Lo siento, pero se me llevan los demonios con el uso, excesivo y más bien irreflexivo, del término «fascista». Nos encontramos ya acabando el primer cuarto del siglo XXI y resulta habitual escucharlo, hay quien dice que incluso de forma más habitual que cuando, hace cosas de cien años, existía de verdad la barbarie fascista. ¿Qué se pretende con dicha comparación en plena posmodernidad? Es tan sencillo como que, de esa manera, acabas desprendiendo al concepto de contenido y le das armas al contrario para que te ridiculicen. La muy difícil de describir presidenta de la Comunidad de la capital de este inefable Reino de España, que puede ser una simple títere, pero cuyos hilos los maneja gente tan perversa como ladina, lo dejó muy claro sin el menor asomo de vergüenza: «si te llaman fascista, es que lo estás haciendo bien». Lo que cierta izquierda, congratulándose, quiso ver como un reconocimiento, se trataba en realidad de una maniobra tremendamente efectiva. Se estarán revolviendo en su tumba, debido a unos y otros, los que verdaderamente combatieron el fascismo. Me recuerda a cierta comedia televisiva donde un tipo viaja al pasado, para encontrarse con una versión suya más joven, y acabar avergonzándose de sí mismo por tildar casi todo de fascista. Sí, todos hemos sido jóvenes e irreflexivos y la palabra de marras resultaba demasiado jugosa para evitar emplearla y dejar claro, orgullosos, nuestro imaginario político netamente izquierdista.
Sin embargo, sorprende el pertinaz uso de la misma hoy en día en gente muy adulta, presuntos intelectuales incluso, que no sé muy bien qué pretenden exorcizar nombrando el reiterado peligro fascista. Fascismo por doquier. La oposición venezolana es fascista y eso, claro, empuja a pensar que cualquier otra cosa es mejor (incluso, Maduro, aunque este sea denunciado por su autoritarismo, otro posible uso de fascista). Trump es fascista, Milei es fascista, Netanyahu es fascista, Ayuso es fascista, Abascal ni te cuento… No quiero subestimar el peligro de todos estos gobernantes, a los que podríamos llamar quizá extrema derecha (por abiertamente reaccionarios, aunque resulta matizable si otros contribuyen al progreso), pero invito a un análisis un poquito más profundo que no deje a un lado los inicuos manejos de todos los que les han precedido de uno u otro pelaje. Me viene a la memoria otra anécdota, cuando, años ha, en una de las manifestaciones contrarias a la invasión de Irak, enfrente de la sede del Partido Popular, alguien calificó el gobierno de Aznar de fascista. Sí, cierto que la repulsiva derecha de este inenarrable país fue uno de los monstruos democráticos resultantes del horror franquista, no se puede negar cierto hilo conductor. Sin embargo, creo que lo podía comprender un niño chico, estábamos ya en otros tiempos, máxime hoy en día, donde la dominación había adoptado formas más sutiles y en ella entraron también partidos de presunta izquierda.
De hecho, si calificamos de fascista al muy repulsivo Aznar, por su apoyo belicista al infame Bush junior, tendríamos que hacer lo propio con el muy laborista Tony Blair. No nos olvidemos del inicuo Felipe González, también plegado a los designios atlantistas y, nada menos, que uno de los responsables del aparato terrorista de Estado. ¿Otro fascista? Esto me recuerda también a los descerebrados etarras, enrocados en su fanatismo violento, que llamaban fascista hasta al tato. Por cierto, la propia banda armada fue calificada también en ocasiones de fascista: uso político de la violencia extrema, ultranacionalismo, totalitarismo… ¡Da que pensar! Pero, no nos hagamos batiburrillo. Hay quien dice que el mundo era antes más sencillo, con oponentes y movimientos políticos más definidos. No lo sé, quizá ahora la confusión ideológica prolifera por doquier y algunos, negando la realidad de unos tiempos posmodernos en los que se pone en cuestión los grandes relatos totalizantes, se empecinan en visiones maniqueas algo obsoletas. Todo ello en detrimento de un análisis político más hondo en aras, lo dejaré claro, de una verdadera transformación hacia un mundo más libre, justo e inteligente. Vamos a pensar que gran parte de los que usan, a diestra y siniestra, el vocablo «fascismo» son sinceros, por lo que les invito a usar la mucho más efectiva denuncia de toda forma de autoritarismo (incluso, esas que adoptan tintes liberales o socialistas). Claro, si verdaderamente lo estamos denunciando, que tal vez es mucho suponer, no todo el mundo está dotado de una lúcidez, y honestidad, ácrata.
Juan Cáspar
https://exabruptospoliticos.wordpress.com/2025/02/14/fascismo-por-doquier/