Del capitalismo, de su gobierno y del terrorismo neoliberal

La corrupción existente entre los políticos es conocida por todos y, quizá, la más aireada en los últimos tiempos.
Siempre hemos dicho que la política es el arte de engañar a los pueblos, si bien fue Maquiavelo quien la acuñó antes sin decir lo de los pueblos, desde el anarquismo siempre se ha defendido la frase tal como la redactamos y la verdad es que la historia y lo que está pasando hoy en día la hace cada vez más real.
Nos encontramos rodeados por un problema de corrupción generalizada promovida por los intereses de la avaricia empresarial que valiéndose del dinero que dedican a la compra de voluntades políticas están consiguiendo leyes que les favorecen y les perpetúan en la dominación y la explotación de los trabajadores.
Los casos de corrupción que se han descubierto no son todos los que se han producido, de momento hay contabilizados más de 300 casos en todo el país y que han salpicado a todos los partidos políticos.
Viendo todo esto se puede entender fácilmente que en España se estén elaborando leyes como la conocida como Mordaza del PP, continuación de la conocida Ley Corcuera del PSOE, que entre otras cosas tiene la pretensión de acabar con la protesta pública. Para facilitar esto regulan temas como el de la droga, el botellón, la prostitución, marcando la imposición de sanciones a los usuarios o consumidores de droga, alcohol o servicios sexuales al mismo tiempo que aceptan incluir dentro del Producto Interior Bruto del país el dinero que generan estas actividades que están prohibidas.

¿Cómo puede entenderse que se sancione a los consumidores cuando el Estado se beneficia del dinero que generan estas actividades ilegales? Cuando menos esto es pura hipocresía pero, en realidad, es una actitud de prevaricación. En definitiva engañan y saquean al pueblo, a través de las multas administrativas, mientras ellos legalizan de facto lo que es ilegal en la ley para poder gastar más dinero en los presupuestos generales.
Otra práctica que demuestra su comportamiento es el incumplimiento permanente de sus promesas electorales sobre la bajadas de impuestos para la población, cosa que sistemáticamente se incumple ya que suben los impuestos indirectos, el IVA, que pagamos todos por igual, ganemos lo que ganemos, estemos trabajando o parados, y bajan los impuestos directos, sobre todo, de las empresas, de los productos financieros y de aquellos que blanquean el dinero que tienen en paraísos fiscales, con las famosas amnistías fiscales de Montoro.
Pagan a los parlamentarios por vivir fuera de su circunscripción casi 2.000 euros mensuales, además de sus sueldos, las dietas, el gratis total en viajes, etc., mientras nos exigen a los trabajadores que trabajemos más horas, que nos jubilemos más tarde y que aceptemos las rebajas salariales porque tenemos que contribuir a salir de la situación de crisis en la que nos han metido los avariciosos capitalistas.
Cambian la Constitución para que se pague la deuda antes que atender a los problemas económicos que puedan tener los ciudadanos de su país, etc., etc., etc.
Se puede seguir con la lista pero necesitaría un libro entero para poder relatarlo todo.
Ante todo esto tenemos que encontrar una solución y algunos parecen haberla encontrado aliándose con el sistema, para lavarle la cara y sin cambiar las estructuras podridas del mismo.

 

Han sido los anarquistas
Mientras se produce todo esto se lanza una campaña contra el anarquismo porque cuestiona el sistema político y económico, una campaña que intenta ligarlo al terrorismo como ya se ha hecho en otros momentos de la historia de este país. Primero fue desvirtuando el pistolerismo auspiciado e instigado por la patronal catalana de Fomento del Trabajo Nacional, contra los sindicalistas de la CNT y que cuando se defendieron se llamó pistolerismo anarquista contra el orden establecido.
Después fue implicar a la CNT con el incendio de la sala de fiestas Scala de Barcelona, mediante una campaña televisiva que vinculó al anarcosindicalismo con el incendio, mientras que nunca se investigó la implicación del Estado, utilizando a la policía, para orquestar el atentado a través de un confidente policial, Joaquín Gambín, que promovió el atentado mientras trabajaba para la policía infiltrado entre grupos anarquistas y que nunca les informó del mismo.
Ahora es la detención indiscriminada de anarquistas con la excusa de estar preparando posibles atentados en España, cuando hace unos meses el director general de la Policía, Ignacio Cosidó, advirtió durante un desayuno informativo que el terrorismo anarquista se ha implantado en España y dijo que existía riesgo de atentado.
Lo cierto es que cuando en España el terrorismo empresarial y financiero campa a sus anchas, se desvía la atención sobre los de siempre: los anarquistas.
Desde aquí afirmo que mientras los terroristas del sistema capitalista anden sueltos no se puede incriminar a nadie por la posibilidad de que pueda atentar. Un sistema político, judicial y económico que deja a personajes como Blesa, un terrorista financiero, sueltos y sin pena, incluso acusando a los jueces que se atreven a encerrarle, después de haber llevado a la ruina miles de ciudadanos con las preferentes, después de haber llevado al suicidio a muchas personas por haberse quedado sin vivienda y sin trabajo por una crisis económica de la que ha sido uno de los provocadores, después de haberse apropiado, indebidamente, de grandes cantidades de dinero que había “robado”, con el beneplácito de los organismos de control estatales, a los ciudadanos. Un sistema así no puede vanagloriarse de detener a anarquistas acusándolos de ser posibles terroristas, mientras dejan libres a los verdaderos terroristas que han sembrado el terror en las vidas de todas las personas, habiendo sido los instigadores de la crisis económica en la que estamos metidos mientras ellos se han forrado las espaldas con millones de euros y la bendición de los políticos de este país que, después, legislan en contra de los trabajadores y de los más necesitados.

