A raíz de mi texto anterior, sobre el peculiar Fernando Savater, hay quien me señala que mi perplejidad sobre semejante figura resulta excesiva, ya que él mismo, veterano militante libertario, jamás le consideró un representante del anarquismo. Bien, sin ningún ánimo de expedir carnés de tal o cual ideología, si es que podemos considerar tal cosa al anarquismo, diré que hace no tanto tiempo todavía escuché al autor de Ética para Amador asegurar que todavía se consideraba «libertario» y partidario de la «autogestión social» (todo lo entrecomillado, sic). El mismo autor, ese que me enmienda la plana, dice considerar de toda la vida a Savater un individualista radical, al modo de Stirner (con el que yo mismo, ojo, ya le emparentaba), más cercano a ese engendro llamado libertarianismo (si es que existe tal palabra en castellano). Sea como fuere, dudo mucho que el bueno de Stirner suscribiera ni una sola palabra de lo que sostienen los hoy llamado libertarians, pero lo que está claro es que Savater resulta un enigma intelectual; o quizá no tanto, simplemente es alguien con un afán para provocar metiéndose con lo progre y la izquierda parlamentaria, algo que resulta demasiado sencillo por otra parte. Lo más lamentable es que este fulano realiza esas críticas caminando de la mano, de manera casi literal, con la carcunda más grotesca y con esos que se llaman liberales, propugnando la libertad para su bolsillo, en este inefable país llamado Reino de España. No me extiendo más sobre el filósofo; como dije, no niego la valía de algunas de sus obras y su influencia en el pensamiento, pero hoy me resulta alguien patético a nivel moral e intelectual, si le juzgamos por sus obras actuales (parafraseando las sagradas escrituras).
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La enigmática distrofia intelectual de Fernando Savater
El caso de Fernando Savater, que no sé si encuadrar sin más como uno de esos conversos verborreicos e inicuos que proliferan en este inefable país, es uno de los grandes enigmas de nuestro tiempo. Así, un fulano que en otros tiempos se describía como libertario, pergeñador de libros apreciables, con pretensiones para consumo de las masas, pero apreciables, hoy deambula lamentablemente codo con codo con la derecha y ultraderecha (que, como es sabido para cualquiera con las neuronas bien asentadas, son cosas muy parecidas en el Reino de España). Es posible que, simplemente, hablemos de un tipo no del todo sincero y que busca la polémica a cualquier precio, aunque en mi nada humilde opinión eso le coloque a una escasa altura moral e intelectual, solo comparable a la de otros seres mediáticos como Jiménez Losantos. La diferencia es que el pequeño talibán de las ondas fue, seguramente, un dogmático maoísta descerebrado (como él mismo reconoce) para pasar a ser, no sé si otro tipo de fanático, pero seguro un mercenario anticomunista preocupado en primer lugar de su bolsillo. La involución de Savater, ingenuo de mí, me resulta más complicada de analizar. Una de las cosas que ha motivado escribir estas líneas es que, recientemente, ha alabado a ese primate ultrarreaccionario llamado Santiago Abascal o que, además de escribir una columna semanal en el órgano principal de Prisa, plagada de tópicos antiprogres escasamente originales, visita con asiduidad medios casposos donde vomita, a gusto de sus anfitriones, sus nada originales diatribas.
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