Algunas ideas para un anarquismo proactivo

«La anarquía no es cosa del futuro, sino del presente; no se trata de reivindicaciones, sino de la vida». Gustav Landauer

En la revista Pagine Libertarie (20 de noviembre de 1922) Camillo Berneri escribió: «Estamos desprovistos de conciencia política en el sentido de que no tenemos conciencia de los problemas actuales y seguimos diluyendo las soluciones adquiridas en nuestra literatura propagandística […]. El anarquismo debe conservar ese conjunto de principios genéricos que constituyen la base de su pensamiento y el combustible apasionante de su acción, pero debe saber afrontar el complicado mecanismo de la sociedad actual sin gafas doctrinales y sin apegos excesivos a la integridad de su fe».

Francesco Codello

Esta reflexión de Berneri resulta estimulante y enriquecedora para quienes deseen combinar una visión con una serie de proyectos. La visión es el sueño y el marco de referencia, los proyectos son las posibles soluciones concretas y necesariamente experienciales que pueden proponerse ante los múltiples problemas y cuestiones críticas de la convivencia. Por tanto, el pensamiento y la acción están intrínsecamente vinculados y enfrentados mutuamente. Partiendo de esta premisa, parece cada vez más claro cómo el anarquismo (o más bien los anarquismos) debe abordar sistemáticamente su capacidad de estar, por un lado, en el curso de la historia, aunque sea para contrarrestar un proceso de desarrollo de la dominación, pero al mismo tiempo, por otro lado, ya no pueden permitirse, bajo pena de su insignificancia, permanecer fuera de la historia misma.

Este desafío parece cada vez más central y necesariamente debe de ser asumido, superando una práctica de luchas exclusivamente de resistencia y de denuncia de las diversas formas que toma sistemáticamente la dominación y, así, orientar la acción hacia luchas y experiencias hechas a partir de propuestas concretas y proactividas. En 1961 apareció en las páginas del semanario anarquista inglés Freedom un artículo de Colin Ward titulado: «Anarquismo y respetabilidad». Ward escribe: «El tema que abordo en este simposio es “¿somos lo suficientemente respetables?”. Y con esta pregunta no quiero preguntar sobre nuestra vestimenta, la conformidad de nuestra vida privada con los estándares estadísticos o la forma en que nos ganamos la vida, sino sobre la calidad de nuestras ideas anarquistas, si son dignas de respeto».

Verificar esta respetabilidad significa preguntarse sistemáticamente si las ideas de esta gran utopía son mejores y más útiles para resolver los problemas que hombres y mujeres enfrentan diariamente. Es decir, si el anarquismo es superior a otras ideologías autoritarias a la hora de determinar una sociedad más libre, más justa, más respetuosa y más solidaria. Pero de inmediato, sin esperar a que una revolución improbable, y en todo caso no siempre deseable, nos lleve a un mundo mejor que el que tenemos. Manteniendo un espíritu revolucionario podemos emprender aquí y ahora ese cambio individual y social en un sentido libertario al que idealmente tendemos.

Colin Ward

En otras palabras, la cuestión aquí planteada puede traducirse y desarrollarse en si existe la convicción de que, en lugar de un anarquismo «apocalíptico» dirigido al «todo o nada», hay razones para el desarrollo de un anarquismo pragmático, destinado a dar vida a nuevas comunidades, aquí y ahora, utilizando el material difícil y contradictorio presente en nuestra vida diaria. El pensamiento anarquista y el anarquismo como movimiento (los anarquismos) se caracterizan por haber tomado como fundacional la dimensión de la negación. Su fuerza revolucionaria se expresó históricamente en el pensamiento de los clásicos, sobre todo, en la dimensión del rechazo (de toda forma de dominación). Pero la parte destruens de la idea anarquista ya no es, en mi opinión, capaz (por sí sola) de captar las grandes oportunidades y desafíos que la contemporaneidad plantea a las ideologías del siglo XIX y XX. Además, es limitante, y, a veces, incluso instrumental, ver la originalidad y el poder del anarquismo dentro de esta dimensión de negación.

La negación de cualquier forma de dominación sigue siendo un rasgo esencial en la definición de la idea anarquista, pero me gustaría darla por adquirida y asentada y, sobre todo, subrayar su relevancia en la medida en que se convierte en una visión positiva y prefigurativa de una sociedad diferente. En definitiva, reiterar que hoy, más que nunca, es urgente pensar en un anarquismo posnegativo y utilizar todos nuestros recursos para desarrollar algunas líneas de resolución libertarias que reviertan la tendencia intrínsecamente autoritaria presente en la sociedad y, al mismo tiempo, eviten las construcciones ideológicas y abstractas de un «totalmente distinto». En la inmediata posguerra, Herbert Read y Alex Confort, Geoffrey Ostergaard, George Molnar, Paul Goodman, Martin Buber, George Woodcock, Murray Bookchin, Colin Ward, Gaston Leval y las revistas Politics de Dwight Macdonald, Anarchy de Ward, Volontà de Giovanna Berneri y Cesare Zaccaria, junto con otras contribuciones, intentaron señalar un camino diferente al tradicional, con el objetivo de actualizar no solo el pensamiento sino, sobre todo, la acción de los anarquistas. Podríamos resumir las características fundamentales de este camino libertario de los últimos años de la siguiente manera:

