Ayer, día de una destacada efeméride dentro de esta aborregada sociedad de consumo, se celebraron también elecciones en tierras catalanas. El caso es que echando un vistazo al resultado, y al colorido gráfico resultante, a uno le vienen a la cabeza una serie de reflexiones de lo más dispares e hilarantes. Lo primero es destacar algo en lo que no van a insistir demasiado los medios y es el histórico resultado de la abstención, auténtico vencedor de las elecciones, que ha estado cerca del 50%. Un espíritu ácrata, y decididamente tocahuevos, como el de un servidor no puede menos que congratularse. Lo siguiente sería constatar también lo profundamente veleta que es esa parte de la población que todavía acude estoicamente a las urnas cuando observamos que el partido ganador hacer cuatro años, el inefable Ciudadanos, está ahora a la cola con la irrisoria cifra de seis escaños. Hablamos de uno de una de las fuerzas que, hace no tanto, era la auténtica alternativa al gobierno de España cuando la población estaba hastiada de los partidos tradicionales y… bla, bla, bla. Claro que la otra alternativa de nuevo cuño, escorada a la izquierda, era Podemos y ahí van, pillando cacho en el gobierno central de milagro, pero sobreviviendo lastimosamente en otros ámbitos. Tampoco es para sorprenderse mucho con lo ocurrido con Ciudadanos, ya que lo mismo ocurrió hace años en su mismo espacio político, ese horror llamado «centro» un poquito hacia un lado, u otro o más bien hacia la nada, con aquella cosa llamada UPyD también beneficiada efímeramente por el auge de los nacionalismos periféricos.
Volviendo a 2021, hay que ver quién sigue siendo el farolillo rojo del parlamento catalán, perdiendo incluso un diputado, que no es otra que la derecha oficial representada por ese otro monstruo posfranquista inenarrable que es el PP. Es decir, que a la cola del resultado se encuentran dos de las derechas españolistas, la cobarde y la tibia, no necesariamente por este orden. Desgraciadamente, la tercera parte del trifachito ‘constitucional’ no ha hecho más que subir y, si en 2017 creo que no se comió una rosca ahora llega hasta 11 escaños. Es de suponer que lo que ha perdido, especialmente, Ciudadanos se ha ido a los ultras de Vox. Esto da una idea de la derecha que sufrimos en este indescriptible país donde ganó una forma de fascismo la cruenta guerra civil y fue aplastada la guerra social. Por acabar con el ámbito, digamos ‘constitucionalista’, diremos que las elecciones las ha ganado, si bien empatado con otros, el llamado Partido Socialista con uno al frente que fue ministro durante gran parte de esta intolerable crisis sanitaria que sufrimos. Por supuesto, pírrica victoria la de los sociatas, ya que vamos ahora con el bloque denominado independentista, que acabará. Y aquí me pierdo un poco más bastante a la hora de categorizar.
La auténtica victoria ha sido la de Esquerra Republicana, histórica fuerza, más nacionalista que otra cosa, a pesar del nombre. Vamos que el próximo presidente del Estado catalán será uno que está a la cabeza de este partido, que no sé ahora mismo quién es. Para ello, tendrá que pactar con una cosa llamada Junts per Catalunya (a partir de ahora, para marearnos aún más, JxCat). Yo pensaba que esto era una coalición que englobaba a los herederos de aquel anidero de corrupción llamado antaño Convergència i Unió, que a su vez era la unión de dos partidos nacionalistas y, perdón por el pleonasmo, más bien reaccionarios (da igual la región de esta indescriptible país, lo reaccionario abunda). Puede que os perdáis, yo también, por lo que voy a consultar Wikipedia. Efectivamente, hubo algo llamado Junts per Catalunya, que era una coalición que englobaba a otros llamados PDeCAT, a lo que quedaba de Convergencia y no sé si a alguno más. Al frente de esta unión inenarrable de diversos resabios nacionalistas, por cierto, estaba el cobarde huidizo Carles Puigdemont. Pero, la actual JxCat resulta que no es eso, se trata de un partido único que no sé bien que recoge de aquello, pero donde ya no está el PDeCat, presentado ayer en solitario sin haberse comido un colín. Todo este puzle me recuerda a los geniales Monty Python y sus interminables escisiones y variantes del Frente Popular de Judea o Frente Judaico Popular. Por curiosidad, miro también la ideología de todo estos partidos y, entre vaguedades contrarias al Estado español, todos ellos hablan de republicanismo y liberalismo entre alusiones, claro, a la unión y a lo popular, lo cual viene a ser no decir mucho o decir demasiado para vender la moto. Ah, me dejo a otra fuerza independentista, la CUP (que significa claro, he tenido también que mirarlo, Candidatura de Unidad Popular); la supuesta izquierda radical, sea lo que sea lo que signifique eso, pero estos tampoco se han comido mucho y ni van a contar con ellos. En definitiva, el circo habitual, pero al menos con una notable porción de hastiada población diciendo no.