Uno es excesivamente amante de las teorías de la conspiración, lo cual no quita que podemos creernos casi cualquier cosa viniendo de las élites económicas y políticas. Cabe recalcar, lo cual no es nada baladí, que dichas élites no poseen unos intereses necesariamente comunes, ni constituyen un frente único a nivel global, lo cual viene a echar por tierra las teorías excesivamente generalistas. El caso es que me entero, recientemente, de la existencia de un libro titular La verdad de la pandemia. Quién ha sido y por qué, o algo similar en su subtítulo. Ya la denominación de una tesis como La verdad de… hace que se nos disparen todas las alarmas contra-conspiranoias, pero seamos justos, tal vez se trata de imposiciones editoriales para vender más ejemplares. Dicha obra viene a sostener que los culpables de la terrible crisis sanitaria, que el mundo viene sufriendo desde hace año y pico, son claro las élites mundiales en combinación con el Estado chino. ¡Ay los chinos, nos comen los chinos! Dicho conspiración, fundamentadada en el Covid-19, agotados otros medios, tendría como objetivo acabar con la Administración Trump. Pero, ¡agárrense los machos!, como el virus no sería suficiente, se ha alentado a movimientos como el Black Lives Matter o el antifascista para alentar los disturbios e incendiar las calles, ya que todo el mundo saber que los movimientos sociales son abiertamente estúpidos. Alguien puede preguntarse también por qué diablos querrían dichas élites, que al parecer según la autora del libro sí constituyen un decidido frente único, acabar con el inefable Trump. No voy a insistir en la respuesta, que pasa al parecer porque el fulano ultrarreaccionario exhabitante de la Casa Blanca vendría a ser un obstáculo para implantar un gobierno mundial de corte, ¡agárrense los machos!, social-demócrata o social-comunista. Obsérvese que podría haberse dicho «de corte autoritario», aunque no creo que Trump lo haya sido menos que otros gobiernos, pero no, la terminología no parece casual.
No creo que dicho libro pase de ser una teoría de la conspiración más, pero para el caso me llaman la atención varias cosas. Primero, la ya apuntada tendencia del ser humano a creer según qué cosas, casi, casi, de forma apriorística. Segundo, y ya entramos en el terreno de lo flagrante, cuando queremos creer por supuesto dichas teorías, pero qué casualidad, que se adaptan como un guante a nuestras ideas previas. Es decir, en este caso, creo que la utilización de ciertos apelativos, como socialista o comunista, nos puede dar una idea del público al que va dirigida la teoría de la conspiración. Por último, da también algo de pavor el hecho de que lo que parecen creencias puras y duras, tal vez jugando con medias verdades o medias mentiras, se disfracen de «espíritu crítico». No obstante, seamos justos, se trata de un terreno difuso donde hay que juzgar, por supuesto, por el rigor de lo expuesto. Sigamos con la crisis sanitaria, que algunos ha denominado sin más, de una forma harto peculiar, como «plandemia», y también con la posibilidad o no de teorías de la conspiración. Vaya por delante que el auténtico espírituo crítico pasar por no aceptar sin más la información que tantas veces viene confeccionada desde una sociedad, efectivamente, jerarquizada y con demasiados intereses, pero tampoco supone creer alegremente cualquier cosa «alternativa». Hay demasiados interrogantes sobre una crisis sanitaria, cuya existencia es innegable, con la pérdida de demasiadas vidas y cuyas consecuencias sociales las pagan como siempre los más vulnerables. Recientemente, El Salto Diario se ha negado a publicar un artículo llamado «Covid-19, año uno. Balance de una pesadilla autoritaria y de una gestión fracasada», que convierto en enlace para que cada uno juzgue su contenido, la veracidad de sus datos y de su perspectiva antiautoritaria, se esté de acuerdo o no con una visión creo que alejada de toda teoría de la conspiración, sobre una crisis que genera demasiadas dudas.
Por supuesto, en su derecho está El Salto a rechazar lo que les venga en gana, pero la cosa es sospechosa cuando el autor ya había publicado varios textos en dicho medio y existía un compromiso previo para también hacerlo con este último. Entre otras excusas, se encontraba la respuesta de El Salto aludiendo a que la mezcla de análisis científico con opiniones políticas es incompatible con la línea del medio; y creo que esto solo puede generar ardor de estomago o invitar a la carcajada. Si en los grandes medios es imposible encontrar una información y una discusión libres, fiémonos de los que se dicen progresistas e independientes. No debería ser dificil, si de verdad somos honestos, poner el rotulito de que el medio no comparte necesariamente la opinión del autor y, por supuesto, iniciar un verdadero debate, con nuevos artículos, con rigor, profundidad, polémica y pluralidad de miras. Para acabar, quisiera aclarar que El Salto es algo así como la continuación de otro periódico llamado Diagonal, que llegué a leer con cierta frecuencia. Creo que nunca abandoné mi postura crítica acerca de estas publicaciones de izquierda, que se dicen independientes y aseguran estar incluso autogestionadas y ser la voz de los movimientos sociales; pero la gota que colmó el vaso fue su absoluto silencio sobre las insurrecciones sociales al inicio de la crisis en la Venezuela chavista. Es decir, si las protestas se producen en administraciones de derechas, por supuesto inundamos la publicación de información acerca de la esperanza para el cambio social, pero cuando el objeto de la protesta son gobiernos «revolucionarios» de «izquierdas» guardamos silencio, ya que los manifestantes están manipulados o directamente a sueldo de la burguesía o de no sé muy bien qué. La cosa llegó al punto que mandé un texto a Diagonal con el título «¿Qué está pasando en Venezuela?«, que no solo ignoraron, sino que llegaron a publicar una carta con idéntico encabezado, pero por supuesto desprendida de toda crítica al chavismo e identificando los disturbios con la reaccionaria burguesía. En su momento, amigos anarquistas de Venezuela me dijeron, sin pruebas definitivas acerca de este caso de Diagonal, que les estaba llegando que el chavismo estaba dando dinero a ciertos medios y fuerzas políticas izquierdistas en Europa. Tampco hice mucho caso, ya que me pareció algo conspiranoico, ya que uno adolece de espíritu crítico incluso con los que le son afines. Lo dicho, que fluya la información, a ver si defendemos de verdad la maltratada libertad de expresión y que cada cual se forme la opinión que quiera.
En cuanto se refiere al régimen chavista que como cualquier otro regimen tiene defectos y miserias obvias ensu desarrollo no debemos olvidar su gran mérito de enfrentarse como hormiga al elefante yanky acostumbrado a aplastar cualquier resistencia nacional a su «derecho» de explotación de los recursos planetarios para el enriquecimiento de sus élites. Respecto a Trump o cualquier otra marioneta del poder la teoría conspiranoica es una distracción para tontos que aún creen en los reyes magos y la plutocracia mal llamada democracia en nuestra confusa y tóxica sociedad moderna. Si Solon, Clistenes y Pericles levantarán la cabeza no creerían que la humanidad pudiera haber degenerado tanto.