 

¿Qué es terrorismo?

Según el diccionario de la Academia de la Lengua, terrorismo tiene tres acepciones:
1. m. Dominación por el terror.
2. m. Sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror.
3. m. Actuación criminal de bandas organizadas, que, reiteradamente y por lo común de modo indiscriminado, pretende crear alarma social con fines políticos.
Viendo estas definiciones es muy difícil entender que los anarquistas detenidos o los grupos minoritarios, puedan ejercer ninguna dominación por el terror. Tampoco encaja la segunda definición para aplicársela a los anarquistas, porque actos de violencia ejecutados para infundir terror, al parecer no habían hecho, pero sí se les supone, porque la policía y los políticos de este país todavía creen en las teorías de Cesare Lombroso sobre los anarquistas, concebidas básicamente con intención de demostrar que los anarquistas son subnormales, tocados por el síndrome del crimen, hipótesis ésta que desarrollaría una parte de la escuela penal italiana y que se extendería, durante bastante tiempo, por los estamentos más conservadores del pensamiento y las leyes de Occidente. Esto solo demuestra que quienes nos gobiernan han salido de las catacumbas más oscuras de la historia pasada española o son sus herederos ideológicos.
Y la tercera acepción no puede ser empleada contra los anarquistas detenidos porque no han realizado ningún crimen ni, al parecer, tenían intención de cometerlo. Siempre entendiendo crimen como la acción voluntaria, indebida o reprensible, de cometer el delito grave de matar o herir gravemente a alguien.

Pero si aceptamos las acepciones del diccionario de la Academia podemos afirmar que cualquier situación que pueda infundir terror y dominación de unos hombres sobre otros, podemos considerarla como una práctica terrorista.
Cuando se legisla y se regulan las normas para que unos ejerzan la dominación sobre otros, dejándoles en la más absoluta indefensión porque no tienen los medios de producción en sus manos para poder ganarse el pan o la comida que les ha de alimentar, estamos asistiendo a un estado de terror de aquellos que dependen de que otros les contraten o les concedan alguna ayuda, porque saben que si exigen, que si piensan más de lo que deben o si se oponen a lo que estos últimos quieren o pretenden, acabarán siendo víctimas del terror capitalista que a través de la regulación de las leyes ha permitido que haya casi seis millones de personas paradas o que se pueda despedir sin justificación, que se pueda dejar sin casa a las personas por haberse quedado en paro y sin un salario para poder pagar la habitación, etc. Viendo todo esto el terrorismo tiene mucho más que ver con el poder, con el Estado y con la economía capitalista que con los anarquistas.