a) Escepticismo hacia la concepción insurreccional: crítica a su viabilidad y creencia de que un cambio genuino y profundo debe surgir de un cambio en la personalidad individual y en las relaciones sociales;

b) «La libertad hay que conquistarla centímetro a centímetro y es necesario quitarnos las cadenas que nos hemos impuesto antes de poder actuar como seres humanos responsables» (Ostergaard);

c) «El Estado no es algo que pueda ser destruido por una revolución, es una condición, una relación entre los seres humanos, una forma de comportamiento humano; lo destruimos contrayendo nuevas relaciones, comportándonos de manera diferente» (Landauer);

d) «Una sociedad libre no puede lograrse sustituyendo el antiguo orden por un nuevo orden, sino con la expansión de los espacios de acción libres, hasta constituir el fundamento de toda la vida social» (Goodman);

e) «Mientras el gradualismo marxista y socialista intenta operar a través del Estado extendiendo las actividades estatales hasta que éste absorba toda la vida social, para el gradualismo libertario se trata, aquí y ahora, de contraer relaciones distintas a las estatales, relaciones basadas en la autoayuda cooperativa y el apoyo mutuo» (Ostergaard);

Paul Goodman

f) Diferencia fundamental entre público, estatal y privado;

g) Lo que debería preocupar y comprometer a los anarquistas son los «cambios sociales a través de los cuales las personas pueden ampliar su autonomía y reducir la sujeción a la autoridad externa» (Ward);

h) Actuar con espíritu revolucionario en una situación determinada (Read);

i) Escepticismo ante la idea misma de una sociedad anarquista. Molnar lo llama el «teorema de la imposibilidad». Es imposible (o improbable) que la anarquía pueda obtener el consentimiento universal a menos que se utilice la fuerza para imponerlo. Pero, Malatesta dixit, la anarquía no se hace por la fuerza. Ward escribe: «Toda sociedad humana, excepto las utopías o las distopias más totalitarias, es una sociedad pluralista con grandes áreas que no se ajustan a los valores oficialmente impuestos o declarados»;

j) Ni siquiera una respuesta de protesta exclusivamente individual y permanente es suficiente, es necesario cambiar las estructuras sociales y las relaciones comunitarias. De hecho, apunta Ward: «si la idea de una sociedad libre puede ser una abstracción, la de una sociedad más libre no lo es». La idea de una sociedad anarquista no debe entenderse tanto «como un objetivo a alcanzar sino como una escala graduada, una unidad de medida, un medio a través del cual evaluar la realidad». De este modo, la anarquía es vista como un criterio normativo; es decir, el criterio ético clave para juzgar los méritos de diversas sociedades reside en el grado en que son anárquicas;

k) Distinción entre principio social y principio político. Martin Buber escribe: «El gobierno tiende a apropiarse de más poder del necesario en una situación determinada […] La medida de este exceso representa la diferencia exacta entre administración y gobierno […] Excedente político […], el principio político siempre es más fuerte que el principio social requerido por una determinada situación. El resultado es una disminución continua de la espontaneidad social»;

l) La anarquía entendida como forma de relaciones sociales ya está presente en la sociedad: «la anarquía, lejos de ser la representación teórica de una sociedad futura, es la descripción de una forma de organización humana, arraigada en la experiencia de la vida cotidiana, que opera junto a las tendencias autoritarias dominantes; a pesar de ellas las alternativas anarquistas ya están presentes en los intersticios de la estructura de poder dominante. Si queremos construir una sociedad libre, algunas partes ya están disponibles». Las características fundamentales comunes a muchas experiencias concretas que van en esta dirección son: una fuerte referencia a la acción directa individual (agentes y no consumidores de un bien producido para ellos), una referencia significativa a las relaciones mutualistas y de apoyo mutuo: la anarquía así entendida es una especie de «autodeterminación social» que a menudo puede encontrarse en contraste tanto con la burocracia del Estado como con las injusticias del liberalismo económico.

