Cuando uno era (más) joven, ingenuo izquierdista plagado de ideales, sufría toda suerte de comentarios críticos por parte de ciertos (presuntos) sapiens a su alrededor. Me sorprendía comprobar que para algunos elementos, más bien conservadores y acríticos con el mundo que colocaban delante de sus ojos, si pertenecías al universo de la izquierda, debías hacer poco menos que voto de pobreza. De esa manera, de modo sorprendente, se convertía en cuestionable para según que especímenes la legítima aspiración que todo ser humano posee de tratar de bien mejor en un sistema, a ser posible sin jorobar al prójimo, aunque este magnífico que sufrimos, basado en la competencia y en la salvación individual, más bien lo propicie. Normalmente, el personal que realizaba esa pseudocrítica, en este inefable país donde ser «rojo» es a menudo un estigma, no estaba sobrado de capacidad intelectual e inclusive yo diría que moral. No obstante, todavía hoy me sorprende esa visión del mundo que aceptaba que los que pueden vivir estupendamente son, claro, únicamente los de derechas o simplemente los que renuncian a tratar de cambiar el estado de las cosas para una sociedad más justa (que es lo mismo que decir «más libre», pero para todos). Hay quien dice que es muy saludable rodearse de personas que piensan diferente, departir con ellas y tratar de ver otros puntos de vista, pero en algunos casos, yo lo siento, es para que se lo hagan mirar los que adoptan cierta percepción de la realidad. Aquel entrañable ser que uno fue, empachado de unas ideas izquierdistas que no se habían dejado aplicar correctamente en la historia, emprendió ya hace mucho tiempo el camino hacia el horizonte de la bella acracia. No obstante, ojo, que nadie dude de a qué lado de la barricada me encuentro, en este inefable país donde ganó manu militari la reacción, y tampoco me molesta demasiado que me sigan tildando de rojo según qué personas.
Dicho esto, vayamos con lo que nos ocupa en esta lúcida columna de hoy. Hace unos años, se puso a parir a Pablo Iglesias Turrión al comprarse un chalet en cierta población madrileña, que no recuerdo, y cuya extensión y supuesto lujo, ni sé, ni me importa. Dejemos a un lado el hecho de que este tipo hubiera sido un bocazas, con total seguridad como estrategia política, afirmando que nunca iba a dejar de vivir en un barrio popular (alimentando así, por cierto, la visión de la derecha de que los rojos debe estar en una suerte de guetos obreros). Tampoco tendremos en cuenta las legítimas explicaciones que le pidieron en su propio partido. El caso es que yo, que nada tengo que ver a nivel político e ideológico con el antiguo líder de Podemos (así debería verlo cualquiera que tenga el cerebro bien oxigenado), me pareció observar de nuevo esa visión basada en «el rojo no puede mejorar su estatus de vida», ya que viene a resultar una especie de incoherencia de las ideas de base. Esta semana, sin buscar necesariamente analogías, se ha producido otro caso de críticas feroces en nombre de cierta pureza ideológica y es el caso del también peculiar izquierdista Alberto Garzón. Este tipo, una vez abandonada la política, él que había sido tan abiertamente crítico con las puertas giratorias, se le pasó por la cabeza aceptar un puesto directivo en una gran empresa consultora fundada por, ojo, excargos de los dos grandes partidos de este inenarrable país (esos, antaño, señalados tan corruptos por las nuevas fuerzas políticas). Vienen al caso unas reflexiones lúcidamente críticas. Se ha señalado que esta desunida izquierda, sobrada de escisiones y refundaciones, está deseando lanzarse a la yugular del otro en esa estéril lucha por cierto espacio electoral. Efectivamente, el espacio que ha dedicado Iglesias, hoy volcado en lo mediático, a poner de caer a un burro a Garzón ha sido notable y, al margen de la lógica crítica, algo patético; el empeño es que Podemos, menguada hasta casi la insignificancia, es la verdadera izquierda transformadora, aunque haya formado parte del poder político durante años.
Ha habido, y continuamos dentro de la órbita izquierdista, quien ha defendido al exministro de Consumo y excoordinador de Izquierda Unida, al señalar que los políticos están forzadas a recolocarse en su vida laboral tras abandonar la institucional, aunque tengamos que tengamos que tragarnos que están forzados a aceptar casi cualquier puesto de trabajo. No sabemos lo que opinarían Marx y Lenin, pero lo mismo estaban de acuerdo. El propio Garzón ha defendido aceptar ciertos puestos directivos para actuar dentro del sistema y tratar de cambiar las cosas (antes a nivel estatal, ahora se ve que privado), pero también ha dicho dos cosas que abundan en la paradoja: por un lado, ha señalado a cierta izquierda «prejuiciosa e inquisitorial» y, por otro, ha renunciado finalmente al cargo para «no perjudicar a la militancia de su partido». Digo yo, Alberto, que podías haber mantenido y defendido tu posición hasta el final, si tan convencido estabas, o pareces todavía más sospechoso. Desconozco el grado de honestidad de estos excargos políticos de la izquierda, tampoco me quita el sueño a un nivel personal; lo que es cierto, y como dijeron los anarquistas desde sus orígenes, «el poder conquista a sus conquistadores» (estén o no envilecidos de antemano). Sea como fuere, como reflexión final, todos los que no nos gusta la sociedad en que vivimos tenemos que lidiar con obvias contradicciones, viviendo de la forma más digna y tratando de mantener unos principios mínimos (y, sí, la mayoría teniendo que obligardos a aceptar un puesto de trabajo sin excesivas opciones). Dejaría nítidamente claro algo obvio, es perfectamente compatible disfrutar de la existencia y tratar de vivir mejor con tener unas ideas transformadoras; es más, diría que la conciencia más lúcida forma parte también de la satisfacción vital. Eso sí, los que se limitan a aceptar acríticamente el mundo en que viven, esos que suelen decir que siempre ha habido ricos y pobres, unos que mandan y otros que obedecen, los que podemos llamar de forma maniquea de derechas, esos lo tienen más fácil.
Juan Cáspar
https://exabruptospoliticos.wordpress.com/2024/02/18/reflexiones-sobre-el-purismo-ideologico-sea-lo-que-sea-eso/