(Bassi, se acerca decidido al pequeño y humilde escenario de La Tortuga. Se sienta en una butaca alta, que el mismo había preparado, y la primera propuesta que lanza es un grito unánime. La sala completamente llena, estalla entonces con un grito colectivo de enorme fuerza. Esto es -nos dice- la energía que hay en la sala, quería saber con que energía me encuentro, para tener claro de donde partir.
La energía es clara y rotunda, hemos venido a ver a un maestro y lo queremos todo. Bassi empieza así con su monólogo ensayo, no ha venido a dar ninguno de sus espectáculos.)
Mi apellido, Bassi, -nos explica- significa bajo; los de abajo. Entonces Bassi no es un apellido, es una clase social; la clase baja. Y de ahí vengo. Esto para mí es importante porque pertenezco a una familia circense, yo soy la séptima generación de una familia de clase baja que he luchado toda su existencia por no doblegarse, y que encontró en el circo un espacio de resistencia.
Nosotros, mi familia, y todo aquel que se dedique al teatro, tenemos la misión de ser portavoces de los de abajo, los oprimidos, los proletarios. Si yo puedo con mi presencia inspirar esto en vosotros y tener conciencia de ser la base, los de abajo, podremos decir que estaremos haciendo política.
No un teatro con argumentos políticos, no -nos aclara- un teatro politizado, que conecte en el presente, con las personas. En un mundo donde todo va a estar manipulado, con una narrativa organizada a través de pantallas de todo tipo, el teatro se convierte en un lugar de resistencia -es un lujo poder hacer un teatro político que conecte con una idea común en pleno directo, con personas vivas y presentes en un mismo espacio.
La gente es observadora con el pantallazo ya mediado por algoritmos y su relación es con algoritmos, ya ni siquiera hay personas detrás de la información ¿Dónde queda entonces la clase obrera, el no vivir de rodillas y ta ta ta? El problema para nosotros no debe ser si es buen actor/actriz; hay que considerarse guerreros -nos incita con los dos puños en alto-.
Mi mundo, el del circo -aclara- está comido a nivel global, a nivel popular por una organización que se llama el Circo du Soleil. El Circo du Soleil hoy en día tiene 57 compañías diferentes, están presentes en todo el mundo y ahora mismo el principal inversor es China, y el segundo Suiza. Para la mayoría de la gente, el pueblo, la base, es decir la clase bajas, suele acercarte decir – ¿¡ah! haces circo en el circo du Soleil? – no, yo no trabajo en el circo du Soleil- ¿y entonces donde carajo trabaja? Te preguntan.
Y esto no tiene en absoluto nada que ver con el circo, nada. Para mi abuelo, estar como Bassi en el cartel era importante porque la gente sabía a quién iban a ver. Los artistas del circo du Soleil son intercambiables, no sabemos quiénes son realmente. Estos artistas tampoco pueden tener sindicatos, no existe la unión ni la organización sindical. Es una empresa y obviamente no quieren follones. Tú vas y ves el megaespectáculo y estás en España, pero resulta que, en Australia, por ejemplo, la gente está viendo el mismo espectáculo hasta el último milímetro. Es decir que no hay personalidad. Es exactamente igual que el McDonald, aquí o allá la comida del McDonald tiene el mismo sabor, porque está hecho así, para que tenga el mismo sabor.
El circo como lugar para mantener el orgullo de la clase obrera, para mantener la libertad de la gente que trabajaba ahí, para impactar a la gente con la imaginación de los artistas, -nos dice enojado- ¡es negado!
Fui a una reunión sobre el circo social en Rio. Voy mucho a los encuentros de Sudamérica porque hay muchos. Y hace dos años en uno de estos encuentros donde se habla de la gente, de la miseria, de las favelas y de los espectáculos de circo que podrían intervenir ahí; estaba el representante del circo de Soleil hablando en nombre del circo social. ¡Estaba contando como el circo du Soleil daba entradas para la gente pobre -hay como tres mil entradas que valen como 200€ y el entregaba 5 para pobres, bueh! Era una cosa que era terrible… Entonces el tío del del circo de Soleil que estaba lleno, ostentoso, me dice ¿Y usted quién es? Le miré y le dije: Yo soy la oposición. Era algo que quería decir y él me había dado la ocasión para decirlo. Y claro, estalló la risa general y el revuelo… pero es así, ¡somos la oposición!
Esta es la resistencia, este espacio (La Tortuga) la Escuela de las Oprimidas, la red de teatro de Lavapiés. Si yo estoy aquí es gracias a esta red. Me gusta mucho esta red e intento colaborar a mi manera, como por ejemplo estar aquí ahora con vosotros y lo hago con mucho gusto a cambio de nada.
