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¿Cuál es la realidad? No me creo lo que nos cuentan

Mediante la percepción, los seres humanos interpretamos, damos sentido a la información que nos aporta el exterior a través de las sensaciones que captan nuestros sentidos, y que transmitimos al cerebro como procesador central.
Con este proceso de la percepción, juntoa otros como la atención, la motivación, la memoria, el aprendizaje, el  pensamiento, el lenguaje…, vamos construyendo el conocimiento, la ideología, las actitudes, los valores, las creencias, la personalidad… en definitiva, vamos construyendo la realidad, más exactamente, nuestra realidad individual, dicho de otro modo, nuestra propia verdad. Gracias a este proceso de la percepción nos convertimos en seres individuales con pensamientos, sentimientos y actuaciones divergentes.
Afortunadamente, nuestra realidad no es una copia literal de la realidad exterior aportada por los sentidos (lo que supondría que todas y todos “pensamos, sentimos y actuamos igual”), sino que es una interpretación de la misma, de ahí que podamos afirmar que cada ser humano tenemos nuestra propia realidad. Pensemos, por ejemplo, en cómo una misma película, un mismo discurso, exposición, obra de teatro, conferencia, libro, noticia, mensaje, consigna, es decir, una misma realidad exterior, es interpretada, comprendida… de forma diferente por cada espectador/a, dado que nos fijamos, atendemos, valoramos planos distintos y ello implica que la integramos de forma diferente.

Sin embargo, las pretensiones del poder siempre han sido, con independencia de los colores políticos, intentar minimizar, cuando no anular, estas potencialidades psicológicas superiores humanas que nos hacen ser personas diversas.
Así, el poder lo que pretende, a través del tipo de estímulos y mensajes que emite, de la manipulación de la información, del control emocional, condicionar nuestras respuestas, influir en lo que somos, determinar nuestra personalidad. Quieren homologarnos, homogeneizarnos, uniformarnos, robotizarnos, adoctrinarnos, domesticarnos, someternos, esclavizarnos mental y físicamente. Compramos, bebemos, vestimos, andamos, pensamos, hablamos, actuamos, sentimos… casi de forma homogénea, lo que nos convierte en masa y nos aleja de la individualidad y es bien sabido que “en una sociedad en la que todos, todas, pensamos igual, se piensa poco”. Pero, ¿cuál es la información que nos llega?, ¿a través de qué medios nos llega? Hasta hace muy poco tiempo, los grandes medios de comunicación de masas como periódicos, radios y fundamentalmente televisión, eran los responsables, prácticamente únicos, de informar. Desde hace bastante tiempo estos grandes medios se caracterizan por la falta de transparencia y objetividad, su previsibilidad y su servidumbre ideológica hacia quien los paga, o el partido que esté en el poder, si se trata de medios públicos. Como dice Noam Chomsky, vivimos en un mundo en el que el exceso de información paradójicamente desinforma. Los objetivos al controlar y manipular la información no son otros que el control de nuestra mente, de nuestros valores, actitudes, comportamiento… procurando convertirnos en sujetos pasivos, inanimados, sumisos, acríticos, reproductores inconscientes del sistema social, político, económico.

Observemos, por ejemplo, en los contenidos de cualquier informativo de las grandes cadenas de televisión, que las noticias de contenido político solo son tratadas a nivel de titulares, o se desarrollan a niveles mínimos cuando se trata de noticias sobre conflictos laborales, sociales, colectivos, en los que la sociedad civil es la protagonista. Todas las noticias relacionado con el cambio, la transformación social, el pensamiento crítico, lo alternativo, son presentadas de forma negativa, o ninguneadas o directamente manipuladas para culpabilizar a la clase trabajadora, incluso en los medios de comunicación públicos, como sucede con el tratamiento informativo de las huelgas en el que siempre se intenta enfrentar a las y los huelguistas con el resto de la población usuaria. Por el contrario, las noticias que adquieren un desarrollo mayor, que trasciende el mero titular, son noticias de sociedad de la clase dominante, de la élite social, de propaganda de la clase política, de la patronal, de la banca, de las multinacionales, del mercado, de los negocios.

Esto no es ninguna novedad, pero es especialmente llamativo el tratamiento, agrupadas en un mismo bloque, que desde hace un tiempo se viene dando a las noticias que tienen que ver con los sucesos, las catástrofes, accidentes, la violencia, la delincuencia, la droga, la prostitución, la inmigración, la violencia machista, especialmente si son sangrientas. Esta agrupación es muy determinante ya que nos predispone negativamente como consumidores de televisión ante noticias que no tienen nada que ver unas con otras pero que agrupadas simulan semejanza. Son noticias que tienen además un tratamiento privilegiado por la cantidad y la calidad con que se abordan (abundancia de medios técnicos, recursos, tiempo) y que entre otras cosas tienen como objetivo fundamental potenciar e infundir la morbosidad, el miedo, la ansiedad y, por tanto, la parálisis, el aislamiento, el individualismo, la insolidaridad, la desconfianza, la inseguridad, la creación y desarrollo de fronteras físicas y mentales, la potenciación de la ideología neoliberal, en definitiva. Son muchas las personas que reaccionan conforme a lo que pretenden, llegando a verbalizar públicamente “el exterior es peligroso, caótico, dañino, inseguro”; “nuestra patria es la mejor, en la que me siento bien”; “como en la casa de uno no se está en ningún sitio”; “las fuerzas de seguridad del Estado velan por mi seguridad y la de mi familia”, etc. A este panorama, hay que sumar los reality show y lo zafio como modelo cultural, sin olvidar, como dice García Montero, la extraordinaria contradicción que supone el tremendo éxito de los programas de MasterChef cuando porcentajes importantes de población, especialmente infantil, está mal nutrida o simplemente pasa hambre.

