Quienes nos lean de seguro estarán familiarizados con los enfoque de la situación venezolana que han promovido los bandos estatistas en pugna, y precisamente a ellos y a su idéntico fondo embustero es que nos referiremos acá, intentando aclarar un panorama que tan denodados esfuerzos se han hecho para oscurecer. Por un lado los defensores del capitalismo liberal y sus bufonadas políticas de democracia representativa electoralista, presentan el descalabro venezolano como resultado inevitable de toda búsqueda de alternativas a sus recetas económicas y políticas; por el otro, los paladines del capitalismo de Estado y su caricaturesco socialismo autoritario; ambos bandos empeñados tanto en validarse mutuamente como las únicas opciones para entender y proponer rutas a la sociedad venezolana, así también como en ocultar sus enormes similitudes a la hora de definir y aplicar las estrategias de opresión y explotación que se imponen sobre la colectividad a favor del Estado y el Capital.
Mencionar la identidad de base que hay entre esas interpretaciones que se dicen una “democrática” y la otra “de izquierda socialista” resultará antipático para quienes comulgan con alguna de ellas, pero en el periódico El Libertario hemos insistido en presentar contundente evidencia que así lo demuestra, lo que venimos haciendo desde hace muchos años. Así, por ejemplo, unos y otros parlotean del anticapitalismo como pauta que en esencia define al régimen bolivariano, ante lo cual basta con recordar cómo los gobiernos de Chávez y de Maduro han hecho reiteradas invitaciones y acuerdos con el capital transnacional para que se asocie al desarrollo del modelo de explotación extractiva de los recursos naturales de Venezuela, política en la que se llega con la propuesta oficial de explotación del Arco Minero del Orinoco a la total sumisión entreguista y ecocida, contando con el silencioso respaldo de esa oposición parlamentaria que tanto vocifera en otros temas, pero que con su tácita aprobación deja claro que, de llegar al poder, no modificaría este modelo de saqueo expoliador.
Otro tema de coincidencia es silenciar la esencia militarista que desde el comienzo tuvo el gobierno chavista, la cual se ha profundizado con el correr de los años. Particularmente ahora, cuando se negocia con los uniformados el cese de su respaldo a Maduro, se les ofrece impunidad (disfrazada de “amnistía”) por toda la responsabilidad que les cabe en los desafueros y corrupción característicos de un régimen del cual han sido soporte clave. Desde las dos interpretaciones dominantes de la crisis nacional hay un ingente esfuerzo por obviar que, a partir de su ascenso a la presidencia en 1999, Chávez dio prioridad a la presencia militar en tareas de gobierno de un modo no visto en Venezuela desde la dictadura militar de la década de 1950. Este predominio castrense no hizo sino aumentar a lo largo de su mandato, incluso reforzándose a partir de 2013 bajo Nicolás Maduro, alcanzando tal preeminencia que ha sido uno de los rasgos dictatoriales más marcados de este régimen. Con la proclamada “transición” que se avizora para más pronto que tarde, el ánimo entre la claque política opositora presta a ocupar el poder estatal está ganado para mantener a la élite militar en el goce de lo más jugoso del botín que han disfrutado en las pasadas décadas, de modo que tanto “socialistas” como “demócratas” ceden ante la nefasta realidad del chantaje militarista que se ha impuesto y crece en la Venezuela del siglo XXI.
Intervención de poderes externos:
Ahora la ves, ahora no la ves
Gruñirán los adalides de uno y otro bando que estamos dejando por fuera un aspecto esencial del enfrentamiento que los opone encarnizadamente, como es su denuncia vociferante sobre cómo la pandilla rival es un servil agente de intereses extranjeros. Para la oposición de derecha y socialdemócrata la malvada sombra foránea es en primer lugar la dictadura cubana, que no solo ha sido un parásito privilegiado de la hasta hace poco boyante renta petrolera venezolana, sino también factor decisivo en imponer un modelo autoritario que intenta seguir los pasos del que rige en La Habana; luego se menciona a China, con creciente gravitación como financista y acreedor del gobierno venezolano, y a Rusia, con menos peso económico pero que es un respaldo político-militar de valía; además se hace referencia a la presencia –ahora declinante como los ingresos petroleros que la sostenían– de gobiernos que sacaban provecho económico y político de su relación con el Estado venezolano; algo que también se aplica a grupos paraestatales como la guerrilla colombiana, antes las FARC ahora el ELN. Si es desde la perspectiva chavista, la “Bestia Negra” externa por excelencia es el imperialismo norteamericano, que con el impresentable liderazgo de Trump cumple ese rol a las mil maravillas según las pautas clásicas de la propaganda de izquierda marxista. Después estaría toda la tropa de lacayos, siervos y socios menores de los yanquis.
Es curioso encontrarse que en buena medida ambas perspectivas se sustentan en hechos ciertos y comprobables, frente a los que el bando contrario realiza el mayor esfuerzo para no darse por enterado, de modo que por ejemplo, la inocultable, y aún ostentosa, presencia de funcionarios cubanos en instalaciones militares y de seguridad del Estado parece dato invisible para unos, actitud similar a la de otros al no darse por enterados de los convenios con tinte de usura que el gobierno de Maduro ha acordado con la banca transnacional, pretensión de ignorancia en la que por cierto nuevamente hay sigiloso acuerdo con sus “irreconciliables” contrincantes.
Nota: Limitaciones de espacio impiden desarrollar otros aspectos de este tema. Invitamos al blog de El Libertario http://periodicoellibertario.blogspot.com para ampliar informaciones y detalles que refuerzan una visión alternativa.
Redacción El Libertario
Publicado en Tierra y libertad núm.367 (febrero 2019)