El Mundial de Qatar y la sangre de los trabajadores

En unos días, comenzará en un pequeño país árabe ese fenoméno universal de enajenación colectiva que denominan mundial balompédico. Al parecer, hace unos años sorprendió que se concediera la sede a Qatar, un lugar sin tradición futbolística y sin infraestructuras, a lo que sea añadía unas temperaturas que superan los 50 grados, lo que explica que se se haya retrasado el alienante evento a los meses de noviembre y diciembre. Recordemos que no menor estupefacción produjo que el anterior país que acogió el Mundial, en 2018, fuera la hoy criminalizada Rusia. En 2015, pocos años después de aquellas decisiones, hagamos un poquito de eso tan necesitado en todos lares llamado memoria histórica, se reveló toda una trama criminal vinculada a la FIFA, con toda suerte de fraudes, comisiones y sobornos, relacionadas con los futuros mundiales en Rusia y Qatar; algo debió torcerse para que, una vez más, se decidiera eliminar a dirigentes para poner a otros en su lugar y que todo siguiera más o menos igual. Efectivamene, a pesar de las coyunturales mascaradas policiales y judiciales, Rusia acogió el enajante evento deportivo y no habría problema en que lo hiciera Qatar años después; todo ello, a pesar de las denuncias por violaciones de derechos humanos, trabajadores muertos y corrupción en la construcción de los estadios. No debería sorprender todo esto, ya que una y otra vez se repite la misma situación en este inicuo sistema económico y político que sufrimos; empresarios, en plena connivencia con los que regentan los poderes políticos, ofrecen una estupenda idea sobre algún proyecto de gran magnitud para que, inmediatamente, se produzcan pagos de todo tipo para que sean unos pocos quienes se beneficien y los medios desinformen sobre lo benévolo del proyecto.

Parece mentira que tantos incautos y papanatas sigan aceptando el discurso de que todo ello supone inversiones, puestos de trabajo y nuevas instalaciones, en ese capitalismo de amiguetes, a pesar de que normalmente los gastos sean muy superiores a los beneficios y los de abajo sigan estando bien jodidos. A todo esta ignominia, se añaden en este caso esas permanentes violaciones de los derechos más elementales, con condiciones de trabajo insalubles, en trabajadores que Qatar ha importado de otros países para la construcción de todo tipo de infraestructuras; por supuesto, resulta imposible conocer la cifra real de asesinados, mucho mayor con seguridad que la que ha trascendido de unos cuantos miles; de los cuales, por supuesto, las autoridades qataríes han reconocido muy pocos, atribuyendo las muertes a «causas naturales» y negando cualquier ayuda a familiares. Son los países de origen de estas personas, India, Bangladesh, Nepal, Sri Lanka o Pakistán, los que han proporcionado algunos datos aclarando que los fallecidos gozaban de buena salud, pero fueron sometidos a duras condiciones de trabajo con altas temperaturas. Las muy democráticas potencias occidentales, una vez más, apoyan un repulsivo régimen, el de Qatar, en forma de monarquía absoluta donde la mano de obra es esclava, se discrimina a las mujeres, la homosexualidad está prohibida, la libertad de expresión es muy restringida y se practica la pena de muerte.

Recordaremos también, ya para ser totalmente explícitos, que Qatar es un lugar con petroleo, que ha sabido mantenerse en equilibro entre los negocios con Estados Unidos y los conflictos en Oriente Medio. De hecho, como en tantas partes del mundo, seres humanos acuden a un país con una renta per cápita elevada, en busca de algún beneficio económico para encontrar las más crueles de las desgracias. También traeremos a la memoria que la Federacion balompédica de este inefable país, llamado Reino de España, con los grandes clubes a la cabeza al tener patrocinadores provenientes de Oriente Medio, apoyó sin dudarlo la candidatura de Qatar para el Mundial. La realidad es que todo se muestra atado y bien atado por parte de los poderosos en un sistema globalizado; queda esta vez a un lado la tan mencionada democracia cuando interesa, que por otra parte no se cree nadie en ningún lugar, y los derechos humanos importan un carajo. Exigir, como hace algunos, que el régimen de Qatar reconozca y repare a la víctimas, y a las federaciones de fútbol que denuncien la vulneración de derechos humanos, es solo una muestra de ingenuidad al no entender todo este contubernio del crimen. Un sistema específicamente nauseabundo, el de este pequeño país, que busca un lavado de imagen a través de la celebración de grandes eventos y con el patrocinio de grandes clubes y empresas en esos países que tienen la caradura de hablar de libertad y derechos humanos. Y es que ningún organismo, ni evento, es inocente en el mundo político y económico que padecemos; si además está aderezado con nobles competiciones deportivas, que tanto alborozo causan en la masa, mucho mejor.

Juan Cáspar

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