Loas simbólicas y ‘artísticas’ al horror

Está en marcha, no sé muy bien cuándo es la inauguración, ni si existe ya una ubicación definitiva en la capital de este inefable Reino de España, un nuevo proyecto reaccionario en forma de estatua. Por cierto, no es casualidad la familiaridad de las palabras (estatua, estatista, estatutario…), creo que eso lo dice todo para quien tenga la lucidez suficiente para entender. El caso es que esta vez se pretende rendir homenaje a los Tercios de Flandes, que ayudaron a que el glorioso Imperio español dominara durante siglos y que en su territorio el astro rey permaneciera siempre álgido (o alguna sentencia similar, no soy muy dado a recordar de manera literal las estupideces inicuas). Ojo, no es que semejante monumento, u otros similares, rinda tributo a todos esos pobres desgraciados que sirvieron de carne de cañón a intereses de la clase dominante, no nos engañemos, sus autores lo dejan bien claro sin subterfugios (para comprender quien tenga bien oxigenado el cerebro y la conciencia, por supuesto). Para quien no lo sepa, los Tercios fueron unidades militares de infantería, pertenecientes al Ejército español durante los siglos XVI y XVII, las cuales emprendieron continuas batallas en nombre del imperio hispano por toda Europa, especialmente en lo que hoy son los Países Bajos; por cierto, su bandera, con una cruz roja sobre fondo blanco, representaba al ejército de este glorioso país, ya que la rojigualda no llegaría hasta siglos después. Por cierto, dicho estandarte es todavía usada hoy por simpáticos elementos nacionalistas, cuyos lemas están plagados de valores memorables como honor y gloria, de ideas que solo los malévolos pueden considerar reaccionarias y retrógradas (valga el pleonasmo). En fin. Hay quien asegura que estos proyectos son meros tributos a la historia y, de hecho, creo que sus autores afirman con orgullo carecer de ideología alguna y solo estar al servicio de la misma. En el cinismo e hipocresía de esto último, tal vez profundicemos más adelante. Pero. hablemos un poquito de historia, la cual ya es un lugar común afirmar que la escriben siempre los vencedores.

Vaya por delante, que muy bien, que si dichos monumentos formaran parte de la historia, por ejemplo alguno erigido hace siglos a los dichosos Tercios de Flandes, uno es partidario de usarlos para, efectivamente, hacer pedagogía de la historia en toda su amplitud. Y solo una enseñanza, aunque ya hemos dicho que es más bien homenaje, muy sesgada y muy mezquina puede hacer loas en la actualidad a algo que simboliza el pasado imperial, colonialista y militarista de este inenarrable país (o de esta especie tan peculiar, tan tendente a dominar a sus semejantes, que llamamos sorprendentemente sapiens). No vamos a pedir a todos los supuestos seres pensantes que se pongan en el lugar de todas las personas que han sufrido la historia, sería pedir demasiado. Una de las ideologías más nocivas para la humanidad, para la lucidez del que suscribe, es el nacionalismo en cualquiera de sus formas; si, además, el mismo posee una historia imperial, para qué queremos más. Por cierto, un pasado colonialista que, a su vez, ha alimentado otros nacionalismos supuestamente liberadores; sea como fuera, estamos ya en el tercer milenio y creo que, si queremos trabajar por algo mejor (eso tan cuestionable, por otra parte, que llaman progreso), hay que señalar todo lo nocivo que ha habido en la historia. Personalmente, mi brillante condición ácrata y algo nihilista hace que tuerza el morro ante todo tipo de banderas, himnos, estatuas y elementos similares; no obstante, es fácilmente comprensible su valor simbóiico, y en el caso que nos ocupa hay que dejar claro que ferozmente inicuo y reaccionario. Y la clase política sabe muy bien de ese valor simbólico, y a menudo alienante, lo que explica que la capital de este indescriptible Reino de España esté plagada de estandartes rojigualdos de proporciones inversamente proporcionales a sus valor pedagógico y moral. Y, por supuesto, también se comprende de esa manera toda esta ofensiva ultrareaccionaria en forma de monumentos, que tratan de asentar en el imaginario colectivo lo necesario de que exista una clase dominante y, si es que con aspiraciones máximas de ser una unidad de destino en lo universal, mucho mejor.

De hecho, no es tampoco necesario que nos remontemos a un lejano pasado para homenajear el horror, recientemente se inauguró otra estatua nada menos que a la Legión. Uno los cuerpos militares más terroríficos de la historia de este inefable país, fundado por un admirador confeso del fascismo, como Millán Astray, y uno de los penosos intentos de mantener el dominio español en territorio extranjero. Y unos pocos años antes, otro engendro en forma de estatua rendía homenaje a los conocidos como Héroes de Báler, aquellos últimos de Filipinas, que podría parecer al despistado una loa a los que dejaron su sangre engañados por los estertores del pasado colonial de una gloriosa nación; como es de prever, se trata en realidad de una representación del espíritu castrense dando forma a un heroico oficial pistola en mano. Estamos hablando de toda una pléyade de obras escultóricas, originadas al parecer en los mismos autores, esos que dicen carecer de ideología, con financiación popular, aunque no es difícil adivinar que detrás se encuentren elementos de las instituciones más autoritarias del Estado hispano. Y también hay erigida, en la capital de esta sublime nación, otro monumento, del mismo reaccionario e irreductible artista, a otra figura militarista histórica como Blas de Lezo, que trataba de sostener un imperio ya algo decadente; esta obra, ya con más de una década de antigüedad, inaugurada por otra gran símbolo, este contemporáneo que hilvana con el pasado, como Juan Carlos I de Borbón (por cierto, no sé si sería uno de sus últimos actos como monarca de facto dando paso a ese lamentable lavado de cara de la monarquía en forma de Felipe no sé cuantos). Todas estas obras, más o menos artísticas, junto a otros actos vinculados, por supuesto que tienen que ser vistas como ideología, a pesar de lo que sostengan sus artífices; una ideología que pretende asentar un imaginario reaccionario, como si no tuviéramos bastante con los que pretenden otras formas más amables de dominación ya bien entrado el siglo XXI. Que nos salten todas las alarmas ante esos que aseguran que no existe campo ideológico abonado alguno, ni que mucho menos todo es política. Palabra de un ácrata con alguna que otra deriva nihilista (tantas veces, la más lúcida y sincera).

Juan Cáspar
https://exabruptospoliticos.wordpress.com/2025/10/19/loas-simbolicas-y-artisticas-al-horror/

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