considerarse un ateo católico, con esa lectura histórica tan peculiar de que ha habido imperios buenos y malos (generadores y destructivos, tal y como creo que los llamaba el sabio de marras). Puede decirse que este malencarado filósofo cambió el imperio del III Reich, que iba a durar 1.000 años, por temporalmente el soviético para, por supuesto, considerar que es el español el auténticamente bueno (perdón por el chiste). No es raro el hecho de que acabó acercándose a ese engendro ultrareaccionario llamado Vox y de que encabezó algo llamada Fundación Denaes, que defiende la unidad de este indescriptible país exaltando esos conceptos mayúsculos tan perniciosos llamados Nación y Patria. Para los que tengáis curiosidad de escuchar a Gustavo Bueno en algún debate, comprobaréis que era un tipo tan dogmático e iluminado, como profundamente maleducado.
Y qué podemos decir de esa fundación que lleva su nombre, de los llamados buenistas. Pues que en mi nada modesta opinión, está plagada de presuntos intelectuales que repiten, sin ningún asomo de vergüenza y con grandes dosis de papanatismo, las «profundas» enseñanzas de su maestro. Pedantes, papanatas y papagayos (ojo, semejantes epítetos no pretender ser ofensivos, sino descriptivos, como a ellos mismos les gusta hacer), no son malos términos para definir a esta gente tan sobrada en lo intelectual, pero para gusto de simples reaccionarios, aunque dudo mucho que dicho público comprenda demasiado de lo que exponen más allá de palabras como «España», «imperio» o «nación». No es casualidad, entonces, que los buenistas convoquen esos provocadores encuentros, aunque es cierto, ellos aseguren que quieren aportar profundidad y heterogeneidad frente a unos y otros (sin aclarar a quiénes diablos se refieren exactamente, ellos que defienden de manera exacerbada la unidad de este sublime país y la sacrosanta historia de su imperio). Como comencé este brillante texto, he echado un vistazo a las conferencias y alguna resulta sencillamente abstrusa, perfecto ejemplo de los que quieren presentar la filosofía como un mundo altamente elitista. Me recuerda la anécdota de una amiga, profesora de filosofía, que realizó un profusamente incoherente trabajo durante la carrera, salpicado de términos incomprensibles, y el resultado fu que el profesor le puso buena nota. Uno de los encuentros de eso tan grotesco llamado «Franco, Franco, Franco», aludiendo a si el matarife caudillo era en realidad un dictador o un restaurador (os haréis una idea del nivel), resulta especialmente ignominioso. Como ejemplo de lo muy malvados que eran los anarquistas se pone como ejemplo el asesinato del bueno de Salvador Seguí; no solo se obvia que el propio Noi del Sucre era libertario, sino que se echa por tierra que los que cometieron el crimen fueron pistoleros a sueldo de la patronal. Así se escribe la historia y así la expresan estos inefables y muy papanatas buenistas.
Juan Cáspar
https://exabruptospoliticos.wordpress.com/2025/05/17/la-falsedad-el-papanatismo-y-los-buenistas/