Antonio Altarriba no debería necesitar presentación, ya dediqué una reseña a su estupenda “El arte de volar”, dedicada a su padre, díptico que completó más tarde con “El ala rota”, dedicada a su madre. Voy a reseñar ahora su trilogía, creo que etiquetado como “egoísta”, que pienso que no puede dejar indiferente a nadie y creo que, más bien, impresionará a la mayoría. El dibujo de los tres volúmenes corresponde al veterano Keko, seudónimo de José Antonio Godoy Cazorla, que me parece también muy notable, acorde con la atmósfera y el universo que Altarriba ha querido crear.
Nadie es responsable de esto en sociedades donde impera la corrección política, la permanente necesidad de autoestima y filosofías positivas de lo más detestables. Este es el contexto donde Altarriba, en “Yo, asesino”, nos muestra que el asesino en serie, que tanto prolifera en la ficción contemporánea, es un síntoma de la falta de interés por profundizar en los mecanismos del mal, de tantos males presentes en la sociedad, y en nuestra propia responsabildad e implicación en ello.
El género negro, o policiaco, clásico, con lectura social, nos mostraba lo fácil que era deslizarse hacia el mal con cierto desequilibrio emocional o con determinado afán de venganza, de ambición, celos u odio de cualquier tipo. De esa manera, este género actuaba como un espejo y nos mostraba que el mal estaba en nosotros, que llevábamos a la bestia dentro y, sin la adecuada contención, podía salir en cualquier momento. Sin embargo, este lugar lo ha ocupado en los últimos tiempos el asesino en serie, que ha solapado esta profundización tan interesante de antes; el mal está representado ahora por una suerte de enfermo, perturbado o desviado, como lo queramos llamar, por lo que la identificación del lector o espectador resulta impensable. De esta manera, quedamos al margen también de la violencia y no hay análisis sobre las motivaciones del crimen, solo espectacularidad en su ejecución y fascinación de quien lo contempla.
Con “Yo, asesino”, una novela gráfica impresionante, parte de un trilogía de una calidad superlativa, Altarriba se propuso crear una historia que alejara de esa fascinación sobre los asesinatos, que señalara la hipocresía de los bienpensantes y de sociedades donde los auténticos asesinos en serie son los que detentan el poder político y económico. Altarriba quiere implicar a todos en ello, empezando por él mismo, ya que el asesino protagonista tiene sus rasgos vitales, un profesor universitario en el País Vasco, e incluso claramente físicos. Vivimos en un holocausto continuo, más silenciado que otros del pasado, y como el propio autor ha dicho, pretende que la sangre nos salpique a todos. No obstante, “Yo, asesino” no es una obra moralista, ni Altarriba pretende sermonear sin más, se trata de un magnífico thriller muy bien acompañado del dibujo Keko en blanco y negro, pero salpicado en ocasiones de rojo. Rojo sangre, por supuesto.
Y Keko también ilustrará el resto de volúmenes de Altarriba, cuya segunda entrega es “Yo, loco”. El protagonista de esta novela gráfica es un doctor en psicología, con ínfulas de dramaturgo, que trabaja para una empresa asociada a una conocida multinacional farmacéutica. El nombre de la misma en la ficción es Pfizin, que no oculta demasiado el de la auténtica Pfizer, que tanto protagonismo ha tenido en la crisis sanitaria que sufrimos en la actualidad. ¿Cuál es el trabajo del protagonista de “Yo, loco»?: crear nuevo perfiles psicológicos susceptibles de tener alguna patología, nuevas enfermedades que puedan ser reconocidas, lo cual llevará al aumento de consumo de fármacos, que tanto interesa a Pfizer (perdón, Pfizin). De nuevo, nos ofrece Altarriba un escepcional thriller en el que alguien se esfuerza en denunciar las malas prácticas de la multinacional. Esta persona, claro, acaba desapareciendo y nuestro protagonista, ya atormentado de por sí por un pasado que no ha dejado atrás, se sumerge en una trama conspirativa y paranoica que le llevará definitivamente a los límites de la razón.
Como en el caso de “Yo, loco”, hablamos de un thriller con asesinatos, con una fuerte carga crítica -especialmente, en las repulsivas prácticas de las grandes farmacéuticas-, profunda como no puede ser de otra manera, y por cierto, la ciudad de Vitoria como escenario protagonista de las historias con localizaciones muy realistas, lo cual otorga gran verosimilitud a la historia. La segunda tinta que acompaña al negro, en este caso, es el amarillo. No desvelo nada más, otra obra absolutamente recomendable.
En “Yo, loco” ya se nos muestran las implicaciones políticas y judiciales con las grandes compañías, que otorgan prebendas por doquier, y la permanente agresión a los derechos humanos del sistema en que vivimos. Con la última entrega de la trilogía, “Yo, mentiroso”, nos vamos a sumergir de lleno en la falsedad y el crimen del mundo político. Como dice la frase inicial de la obra, “Cualquier parecido con la realidad política española, entre 2016 y 2019, es insidiosa coincidencia”. Altarriba no se esfuerza demasiado en esconder a las personas auténticas detrás de lo nombres, el protagonista es Adrián Cuadrado. No tardaremos en reconocer a Iván Cuadrado, que trabajó para el PP y que acabó siendo asesor de Pedro Sánchez (en la ficción, Pedro Sanchís).
Contemplamos como el Partido Democrático Popular está asediado por causas de corrupción, sin que tengan ya un control tan amplio sobre los jueces. Desde Europa les advierten que se han pasado, que el partido debe limpiarse de arriba abajo y es necesario un relevo en el gobierno español. Ese será el del Partido Socialista de los Trabajadores, cuyo nuevo líder tendrá un discurso progresista para apaciguar, pero cuya alianza con los grandes empresarios mantendrá la política económica más o menos como siempre.
Como he dicho, el protagonista es un asesor político, un trepa dispuesto a cualquier cosa en un mundo ya amoral donde se hace pasar por verdad todo tipo de falsedades. Una perfecta traslación del mundo político o, mejor dicho, del poder, ya que hay muchas otras formas de hacer política. Si rojo era el color del asesino y amarillo el que se asociaba a la locura, ahora es el verde el inevitablemente asociado a la mentira. Un magnífico colofón el de “Yo, mentiroso” para una trilogía que se eleva muy alto; cada novela gráfica puede leerse independientemente, pero pertenecen al mismo universo y hay personajes interrelacionados. En definitiva, lecturas más que recomendables, imprescindibles diría yo, como invitación a la reflexión sobre el mundo en que vivimos.