Estamos en la época, de un nuevo amarillismo informativo, del sensacionalismo, de buscar incrementar los niveles de audiencia a cualquier precio, con imágenes de impacto, resaltando lo excéntrico, la maldad de la noticia. No en vano, la práctica totalidad de los informativos abren con una mala noticia.
Pero volvamos a nuestro concepto de realidad. ¿Cuál es la realidad? Lo que nos cuentan es lo que pretenden que sea la realidad, que todas y todos percibamos la misma realidad, que hablemos de lo mismo, que analicemos los acontecimientos lo mismo, que pensemos y actuemos lo mismo, pero ¿realmente es esa la realidad, la del miedo, violencia, inseguridad, insolidaridad… o la vida logra desbordar su realidad?
La realidad es individual, nos la construimos nosotros y nosotras gracias a las potencialidades de los procesos psicológicos superiores de nuestro cerebro y podemos concluir que es mucho más compleja, más abierta, más plural que lo que nos cuentan, que trasciende las coordenadas en las que quieren cuadricular, encasillar, nuestro pensamiento, nuestra libertad. Eres libre, nos dicen, pero la realidad es que solo admiten que seas libre como consumidor, libre para consumir lo que se te diga, a la hora que se te diga y hasta que se te diga. No van a lograr sus objetivos, la creatividad, la individualidad, el pensamiento crítico, la vida libre se siguen abriendo paso al margen de las ataduras mentales que nos han tejido.

Por otra parte, si en lugar de abordar lo que pretenden los tradicionales medios de comunicación, tratamos del impacto que están teniendo las redes sociales en construirnos la realidad al margen de nuestra individualidad, sencillamente el panorama es espeluznante. Este tema requiere ser abordado con mucha mayor atención dada su importancia y actualidad pero como aperitivo decir que países como Estados Unidos ya han aprobado derogar la  neutralidad de la red de manera que cada persona vamos a tener acceso solo a las noticias o publicidad que el sistema considera que nos merecemos, nos corresponde, nos interesa, estemos preparados o, dicho más prosaicamente, seamos capaces de pagar. Realmente, el nivel de sofisticación que se está alcanzando en el control mental de la población es dramático y terrorífico. Actualmente, el control de la población es tremendo con las redes sociales, llegando hasta la total intimidad de nuestra vida, de nuestro tiempo y espacio y es tan inconsciente que les ofrecemos abiertamente a estas empresas privadas, sin que nos lo pidan, toda la información sobre lo que hacemos, pensamos, creemos, disfrutamos. Hemos caído en la trampa de que el placer del Smartphone nos hace libres.

Forzando la discusión, con las redes sociales “no neutras” intentan crearnos una realidad diferenciada, previsiblemente, por clases sociales. Desde el anarquismo, Bill Budington plantea la necesidad de construir redes alternativas, un internet de las personas, en que el acceso libre a internet y a su neutralidad esté garantizado fuera de todo control empresarial corporativo o del Estado, en el que siga existiendo la libertad de expresión y creación. Desde el anarquismo debemos estar especialmente sensibles a que el adoctrinamiento uniformizador no venza sobre la individualidad y que los derechos humanos se sigan aplicando.
La realidad verdadera es la que vivimos cada día. Las gentes con las que convivimos son solidarias, no roban, no asesinan, no violan, no son violentas, no odian, no excluyen por etnia, país de origen, sexualidad, política, cultura, religión; las personas migrantes con las que nos relacionamos muestran una calidad humana vibrante en las relaciones; la juventud estudia, se esfuerza, está implicada en su comunidad; las relaciones entre las personas no están reguladas por el miedo, la inseguridad, la ansiedad, la competitividad; el autoritarismo no es nuestra norma de conducta, ni el miedo, ni la huida.

El vivir día a día hay que hacerlo conforme a los principios y ética en los que uno cree y no en los quieren hacernos creer. Nadie hará la revolución por nosotros o nosotras, no podemos esperar a vivir conforme a lo que pensamos en espera de que la revolución se haya hecho. Como dicen Nelson Méndez o Peter Gerderloos, la anarquía se hace día a día, con el aire fresco y sanador de las luchas de las y los trabajadores; con mujeres en lucha por sus reivindicaciones; con los centros sociales autogestionarios; defendiendo los derechos de las minorías; rompiendo el miedo, asumiendo responsabilidades y compromisos que nos activen y sanen mentalmente, volviendo a tomar las riendas de la propia vida.
No me creo lo que me cuentan. Hemos llegado hasta aquí porque no hemos renunciado a nuestra realidad, nos hemos revelado a la imposición de su realidad. Y así vamos a seguir.

Jacinto Ceacero

Publicado originalmente en el periódico Rojo y Negro # 326, Madrid, septiembre 2018. Número completo accesible en http://www.rojoynegro.info/sites/default/files/rojoynegro%20326%20septiembre.pdf

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