LAUREANO CERRADA ANARQUISMO

Café Combat: A modo de prólogo para un libro que no lo necesita

Sin duda, la agitada vida de Laureano Cerrada hubiese podido inspirar una fascinante película de cine negro ambientada en un convulso trasfondo político. Nada como los juegos de sombras y los claroscuros de ese género cinematográfico se adecua mejor a la personalidad y a la historia de vida de ese hombre que fue, en palabras del autor de este libro, incómodo, complejo, contradictorio… y que siempre se movió al margen de la ley.

Quizás sea por eso por lo que cada vez que compulso Café Combat irrumpe en mi mente la película El tercer hombre y me asalta con fuerza, sin que pueda remediarlo, la misteriosa sonrisa de Harry Lime (Orson Welles) alumbrada un instante por la luz de una ventana en la más impenetrable oscuridad.

Puede que la intensidad de esa asociación cinematográfica responda a la semejanza entre la afanosa búsqueda de información llevada a cabo por el amigo de Harry Lime, para esclarecer su supuesta y misteriosa pseudo-muerte, y la incansable y encomiable labor de investigación de más de quince años de duración en la que se embarcó Mutis para adentrarse en los subterráneos y exhumar las huellas de alguien cuya supervivencia dependía, precisamente, de su habilidad para borrar sistemáticamente sus propias huellas.

También pudiera ser que esa asociación se deba a que me consta la labor iconográfica y cinematográfica del autor del libro y a que lo imagino elaborando guiones capaces de dar cuenta mediante una cámara de las sombras y los claroscuros que salpican toda la trayectoria de Cerrada.

O que la constelación de simpatías y de animadversiones que rodeaba a Harry Lime encontrase algún reflejo en los encontrados comportamientos de repulsa y denigración que le manifestaban ciertos sectores del movimiento libertario, y los de respaldo y admiración que le prodigaban otros sectores de ese mismo movimiento.

Pero ahí se acaban las similitudes y las posibles razones por las que al adentrarme en el libro siempre me invade la evocación de El tercer hombre, porque es obvio que la agitada vida de Laureano Cerrada nada tiene que ver con esa fascinante película. Su muerte no fue simulada, como la de Harry Lime, sino que lo asesinaron con certeros disparos delante de su café predilecto, y si bien traficaba en el mercado negro al igual que Lime, no lo hacía con ánimo de lucro y peligrosos antibióticos adulterados, sino que fabricaba y proporcionaba falsos bonos de racionamiento, salvoconductos y documentos de identidad, dedicando buena parte del dinero que recaudaba a sufragar las actividades y las luchas del movimiento libertario.

Como no podía ser de otra manera, dadas las características del personaje, Café Combat nos arrastra por un trepidante relato de actividades ilegales, pero sin descuidar los detalles que nos permiten acercarnos al carácter, a la personalidad, y hasta a la vida sentimental del protagonista. Eso ya sería suficiente para dejarnos intuir que la lectura de este libro cautivará nuestro interés, pero hay más. Como lo decía al principio, esa trama de cine negro se desarrolla en el marco de un convulso trasfondo político. Y no es el menor mérito del libro arrojar a través de la trayectoria de Cerrada cierta luz sobre las interioridades de la CNT en el exilio (Mutis dixit).

Una luz que, hasta donde yo alcanzo, ilumina certeramente esas interioridades, y muestra, aquí también, las sombras y los claroscuros del movimiento libertario. En el lado claro los ideales, la ética, la solidaridad, la rebeldía contra la dominación, la entrega apasionada de hombres y mujeres a una lucha por la libertad, y en el lado oscuro, los personalismos, el afán de poder, las estructuras burocráticas y el dogmatismo.

Cerrada no era, ciertamente, ningún santo, y bien merecía parte de las críticas que recibió, sin embargo el hecho de que se expulsara de la CNT en 1950 a alguien que tras participar en el asalto al cuartel de Atarazanas en 1936, había sido secretario de la regional norte de la CNT en el exilio, ya en 1942, es decir en plena ocupación alemana, había financiado el primer congreso de la CNT en Francia en 1945 y organizado el primer atentado contra Franco en 1948, dice muy poco de la catadura libertaria de los y las dirigentes de aquella CNT, tanto más cuanto que el motivo de la expulsión era el de las actividades ilegales protagonizadas por Cerrada, unas actividades generadoras de unas ingentes sumas de dinero que la organización había aceptado hasta entonces sin el menor escrúpulo.

Quiero dejar bien claro que no conocí a Laureano Cerrada y que nunca nos cruzamos, sin embargo, debido sin duda a que nos movíamos en un mismo entorno político, el exilio libertario español en París y la lucha contra la dictadura franquista, lo sentía, y sigo sintiéndolo, como alguien que no me era desconocido, e incluso como alguien bastante próximo. Puede que la explicación de ese sentimiento de proximidad se deba a mi estrecha relación en los años sesenta y setenta con quienes fueron sus herederos a partir de 1974, es decir, el compañero Silvio Mateucci y ese misterioso segundo amigo cuyo nombre permanece incógnito por respetable decisión propia.

Y ya, por último, el hecho de que el título del libro haga referencia a un famoso café que al decir del autor nunca existió me ha encantado por todo lo que la elección de dicho título revela como capacidad de esa fina ironía que caracteriza a Miguel Sarró Mutis.

Tomás Ibáñez

Prólogo a Café Combat, de Acracia ediciones

Un pensamiento sobre “Café Combat: A modo de prólogo para un libro que no lo necesita”

  1. No los conocía. Ni al autor ni al protagonista de este libro que imagino y presumo muy interesante.

Deja un comentario