A lo largo de mi trayectoria como militante anarquista, siempre he mantenido una conexión muy fuerte con el mundo editorial. De hecho, fue precisamente a través de este medio como tuve mi primer contacto con el anarquismo, cuando cayó en mis manos un fanzine anarcofeminista que llevaba el sugerente título de «Barbie Destrozada». Ese material fue como un verdadero «balón de oxígeno» para mí, que vivía en la «atmósfera asfixiante» de Patos de Minas a principios del siglo XXI. El impacto que esa experiencia tuvo en mí fue tan profundo que rápidamente pasé de ser un simple lector a convertirme en editor, uniéndome a otras personas que acababan de descubrir el anarquismo para crear nuestro propio fanzine, al que llamamos «Eidos Info‐Zine».
Desde entonces, he tenido la oportunidad de participar en proyectos en diferentes formatos, como blogs, sitios web, periódicos y revistas, que han enriquecido y ampliado significativamente mi visión, ya sea como «consumidor» o como «productor» de publicaciones libertarias. Dentro del vasto y heterogéneo campo editorial anarquista, siempre he tenido preferencia por las revistas, aunque en comparación, este haya sido el formato de publicación con el que menos contacto he tenido. Esta preferencia se debe, en gran medida, a mis intereses en cuestiones reflexivas sobre la teoría y la historia del anarquismo, algo que encuentra mayor expresión y acogida en una publicación de esta naturaleza.
Históricamente, las revistas siempre han desempeñado un papel importante para el anarquismo: la formación intelectual de la militancia. Ya sea en el pasado más lejano, en su formato impreso, o en el presente más cercano, en su formato electrónico, este tipo de publicación siempre ha buscado poner al alcance del público textos de mayor profundidad teórica, abarcando géneros como el artículo, el ensayo, la monografía. A través de las revistas, los lectores conocieron y maduraron los puntos fundamentales de la ideología, que les llegó a través de la pluma y el teclado de autores como Mikhail Bakunin, Lucía Sánchez Saornil, Lorenzo Komboa o Silvia Cusicanqui, entre muchos otros. Sin embargo, estos hombres y mujeres nunca fueron tomados como ídolos sagrados que erigieran algún dogma incuestionable. Fueron más bien compañeros de viaje que ofrecieron herramientas para que la militancia pudiera transformar los diferentes tiempos y lugares en los que vivieron.
Fue a través de las revistas también como la militancia forjó su sensibilidad. Junto a los artículos, ensayos, monografías y otros géneros textuales de apariencia similar, este formato de publicación también abrió espacio para otros géneros que no pueden considerarse simplemente como formas de «propaganda dirigida». Estos géneros incluían desde la poesía hasta la novela, pasando por el cuento y la dramaturgia, publicando tanto a autores profesionales como amateurs, como Louise Michel, Neno Vasco, Pedro Cátalo, Ursula K. Le Guin, solo por mencionar algunos nombres. Con objetivos similares, pero funciones diferentes, estos géneros siempre tuvieron como propósito sensibilizar más que persuadir a la militancia, mostrando que el proceso formativo pasa tanto por el intelecto como por el afecto.
Estas dos dimensiones, inseparables entre sí, fueron expresadas hace ochenta y cinco años por Mercedes Comaposada, pero siguen siendo tremendamente actuales: «la propaganda no consiste en hablar y escribir mucho, sino en hablar y escribir bien y sustancialmente; ya que es preferible una propaganda escasa, pero bien editada que descuidada y profusa». Según la principal responsable de la línea editorial de Mujeres Libres, estos principios editoriales dialogaban directamente con el propósito de la revista que buscaba «educar socialmente a las mujeres, pero también refinando su gusto, acostumbrándolas a la selección». No es casualidad que la frase final que cierra su argumento adquiera aires de manifiesto: «¡proclamemos las alegrías del espíritu!»(1). Para concluir, me gustaría reforzar el papel imprescindible que revistas como esta cumplen en los tiempos actuales, dada la gran confusión que rodea nuestras elaboraciones teóricas y nuestras acciones prácticas. En este sentido, es cierto que nuestra vida nunca ha sido fácil, sin embargo, se vuelve cada vez más difícil a medida que los «medios mal llamados de comunicación»(2), como sabiamente captó Luce Fabbri, producen y difunden interpretaciones equivocadas, cuando no deliberadamente falsas, que involucran nuestro campo político‐ideológico. La situación es tan absurda que hoy en día un joven que busca en internet la definición de lo que es un anarquista corre el riesgo de encontrarse más con los pensamientos de un ultraneoliberal como Milton Friedman que con un socialista libertario como Néstor Makhno.
¡Trabajemos, por lo tanto, para transformar radicalmente esta situación!
Thiago Lemos Silva
1.- Comaposada, Mercedes, La Federacion Nacional de Mujeres Libres, Barcelona, Mar, 1938.
2.-Fabbri, Luce, «Uma utopia para o século XXI», Caderno Espaço Feminino 3 (1997).
Yo, al final, no paro de hablar pero no puedo callarme:
Años y años detrás de libros, revistas, fanzines, cómics… De todo tipo para alcanzar a «V de Vendetta» a D.C. y a La Warner que no los veo más que como productos del sistema pero sí: «V de Vendetta» te enseña anarquismo y detrás de esa publicación, a mi parecer, hay una historia fascinante.
Desde muy joven to me pregunto por Oriente y confieso que, casi casi, lo llegué a ver como mi paraíso perdido, y siempre he intentado traer algo de Oriente.
Alexandra David Neel es un gran referente para mí y, en seguida, me veo rodeado de símbolos orientales.
Hace poco leí El Tao y me sorprendió porque me parece haberlo seguido a rajatabla aunque no quisiese saber nada de él.
Mi cabeza es como una gran autopista llena de coches ruidosos, estoy trabajando con cómic y seguro que salen más viñetas.
Suelo trabajar a nivel local y después intento comprender El Mundo.
Un saludo.