Ursula K. Le Guin, nacida en 1929, es sin duda una gran escritora, no solo con prestigio y éxito en el mundo literario, también en los ámbitos político, social y científico; para los que lo desconozcan, su obra es de una evidente y casi insultante influencia en la literatura y el cine contemporáneos, normalmente con obras mucho más ligeras y rebajadas de tono político y científico.
La obra de Le Guin está compuesta, tanto de ciencia-ficción, como es el caso del llamado ciclo de Ekumen (a la que pertenece la novela Los desposeídos, de las que nos ocuparemos más tarde), como de género fantástico, valga como ejemplo su saga de las Historias de Terramar. Es precisamente la Asociación de escritores de ciencia ficción y fantasía, Estados Unidos, la que la ha reconocida como una gran maestra. Son conocidas las simpatías de Le Guin sobre las ideas anarquistas, a las que ha definido como las más humanas, complejas e interesantes de todas las teorías políticas. Por ejemplo, la novela El día antes de la revolución, que pertenece al mismo universo que Los desposeídos, está dedicada al imprescindible intelectual y anarquista norteamericano Paul Goodman. Del mismo modo, es obvia la influencia que Murray Bookchin y su ecologismo radical ha ejercido sobre la escritora. En gran parte de su voluminosa obra, Le Guin ha plasmado sus ideas libertarias de igualdad, cooperación, apoyo mutuo y rechazo de los abusos de poder. Se trata de una evidente renovación de la literatura utópica, dentro de la especulación social y política, por parte de una influyente autora con grandes conocimientos en antropología, no por casualidad su padre era el prestigioso antropólogo Alfred Kroeber.
En Los desposeídos, escrita en los años 70, la escritora nos ofrece la utopía anarquista convertida en realidad en el planeta Anarres, situado a varios años luz de la Tierra, donde se exiliaron los llamados odonianos después de una revolución fallida para construir un sistema sin autoridad y con la solidaridad como norma básica de conducta. Con esta obra, se nos demuestra un gran conocimiento de las ideas libertarias, de un modo nada simplista ni maniqueo, ya que el mundo de Anarres no está para nada exento de conflictos humanos, imposibles de erradicar en sociedad alguna. Los habitantes de Anarres proceden de Urras, del cual se desvincularon ciento sesenta años atrás, un mundo donde se han reproducido los males de la Tierra que conocemos, ya que se encuentra organizado en Estados y con una diferencia abismal entre ricos y pobres. Shevek, gran científico que trabaja en una ecuación que marcará la diferencia para las siguientes generaciones, será el primer habitante de Anarres en visitar Urras y descubrir una realidad para él desconocida. Los desposeídos de Urras tendrán en Shevek un símbolo de una sociedad mejor, sin gobierno ni explotación económica, por lo que no resulta extraño que los poderosos se esfuercen en esconderlo. Shevek representa una idea peligrosa para los intereses de dirigentes y privilegiados, la idea del anarquismo convertida en realidad y esperanza para todos los oprimidos, al mismo tiempo que se erige en el individuo que puede trascender las fronteras de desconfianza entre los diferentes mundos.
La estructura narrativa de Los desposeídos, magistral, se realiza en paralelo, de tal manera que se nos cuenta la vida de Shevek en Anarres y su viaje a Urras. La profundidad de lo narrado por Le Guin está plagado de elementos valiosos: la complejidad de las relaciones humanas, la experiencias revolucionarias con sus éxitos y sus fracasos, el papel de la mujer en la sociedad, la influencia de las ideologías… Puede considerarse Los desposeídos, incluso, como una obra, teórica y especulativa, sobre las ideas anarquistas, ya que realiza una impagable reflexión sobre cómo podrían ser la organización y los valores en el seno de una sociedad libertaria. De forma paradójica, Le Guin nos muestra cómo la tensión permanente entre una sociedad supuestamente libre y el deseo de cambio inherente a las personas lleva a cierta lentitud en algunos ámbitos humanos. La escritora retomará las ideas anarquistas, concretadas en el llamado odonianismo, en El día antes de la revolución (1974), más centrada esta vez en la figura de Laia Odo, ya en etapa final de su vida recordando cómo comenzaron sus ideales muy ligados a sus relaciones afectivas. Paradójicamente, Odo llega a conocer la sociedad libertaria que anhelaba, pero en muchos aspectos ella es hija del pasado y se evidencia el abismo generacional con personas que crecen ya en una sociedad libre. Como hemos dicho, la profundidad y sensibilidad de Le Guin están lejos de toda duda y simpleza.
La obra de Ursula K. Le Guin, autora de indudable talento literario y de enorme conocimiento en diversos ámbitos científicos, y con varios premios a la que nunca se reconocerá lo suficiente, es muy voluminosa incluyendo novelas, relatos cortos, ensayos, poesía e incluso literatura para niños, por lo que no podemos asociarla exclusivamente a la especulación científica. Entre las evidentes influencias que su obra ejerce sobre éxitos recientes, están las semejanzas de Planeta de exilio (1966) con la saga creado por George R.R. Martin en su Juego de tronos. Por otra parte, El nombre del mundo es bosque (1976), donde muchos vieron en su momento una alegoría sobre la guerra de Vietnam, una historia sobre unos perversos humanos que invaden un planeta pacífico de seres que habitan en bosques, que resultará familiar a los admiradores de Avatar, de James Cameron. No permitamos que el entretenimiento esté exento de reflexión y profundidad, por lo que acerquémonos a la obra de Ursula K. Le Guin.