Esta mañana me reía mucho con lo escrito en un diario por un antiguo alto cargo sindical y político de los de toda la vida. Tema: Reforma Laboral, y ya sé que estoy dejando a un lado temas tan relevantes como el pasaporte sanitario, la amante de Urdangarín o el enchufe del Festival de Benidorm. Lo sé lo sé. A lo que voy: el legendario diputado, mencionaba a la pureza, explicando que mantenía –literalmente– la precariedad laboral. Los puros, –nos explica–, no se mojan firmando, no asumen contradicciones, con lo cual se sumergen en la irrelevancia. Defendía así la firma de la Reforma Laboral (la última). Añadiría yo que los que firman, cobran la subvención estatal, autonómica, local, directas, indirectas, más las fundaciones, los cursillos, el apoyo en materia de locales sindicales, oficinas, fungibles, facturas, las liberaciones institucionales, las de la LOLS, las de las elecciones sindicales, la parte de la cuota de Formación Profesional…, una millonada anual superior a los mil millones de euros (poneos a sumar). Sea dicho de paso: eso es firmar: no sumergirse en la irrelevancia.
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