m) La anarquía sirve para resolver problemas: buscar soluciones anarquistas en lugar de detenerse en la retórica de la revolución;

n) El fracaso de los anarquistas, según Woodcock, se debe a «la falta de propensión a hacer propuestas concretas que pudieran conducir a su visión vaga y humeante de una sociedad idílica», las masas prefirieron seguir a quienes podían ofrecer soluciones concretas a problemas concretos;

o) Gastón Leval critica la idea de que el anarquismo deba definirse únicamente por aquello a lo que se opone: «un movimiento social no puede vivir de la negación». El anarquismo debe ofrecer un programa constructivo y para ello «debemos adquirir habilidades y experiencia para convencer a aquellos sobre quienes pretendemos influir de que se trata de hombres capaces, serios y responsables, no de simples agitadores o aficionados de la revolución»;

p) La anarquía es un tipo de relaciones sociales caracterizadas por la acción cooperativa igualitaria de individuos que se definen a sí mismos como tales. Si el ámbito de la mutualidad autogestionada se expande hasta abarcar toda la vida social, entonces sin duda estaríamos ante una sociedad sin Estado. Pero incluso si no vivimos en una sociedad sin Estado, podemos tener una mayor o menor cantidad de reciprocidad y, por tanto, de anarquía a nuestra disposición.

Creo que deberíamos traer la anarquía al presente en lugar de posponerla por completo hasta una hipotética futura sociedad sin estado. Los movimientos de protesta internacional de los últimos veinte años, la contribución de pensadores como David Graeber, James Scott, John Clark, Amedeo Bertolo, Nico Berti, Eduardo Colombo, Matthew Wilson, Tomás Ibáñez, a pesar de sus diferencias en sensibilidad y enfoque, y otros junto a ellos, nos estimulan a estudiar más a fondo esta perspectiva innovadora, destacando también las contradicciones y dificultades que inevitablemente debe enfrentar una idea libertaria abierta.

El papel concreto del anarquista, según esta concepción, no es la realización de este sueño inalcanzable, sino empujar la complejidad desordenada de la sociedad en una dirección más anárquica. La mejor manera de promover esta causa es verificar concretamente cómo la anarquía, entendida como mutualidad autogestionada, puede contribuir a resolver necesidades sociales específicas. Es decir, aumentar al máximo la tasa de anarquismo en el mundo en el que vivimos. «La tarea del anarquista, sin embargo, no es soñar con la sociedad futura, sino más bien actuar de la manera más anárquica posible dentro de la sociedad actual, evitar en la medida de lo posible situaciones en las que se le ordene o se vea obligado a mandar y esforzarse por promover relaciones de cooperación mutua y voluntaria entre sus semejantes. En el mundo moderno, el Estado es la manifestación más importante del principio de coerción. Por lo tanto, para alcanzar la anarquía es necesario renunciar al Estado; y se hará en la medida en que los hombres sean capaces de vivir sin él» (Ostergaard).

Camillo Berneri

Por último, quisiera subrayar otro paso indispensable que debe abordarse desde una perspectiva proactiva. Me refiero a las características que definen una sociedad ideal según una visión libertaria. Con demasiada frecuencia los anarquismos también han imaginado un modelo de sociedad alternativa, esbozando peculiaridades únicas tanto en la esfera económica como en la social y en la política. En este caso, las ideas anarquistas se alinearon con una tradición utópica y se conformaron, desde un punto de vista estructural, con las de otras ideologías alternativas a la liberal. En cambio, parece urgente liberar nuestra imaginación de una concepción tan rígida y cerrada de «otro» mundo en favor de una visión plural y diversificada, experimental y abierta incluso en nuestra manera de pensar sobre los contornos de un posible mundo diferente. Para decirlo de nuevo con Colin Ward:

«La alternativa anarquista es la que propone fragmentación y escisión en lugar de fusión, diversidad en lugar de unidad, en definitiva, propone una masa sociedades y no una sociedad de masas».

Éstas son sólo algunas consideraciones, expresadas esquemáticamente, que esperamos puedan estimular una reflexión y, sobre todo, una acción más adecuada a los desafíos del siglo XXI y que no tienen nada de irreversible o dogmático.

Francesco Codello – Semi sotto la neve

Referencias

C. BERNERI, Anarchia e società aperta, a cura di P. Adamo, M&B Publishing, Milano, 2001.

M. BUBER, Sentieri in utopia, Marietti, Genova-Milano, 2009.

M. BUBER, Communauté, Éditions de l’éclat, Paris, 2018.

J.P. CLARK, Dallo Stato alla comunità. Il mondo di domani, elèuthera, Milano, 2023.

F. CODELLO, Gli anarchismi, La Baronata, Lugano, 2009.

F. CODELLO, La condizione umana nel pensiero libertario, elèuthera, Milano, 2017.

P. GOODMAN, Individuo e comunità, a cura di P. Adamo, elèuthera, Milano, 2014.

G. LANDAUER, La comunità anarchica, a cura di G. Ragona, elèuthera, Milano, 2023.

C. WARD, Anarchia come organizzazione, elèuthera, Milano, varie edizioni.

C. WARD, L’anarchia, elèuthera, Milano, varie edizioni. M. WILSON, Discorso sull’autogoverno, elèuthera, Milano, 2022.

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