¿Acaso no es terrorismo que las empresas estén despidiendo a los trabajadores más viejos de sus plantillas para aligerar lo que tienen que pagar en sus nóminas, mientras contratan a trabajadores jóvenes o menos jóvenes con mucho menos dinero que pagaban a los que despidieron?
¿Acaso no es terrorismo que los políticos europeos hayan convertido la deuda privada de los bancos en deuda pública que ahora tenemos que asumir todos los ciudadanos?
¿Acaso no es terrorismo que se deje morir a millones de personas por el Ébola, por no poder pagar los medicamentos contra la hepatitis C, por no tener comida, por quedarse sin ayudas para poder alimentar a sus familias, por quedarse sin vivienda, por quedarse sin trabajo, por frío, etc; mientras las grandes corporaciones farmacéuticas, comerciales, industriales, energéticas o financieras aumentan sus beneficios todos los años?
¿Acaso no es terrorismo que los gobiernos, que son elegidos por los ciudadanos para que solventen los problemas que puedan presentarse, se alíen con esas grandes corporaciones y hagan tratados internacionales de libre comercio, libre circulación de capitales y hayan aceptado la globalización económica mundial, mientras ponen restricciones a la libre circulación de personas desde unas zonas a otras del planeta?
¿Acaso no es terrorismo legislar para sacar el dinero a la mayoría de la población a través de impuestos indirectos mientras se rebajan los impuestos directos a las grandes corporaciones, a los grandes accionistas a las grandes fortunas, a las transmisiones patrimoniales, etc.?
¿Acaso no es terrorismo decir, en sede parlamentaria, que los problemas de malnutrición que tienen los niños de Madrid son debidos a la obesidad, cuando se es consciente de que la obesidad puede ser causada por la falta de recursos económicos que obliga a los padres a tener que alimentar a sus hijos a base de bollería industrial o hamburguesas baratas, en vez de poderle dar una merienda con productos de buena calidad o una comida con un buen bistec, un buen cocido, una simple sopa, unos garbanzos, unas lentejas o una buena ensalada con productos naturales y regada con buen aceite de oliva?

No es terrorismo que los políticos estén cobrando sueldos de más de 50.000 euros anuales y aún les parezca poco, cuando más de seis millones de personas no saben si volverán a tener un trabajo decente.
No es terrorismo ser político y asegurarse la pensión de jubilación con solo haber estado ocho años en los parlamentos, mientras a los trabajadores se nos obliga a trabajar hasta los 67 años y se nos impone que hayamos trabajado durante más de 35 años.
No es terrorismo dejar que haya más de seis millones de parados, que la gente se tenga que ir a trabajar fuera de su país, o que se muera de hambre por no tener trabajo cuando si se redujese la jornada laboral, sin reducciones salariales, hasta conseguir el pleno empleo, todo esto no pasaría. Y se puede hacer, lo único que pasa es que los que ganan por encima de nuestras posibilidades no quieren dejar de ganar por encima de nuestras posibilidades.
¿Acaso no es terrorismo legislar cambiando la constitución de un país para que la deuda pública se deba pagar por encima de cualquier otra cosa, mientras no se garantiza el trabajo fijo, la vivienda, la sanidad, las pensiones, la enseñanza, los medicamentos, el agua, la energía de todos los ciudadanos?
¿Acaso no es terrorismo legislar para que las personas no puedan protestar contra los políticos corruptos, los empresarios explotadores, los banqueros ladrones, los curas y sus abusos sexuales, los militares y policías torturadores; con leyes que otorgan a la policía el control de la “seguridad ciudadana” con una capacidad sancionadora que no puede cuestionarse, porque ante la duda el policía siempre tiene la razón?
¿Acaso no es terrorismo dejar campar a las mafias de traficantes de drogas, de trata de blancas o de dinero porque hacen incrementar el Producto Interior Bruto de un país, mientras se sanciona, con multas gubernativas, a los que se fumen o lleven un porro en el bolsillo por la calle, a los que piden tener sexo con una prostituta, a la prostituta que quiera ejercer en la calle, etc.?

¿Acaso no es terrorismo iniciar una guerra para cambiar a un político del poder, matando a los ciudadanos como daños colaterales?
¿Acaso no es terrorismo dejar que la especulación financiera sea la que controle la vida del conjunto de la población mundial?
¿Acaso no es terrorismo explotar a los trabajadores, a los niños, en muchos países, incluso provocar su muerte, para que los accionistas de las grandes corporaciones puedan tener unos suculentos beneficios?
¿Acaso no es terrorismo que unos pocos se lleven el 90 por ciento de las riquezas mundiales, mientras la mayoría de la población mundial tienen que vivir con el 10 por ciento restante?
Con todo esto podemos afirmar que el capitalismo, el neoliberalismo, sus formas de representación y sus gobiernos son el terrorismo contra los seres humanos desposeídos de los medios de producción.
Y si todo esto es terrorismo, ¿por qué no se detiene a los culpables y sí se detiene a siete anarquistas que lo único que quieren es cambiar el mundo, para que no haya terroristas legalizados que sigan matando y explotando a toda la familia humana, esquilmando toda la riqueza de la tierra que es nuestra única patria?
Contra el terrorismo capitalista, por la libertad integral, ¡viva la anarquía!

Manuel Vicent

Publicado en el periódico Tierra y libertad núm.318 (enero 2015).

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