Yo tengo mi Paticano aquí abajo en la plaza de Lavapiés. Esto es mí teatro político y es mi respuesta a todo el oscurantismo clerical contra el cual yo he luchado en mis obras y espectáculos. Enfrentándome a gente muy violenta, porque yo hablo mal de la religión. Gente que quieren darme ostias y alguna cosa más grave. Yo le digo a esta gente que cuando ellos defienden la religión lo hacen porque es su tradición -si es nuestra tradición- me dicen, y yo les digo entonces: mi tradición es ser anticlerical, hace generaciones que lo somos y esto es mantener una tradición familiar. Es decir, hablar mal de los curas.
Y es real, de chico iba con mi tío y se nos apareció un cura muy bien puesto con su sotana y sus botones, todo muy grandilocuente, entonces mi tío me preguntó si sabía quién era y yo chiquito, no le contesté, y me dijo: eso es un cura… mala gente. Y es por eso que debemos ser la resistencia del poder, de todo tipo de poder.
Hoy, en estos días, quizás ahora mismo, en el teatro del canal hay una obra que se llama Lehman Brothers, que trata de la crisis financiera y de la caída de la banca de esta familia Lehman. Todo muy bueno, muy bien hecho, presentan en el teatro canal, tienen medios, entonces las luces son perfectas… y tú ves el público, todo mujeres del barrio de Salamanca, que han invertido en Lehman Brothers, ellas, que tienen cuentas bancarias ahí, y los actores hablando mal de los banqueros. Y ves el público, unos hijos del demonio, un público terrible. No se dice nada, yo no voy a hablar mal de la obra en sí, su montaje. Pero queda claro que es la ausencia del discurso.
Entonces, para mí un teatro político no es aquel que tiene temas políticos, que los tiene ojo, es un teatro que inspira a las clases oprimidas. Es un teatro que hace arte que se entiende por la gente de la calle. Necesitamos más reflexión para organizarse mejor.
Mi Paticano, cito este lugar como mi manera de hacer política. En él, en vez de hablar bien de la iglesia católica hablo bien del pato de goma. Ahí hacemos las misas en honor al pato de goma, hacemos bodas, hemos hecho entre 50 y 60 bodas. Hemos hecho tres funerales, gente que tristemente muere y que ha pedido por favor hacer la misa en la Patólica y no en la morgue. Y yo no creo en internet, pero entiendo que es una manera de conectarnos y hago streaming de las misas; en YouTube ponemos todas las misas en directo y es muy divertido de saber cómo nos sigue gente de Puerto Rico, hay seguidores que se despiertan a las seis de la mañana para ver la misa de la una.
No olvidarse jamás que hacer teatro político es una misión que va más allá de la actuación y el escenario, que es un estilo de vida muy difícil, sin dinero y que es una forma de no arrodillarse ante el poder de ningún tipo. No entrar en esta narrativa falsa.
Yo le tengo miedo a las subvenciones para el teatro. Si el poder tiene dinero habrá que hacer lo que dice el poder. Yo no puedo pedir dinero a la iglesia para hablar mal de ella y bien del pato, porque no me van a dar el dinero. Parte del teatro de resistencia también es buscarse la vida, como hizo mi abuelo, buscarse la vida y mantenerse en los bajos. La libertad sería poder sacar dinero para seguir adelante. Obvio si el gobierno me diera dinero me haría una catedral más grande, pero yo no estoy esperando esto. La lucha política es clara, no hay que poner en dudar nada.
Se puede aprovechar una o dos veces, pero lo más seguro es que cuando se enteren de la resistencia teatral que llevamos a cabo, dejen de pasarte ni un duro más
Hay muy pocas posibilidades de cambiar el sistema, por el poder que existe y el miedo que hay detrás. Entonces el teatro es un poco Espartaco, hacer teatro hoy en día es ser un esclavo rebelde, y hay que pensar que es una cosa muy noble… y como esto va a ir a peor, porque la pirámide se irá haciendo cada vez más alta y más fina, y los logaritmos nos van a controlar siempre más, tarde o temprano habrá una revuelta, una necesaria revolución. Y tenemos que pensar que nosotros, vamos a facilitar esto.
Leo Bassi
(Con esta nota de esperanza -se ríe, y con él unos cuantos- nos despedimos. Podemos contar hasta tres y hacer el mismo grito del principio. La sala entonces, vuelve estallar con un grito colectivo de enorme fuerza.)
Tomado de https://www.todoporhacer.org/teatro-herramienta-politica