ACRACIA ANARQUISMO NIHILISMO

Hablemos de China

Caminando por la Gran Vía madrileña, en una capital del Reino de España colonizada en algunas zonas por la población inmigrante china, me topo con un solitario tipo con un pancarta de protesta. En la misma, se alude a la persecución de algo llamado Falun Gong en el régimen chino y como mi ignorancia no tiene límites, le interrogo al respecto. Al parecer, se trata de una enseñanza espiritual, que creo que algo tiene que ver con el budismo, y por algún motivo el régimen chino lleva más de un cuarto de siglo reprimiendo, incluso de manera brutal, a sus practicantes. Me pregunto si existe alguna creencia o ideología ajena al todopoderoso Estado que no esté reprimida en China y también el hecho de que esta en particular lo sea de manera tan despiadada. Si alguien se pregunta sobre por qué, al margen de algunas organizaciones de defensa de los derechos humanos, no se levanta con fuerza la voz denunciando la represión en el régimen totalitario chino, la respuesta puede ser evidente. Hablamos del primer exportador mundial y no sé si la segunda potencia económica, ya que creo que se encuentra muy cerca de los Estados Unidos. Los acuerdos comerciales de China con las grandes potencias «democráticas», al margen de derechos fundamentales de los trabajadores, creo que son un hecho, lo cual hace que vuelva la vista ante ciertas cosas, al igual que ocurre con tantos regímenes despóticos en el mundo. No puedo evitar acordarme de la frase que pronuncio el maléfico empresario Juan Roig: «Tenemos que imitar la cultura del esfuerzo con la que trabajan los chinos en España».

Además, al igual que nos repugna tanto comercio de armas que alimenta los conflictos armados en activo, se ha demostrado que la guerra en Sudán contó con armamento fabricado en China, así como su implicación en el suministro de combustible a los aviones que han bombardeado población civil en Myanmar. De modo muy general, el control estatal en China es sumamente férreo y es un hecho el continuo procesamiento de personas que defienden la libertad de expresión o de asociación o el mismo acceso a la información, entre tantas otras libertades formales que, al menos, en ciertos países está a priori respetada. Existen varias regiones autónomas, como es el caso de Uigur de Xinjiang o el mismo Tibet, donde el gobierno chino ha aplicado políticas represivas con las que ha negado derechos como el de expresión cultural o la libertad para creer en lo que les venga en gana. Asimismo, un clásico es invocar la lucha contra el terrorismo o apelar a la seguridad nacional para reprimir a ciertas etnias y minorías. Por supuesto, recordemos que el régimen de China no reconoce las relaciones entre personas del mismo sexo y es una realidad la continua represión del activismo LGTBI. En un mundo donde, afortunadamente, la pena de muerte va en retroceso, en China sigue siendo vigente bien entrado el siglo XXI. Se sabe que se realiza, e incluso con bastante frecuencia, aunque el número total de ejecuciones está clasificado como secreto de Estado.

Se ha dicho que el régimen chino recoge lo peor del comunismo autoritario, asegurando ese férreo control estatal, y de los desmanes del capitalismo con infinidad de personas sin apenas derechos laborales. De hecho, hay quien ha denunciado que el modelo chino siguió de alguna manera los pasos de las medidas económicas, recordemos que el primer laboratorio para el llamado neoliberalismo, implantadas en Chile en los años 70 del siglo XX: mercados libres combinados con un control político autoritario junto a una implacable represión. Así, a partir de 1983 China abrió el país a las inversiones extranjeras al mismo tiempo que se dejaban a un lado prestaciones sociales y derechos de los trabajadores. Muchos dirigentes comunistas se transformaron en magnates de los negocios acaparando activos que antes manejaban como burócratas estatales. Recordemos la represión de la plaza de Tiananmen, en junio de 1989, donde las personas exigían libertad y derechos (no solo «democracia», como se ha querido vender), que alguien ha visto como una especie de doctrina del shock para implantar las medidas económicas más duras. Así llegamos más de tres décadas después con el régimen chino presumiendo de ser una potencia económica y haber sacado a tantas personas de la pobreza. La cuestión es, como en tantos otros regímenes, a qué precio y que futuro nos espera con semejantes modelos políticos y económicos. Es muy condenable que se reprima cualquier práctica espiritual en cualquier lugar del mundo, pero me temo que el contexto es mucho más terrorífico.

Juan Cáspar
https://exabruptospoliticos.wordpress.com/2025/07/15/hablemos-de-china/

Deja un comentario